Bisexuales, mayoría silenciosa
“Pero… ¿estás seguro?”, “Esto es solo una etapa”, “Solo estás confundido”, “En el fondo eres gay y no quieres aceptarlo”, “Está bien experimentar, pero tienes que definirte”. Todas estas y otras opiniones ha recibido Bernardo a lo largo de los años, desde que se asumió como bisexual a los 28 años de edad. El reivindicar su orientación, que consiste en la posibilidad de sentir atracción erótica y afectiva por personas de género masculino o femenino, lo ha hecho sentir estigmatizado muchas veces, tanto entre la población heterosexual como entre la propia comunidad de la diversidad sexual. Por eso, en algunas ocasiones prefiere omitir este dato de su personalidad, a menos que sea absolutamente necesario revelarlo.
Un panorama muy similar ha encontrado Adriana, quien hoy tiene 36 años y estuvo casada con un hombre por 8 años. Su exesposo sabía de la orientación bisexual de ella, pero no tuvo problema alguno con eso, a diferencia del círculo más cercano de Adriana, que le cuestionaba por qué se había comprometido a un matrimonio heterosexual, si en cualquier momento podía enfrentarse a “tentaciones” con otras mujeres. “Lo que pasa es que no sabes lo que quieres”, llegó a comentarle su hermano, con quien tenía una relación de plena confianza, pero que en ese momento la hizo sentir incomprendida y juzgada.
Como Bernardo y Adriana, muchas otras personas bisexuales han tenido que lidiar con la constante descalificación y recibir un sinnúmero de “explicaciones” para lo que otras personas consideran algo pasajero, una confusión o incluso, una moda. Estos prejuicios parecen estar influyendo en la invisibilización de la población bisexual dentro del arcoíris LGBTIQ+, como lo sugieren las estadísticas.
Los números se hacen visibles
En 2021, el Instituto Nacional de Geografía (INEGI) llevó a cabo la primera Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG), el primer ejercicio gubernamental en su tipo, en busca de una aproximación estadística a la conformación de la diversidad sexual.
En la encuesta se encontró que 4.8 por ciento de la población mexicana a partir de los 15 años de edad, es decir, unos 4.6 millones de personas, se identificaban con alguna orientación y/o identidad sexual distinta a la heteronormativa, esto es, alguno de los conceptos incluidos en las siglas LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales, queer y más).
De estos 4.6 millones, el grupo más numeroso, por mucho, es del de bisexuales, con 51.7 por ciento de la población sexodiversa, seguido por 26.5 por ciento que se asume como gay y 10.6 por ciento que se reconoce lesbiana. Lo anterior significa que en México existen alrededor de 2.7 millones de personas que reivindica su bisexualidad.
Otro dato interesante, pero independiente de la identidad asumida, es la vinculación sexual con personas del mismo o distinto sexo en la población general. En la misma encuesta, el INEGI documentó que el 5.4 por ciento de las mujeres y el 1.8 por ciento de los hombres de 15 años de edad o más han tenido relaciones sexuales tanto con hombres como con mujeres a lo largo de su vida y en distinta medida.
De la población mexicana que se identifica como parte de la diversidad sexual, más de la mitad (51.7 por ciento) se declara bisexual. ¿Dónde está esa mayoría numérica dentro del movimiento de sexodisidencia? ¿Cuáles son las barreras que enfrentan las personas bisexuales dentro y fuera de la comunidad LGBTIQ+?
Reivindicar la existencia
“Les bisexuales somos la única identidad LGBT a la que se cuestiona constantemente, ya sea que estemos fuera o dentro del armario”, sentenció Fabiola Domenique, una de las fundadoras de Casa Biva, espacio de confluencia para personas con orientación bisexual e identidades disidentes, durante su participación en el Foro La construcción de la agenda de derechos humanos de las personas bisexuales en México, efectuado en la Cámara de Diputados el pasado 23 de septiembre, fecha en que se conmemora, de manera todavía no oficial, el Día de la Bisexualidad.
Y es que pareciera que para personas heterosexuales y sexodiversas por igual, el ser bisexual no es válido, es poco serio o una posición ventajosa de gente que “en el fondo es homosexual” y se esconde tras una fachada de heterosexualidad, que le mantiene en una zona segura frente al sistema patriarcal binario.
En otras palabras, cuando se es bisexual “no se es suficientemente gay para la comunidad queer ni suficientemente heterosexual para la comunidad hetero”, señaló Laura Arias París, psicóloga y fundadora del grupo Bi Positivo. “Pareciera que tu identidad no es válida, no es legítima y no es real”, añadió la autora del libro Ni medio heterosexual, ni medio homosexual. Soy bisexual (Altres Costa-Amic, 2019).
Pero para desmentir esos prejuicios, basta con mirar las respuestas obtenidas por la ENDISEG. En ella, la mayoría (43.4 por ciento) de las personas sexodiversas dijeron que se dieron cuenta de su orientación sexual desde la primera infancia, es decir, antes de los 7 años de edad, seguido de la adolescencia (34.1 por ciento), la juventud (16.1 por ciento) y la niñez de los 7 a los 11 años (5.1 por ciento); solamente 1.3 por ciento se dio cuenta de su orientación sexual en la edad adulta, a partir de los 30 años. Esto quiere decir que la bisexualidad, igual que la homosexualidad, son características con las que la persona se identifica desde las más tempranas edades, lejos de adoptarla como una “moda” o de vivirla como una confusión.
Plurisexualidad
Para Bernardo y Adriana, comprender sus propios sentimientos y encontrar a otras personas que vivieran lo mismo significó una búsqueda minuciosa y cautelosa. Durante su juventud, cercana al año 2000, el Internet estaba en pañales y los espacios de encuentro para la disidencia sexual eran difundidos de boca en boca o a través de pequeños anuncios pagados en una que otra revista.
Actualmente, el panorama es muy distinto. Las redes sociales han facilitado la convergencia de los más diversos grupos, además de que la información fluye en segundos y bastan solo unos cuantos clics para encontrar respuestas a preguntas que a las generaciones previas les tomó mucho tiempo dilucidar.
Pero no es sólo la información lo que ha cambiado. También las formas de expresar la propia identidad y de relacionarse en el aspecto sexoafectivo se han ampliado. Tanto es así que el término “bisexual” se acuñó con base en el binario de género, es decir, la existencia de sólo dos posibilidades: hombre o mujer. De ahí que alguien que se relacionara tanto con ellos como con ellas defina su orientación como bisexual. Sin embargo, hoy en día muchas personas están rompiendo las barreras que impone el binario de género, y se declaran no binaries o de género fluido, por ejemplo.
Por lo anterior,está comenzando a adoptarse el concepto de “plurisexualidad” para referirse a todas aquellas personas que no se insertan dentro del binario de género, ya sea en su persona o en quienes son objeto de su amor y/o su deseo. Así, la plurisexualidad sería lo opuesto de la monosexualidad, que es la atracción erótico-afectiva hacia un solo género. Los plurisexuales, entonces, se sienten atraídos por más de un género (o por quienes no se identifican con un género); esta categoría puede incluir a bisexuales, pansexuales o polisexuales.
El 43.4 por ciento de las personas sexodiversas dijeron que se dieron cuenta de su orientación sexual antes de los 7 años de edad, 34.1 por ciento en la adolescencia, 16.1 por ciento en la juventud y solamente 1.3 por ciento se dio cuenta en la edad adulta, a partir de los 30 años.
Más visibles, más presentes
La bisexualidad (y las identidades plurisexuales) son parte fundamental y numerosa de la diversidad sexual, aunque históricamente hayan sido invisibilizadas o cuestionadas tanto por la sociedad heteronormada como dentro de la propia comunidad LGBTIQ+. Reconocer su existencia, legitimar sus experiencias y garantizar sus derechos contribuye a la inclusión y desafía la rigidez del binario de género.
Para Bernardo y Adriana, como para millones de personas en México y el mundo, reivindicar la bisexualidad ha significado resistir juicios, dudas y etiquetas que no les corresponden. También les ha permitido construir relaciones más sinceras consigo mismos y con los demás, y descubrir que su orientación no es una “etapa” ni una “confusión”, sino una parte esencial de su identidad. Lo que queda claro es que su vivencia no necesita validación externa: basta con el orgullo de saberse auténticos y la certeza de que su lugar en la diversidad es tan legítimo como cualquier otro.