Sonidos imperceptibles
Lalo, de 7 años, tenía dificultad para aprender las lecciones escolares a pesar de su gran razonamiento, mientras que Miguel, de 42 años, solicitaba en las conversaciones que le repitieran las palabras en un tono más alto, y Enriqueta, de 64 años, comenzó a aislarse de reuniones sociales porque no lograba entender lo que otros decían. A pesar de la diferencia de edad, las tres personas compartían la pérdida de audición que afectaba considerablemente su calidad de vida.
La hipoacusia es la incapacidad para percibir o diferenciar sonidos leves o fuertes, es decir, se caracteriza por la pérdida auditiva, ya sea de forma moderada, severa o profunda, que, de no tratarse adecuadamente, puede limitar la comunicación y el desarrollo social.
Síntomas y causas
Cuando se afecta la salud auditiva se presenta dificultad para escuchar conversaciones, especialmente en ambientes con ruido, por ello hay una necesidad de solicitar que repitan lo que se dice. También se puede presentar zumbidos en los oídos (tinnitus) o sensación de oídos tapados, además algunas personas experimentan dolor, sensación de mareo y falta de equilibrio.
Si bien la falta de audición en menores de 10 años limita el desarrollo cognitivo, la hipoacusia en edad adulta propicia aislamiento social y depresión, al perderse la conexión entre la vía auditiva y el cerebro, se genera un deterioro cognitivo que incrementan las probabilidades de desarrollar demencias y Alzheimer.
Existen varias afecciones que pueden dañar la audición de uno o ambos oídos, ya sea de forma temporal o permanente. Las infecciones en vías aéreas superiores pueden generar sordera por la acumulación de moco en el oído medio.
Las infecciones bacterianas, virales, fúngicas o parasitarias pueden causar meningitis, una condición caracterizada por una inflamación de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal, por ello es común que se presente una pérdida auditiva cuando antecede esta condición.
La otitis media se caracteriza por una acumulación de líquido detrás del tímpano, mientras que la que otitis externa de nadador se caracteriza por una inflamación en el canal auditivo, ambas pueden generar sordera y si no se trata adecuadamente, el problema puede ser permanente.
Diagnóstico y tratamiento
De acuerdo con Jimena Atuán Rodas, médica especialista en audiología, cuando se ha desarrollado un daño en las células del oído interno, éstas ya no se regeneran, por ello se debe evaluar el nivel de deterioro para establecer un tratamiento que permita mejorar la calidad de vida ante la hipoacusia.
Explicó que si el daño es leve o moderado se pueden colocar aparatos auditivos externos; sin embargo, para personas con una afección más profunda, se pueden colocar implantes cocleares, cuyo funcionamiento se debe a una guía de electrodos que se introduce en el oído interno para estimular directamente el nervio auditivo y hacer la función de las células que ya están afectadas, con ello se logra una audición que permita entender el lenguaje de forma adecuada.
Factores de riesgo
Las enfermedades genéticas, como el síndrome de Usher, el síndrome de Pendred o la esclerosis múltiple pueden causar malformaciones a nivel de oído interno provocando degeneración progresiva de la audición, por ello es muy importante los diagnósticos en edades tempranas.
Las enfermedades metabólicas y cardiovasculares como diabetes e hipertensión no controladas pueden afectar al oído, ya que es el órgano más pequeño del cuerpo, y por tanto, es más sensible a cambios de presión.
Algunos analgésicos y antibióticos, así como diuréticos o medicamentos usados en quimioterapias pueden dañar la audición, sobre todo si se tiene antecedentes de infecciones repentinas, o alguna condición de salud que sea un factor de riesgo, además del consumo excesivo de tabaco y alcohol.
Prevención
En mujeres embarazadas es importante un control prenatal debido a que existen enfermedades como la toxoplasmosis, rubeola, citomegalovirus, herpes simple o sífilis que pueden causar lesiones en el bebé con consecuencias en la audición.
Lalo y Miguel recurrieron a un aparato auditivo que les permitió recuperar la interacción con su entorno, mientras que Enriqueta recurrió a un implante coclear para poder interactuar en conversaciones familiares. Los tres recuperaron su calidad de vida al escuchar sonidos que pensaban perdidos.