Abuso sexual infantil: el testimonio de Bárbara Blaine
El 24 de septiembre del 2017 Alberto Athié, nos avisa: “Nos enteramos con dolor que Bárbara Blaine falleció intempestivamente, dejándonos un extraordinario testimonio de vida y de lucha a favor de miles de víctimas de pederastia clerical en su país y en el mundo.”
En 1988, Bárbara Blaine fundó en Chicago, la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes, SNAP (por sus siglas en inglés), una organización de defensa de las víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes católicos. Ella había sido víctima del párroco de su Iglesia, lo que le ocasionó una severa crisis emocional de la que fue consciente muchos años después.
“Era una crisis personal para la que me sentí mal preparada para manejar. Yo no lo había considerado un abuso, ni me había pensado como una víctima. Él me convenció de que yo lo había causado. El abuso continuó hasta la preparatoria. Esos años estuvieron llenos de confusión, culpa y vergüenza. Él me llevó a creer que yo seguía provocando que él tuviera actos sexuales conmigo.
Después de confesarme en un retiro, me sentí lo suficientemente empoderada para alejarme del padre Chet Warren, y el abuso terminó. Todavía me entristece que el cura en el confesionario me dijo: “Jesús podría perdonar lo que sea”, en vez de “Tú no hiciste nada malo. Tenemos que llamar a la policía y a tus padres”.
Unos años después de estudiar teología y trabajo social, Blaine decidió confrontar al perpetrador y denunciarlo públicamente, exigiendo a la parroquia la reparación del daño.
“Con todo el valor que pude reunir, confronté a mi perpetrador, le dije a mis padres, y denuncié el abuso a la Diócesis de Toledo, Ohio, y ante los Oblatos de San Francisco de Sales. Pedí que a mi perpetrador se le alejara de los niños y niñas, que la Diócesis pagara por mi terapia, y que los ministros de la iglesia reconocieran que yo había sufrido de abuso.
Yo era muy ingenua y confiaba en los ministros de la iglesia. Les creí cuando dijeron que yo era la única que denunciaba crímenes hechos por Warren. Confiaba en que ellos sabían lo que era mejor cuando me sugirieron no denunciarlo ante la policía. Mientras decían que me ayudarían, los ministros de la iglesia se rehusaban a ayudarme.”
Pero Bárbara sabía que necesitaba continuar su proceso de sanación y buscó a otros sobrevivientes de pederastia clerical que le creyeron y entendieron su experiencia porque habían vivido situaciones semejantes.
“Comenzamos a investigar y aprender sobre cómo sanar las heridas de la violencia sexual infantil. Así es como comenzó la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes. La comunidad de SNAP hizo lo que la comunidad de la iglesia se rehusó a hacer: me ayudaron a darme cuenta de que mi sanación personal estaba ligada al trabajo para proteger a otros niños y niñas. Aunque no podíamos deshacer lo que nos había pasado, podíamos encontrar consuelo y sanar al prevenir más violencia sexual. Nos permitió decir lo que pensamos y exponer a nuestros perpetradores. Poco a poco, encontré mi voz y el dolor emocional primordial fue disminuyendo.”
SNAP tiene presencia en 73 países. Ha desarrollado una valiosísima labor de denuncia y de exigencia de rendición de cuentas al Vaticano que le ha dado mucha legitimidad. Bárbara encausó una demanda de justicia para las víctimas de abuso sexual infantil en la Iglesia católica, que todavía tiene un largo camino por recorrer. Su ejemplo sigue siendo una guía para quienes hemos abrazado esta causa.
“Estoy convencida de que lo que he hecho por 29 años, ha mejorado a la Iglesia, la ha hecho más segura, aunque todavía no lo suficiente.”