Una vejiga de cabra que se colocaba en la vagina de la mujer para evitar el paso del semen. Es una de las primeras formas de condón de las que se tiene noticia. Utilizado alrededor de tres mil años antes de nuestra era, en la isla griega de Creta, se atribuye su uso al rey Minos, de quien se decía que su semen contenía “serpiente y escorpiones”, por lo que con el prototipo de preservativo se protegía la vida de sus parejas sexuales.

Otra forma es la que fue hallada en la tumba del faraón egipcio Tutankamón, que es una muestra de las fundas de paño que solían utilizarse en la época, aunque no para prevenir embarazos sino para evitar enfermedades como la bilharziasis o esquistosomiasis, la cual era muy común en el norte de África y era provocada por un parásito que penetra en la piel de la persona al entrar en contacto con ella. Los huevecillos de este patógeno son expulsados a través de la orina de la persona infectada, motivo por el que es muy común que queden algunos de ellos en la vagina o el pene, proliferando la infección al entrar en contacto con piel.

También en la zona del Mediterráneo, en las entrañas del Imperio Romano, se solían utilizar intestinos o vejigas de cabras o de ovejas para fabricar fundas para el pene, las cuales eran utilizadas para evitar infecciones de transmisión sexual más que como método de prevención del embarazo. Se hipotetiza que quienes los utilizaban eran aquellos que solían acudir a las casas de citas o a las bacanales. A diferencia de los condones actuales, estos solían reutilizarse en varias ocasiones antes de ser desechados.