La vida que pasa
Contar una historia personal puede traer recuerdos, sentimientos y fantasías, mismas que hacen divagar entre una y otra para conformar un relato épico con múltiples historias. De esta forma comienza El joven sin alma (2017), del autor dramático, crítico y director de cine Vicente Molina Foix, cuyos pasajes se centran en dos perspectivas diferentes de la misma persona. Tales visiones reflejan la otredad del ser sexual, social y cultural en un vaivén de recuerdos enmarcados en la época de los sesenta y finales de los setenta, con el pasado de la Guerra Civil española.
En la primera parte, se relata la historia de Vicente, las relaciones familiares y escolares y entre ellas un despertar sexual que involucraba el desconocimiento de las relaciones de pareja(s). Como parte de estos relatos se describen las relaciones vinculares entre él y la trabajadora del hogar, el deseo erótico-afectivo por personas cercanas a la familia y sus intenciones de entender la idea del pecado con la vida misma. Ante tal exploración se revela el interés por comparar y entender sus experiencias con una visión cultural desde la literatura y el cine, principalmente el de Godard, para interpretar su afinidad con la escritura y a partir de ésta encontrar los caminos que le hacen partícipe del deseo por expresar cada experiencia de su vida al estilo Nueve novísimos poetas españoles, entre otros autores.
Para la segunda parte se muestra más imperioso el deseo personal de expresión literaria, el adulto del cual ha elogiado y a su vez, hecho estragos para retomar una vida de vacíos que parten de los más profundos sentimientos y evocan una escritura más limpia, más pura de aquello que no se pudo contar, todo en diminutas historias: “los hechos que se narran son todos inventados, y ninguno de sus principales protagonistas tiene relación directa con personajes relevantes vivos o muertos”.
El joven sin alma
Vicente Molina Foix
2017, Anagrama