Durante años se creyó que el apéndice era un órgano sin utilidad. Charles Darwin lo consideró un vestigio inútil de la evolución; sin embargo, investigaciones recientes señalan que participa en la producción de anticuerpos para las mucosas intestinales, en la regulación del sistema inmunológico local y podría funcionar como refugio de bacterias benéficas que repueblan la microbiota tras una infección. No obstante, el único “beneficio” de no tener apéndice es evitar la apendicitis

Este padecimiento ocurre cuando el apéndice se inflama por infecciones virales, bacterianas o parasitarias en el tubo digestivo, incluso, por obstrucción del conducto que lo une al intestino, causada por heces endurecidas, inflamación del tejido linfático o tumores. La apendicitis es una urgencia médica, no sólo por el intenso dolor sino por el riesgo de perforación, que puede derivar en peritonitis, una infección grave de abdomen.

El síntoma inicial suele ser dolor alrededor del ombligo que luego se localiza en el lado inferior derecho del abdomen, acompañado de náuseas, vómitos, fiebre, falta de apetito y molestias al orinar. Puede ser agudo, con síntomas súbitos y severos, o crónico, con dolor intermitente durante semanas o meses.

El diagnóstico se basa en historial clínico, examen físico, análisis de sangre y estudios de imagen como tomografías. El tratamiento principal es la cirugía, que extirpa el apéndice, hasta una apendicectomía laparoscópica, que es menos invasiva. Vivir sin apéndice no pone en riesgo la vida, aunque puede aumentar la susceptibilidad a infecciones.