La visión se desvanece
Desde hace cuatro meses, Iván comenzó a golpearse con objetos cuando se movía dentro de su casa. Al salir a la calle, chocaba con postes de luz o algunos puestos que se le cruzaban durante su recorrido. Al ser más evidentes estos tropiezos constantes, decidió asistir a consulta médica, en la que lo refirieron con una especialista en oftalmología, quien después de algunos estudios, lo diagnosticó con glaucoma.
El nervio óptico es el encargado de transmitir señales visuales para que sean procesadas y se conviertan en imágenes, es decir, es una fibra sensible que permite la conexión entre los ojos y el cerebro. Cuando este nervio sufre daño, genera una afección llamada glaucoma, caracterizada por la pérdida de fibras del nervio óptico por su adelgazamiento, propiciando limitación del campo visual.
En México, se calcula que existen un millón de personas con glaucoma y el 50 por ciento de ellas no lo saben. La afección puede progresar y provocar la pérdida de la visión si se diagnostica en etapas avanzadas.
Causas y factores de riesgo
La principal causa es la elevación de la presión intraocular, sin embargo, existen variaciones que pueden ser de cuatro tipos: de ángulo abierto, que es el más común, caracterizado por un flujo lento del líquido acuoso del ojo a través de los canales de drenaje que propicia un aumento de la presión ocular; de ángulo cerrado, más común en mujeres, y ocurre cuando el iris bloquea el flujo del líquido acuoso del ojo, aumentando de forma repentina y severa la presión ocular, con posibles síntomas molestos.
El glaucoma congénito se presenta en la infancia y es causado por malformaciones en los canales del drenaje del ojo, mientras que el secundario ocurre cuando hay una condición médica que genera una lesión ocular, como diabetes.
De acuerdo con Alejandra Hernández, médica de glaucoma adscrita a la Asociación para Evitar la Ceguera, se ha detectado que el principal factor de riesgo para desarrollar glaucoma es la edad avanzada (después de los 60 años), sobre todo si se tienen otras afecciones como miopía.
Las lesiones oculares graves en el ojo y el uso prolongado de corticosteroides, sobre todo en forma de gotas, pueden aumentar el riesgo, principalmente en personas con predisposición genética.
Vivir con diabetes no controlada, tener hipertensión arterial o problemas de circulación también puede propiciar el desarrollo de glaucoma, ya que estas condiciones afectan de manera crónica las fibras del nervio ocular.
Síntomas y diagnóstico
Se le ha catalogado como una enfermedad silenciosa, debido a que los síntomas se presentan en etapas avanzadas cuando hay una reducción considerable del campo visual o cuando la visión central se ha afectado. En dichas etapas hay complicaciones para ver objetos cercanos a pesar de que sean grandes, lo que propicia accidentes constantes.
Los síntomas son variables, dependiendo del tipo que se desarrolle. El glaucoma de ángulo abierto mantiene la visión central, pero genera dificultad para ver objetos de los lados (visión de túnel). El de campo cerrado ocasiona dolor ocular intenso y repentino, enrojecimiento del ojo, visión borrosa, dolor de cabeza e incluso náuseas y vómitos. Con el tipo congénito puede haber ojos llorosos, sensibilidad a la luz, agrandamiento de uno o ambos ojos y córnea opaca.
Para el diagnóstico, se debe evaluar el estado de las capas de fibras del nervio óptico, lo cual se realiza con una tomografía de coherencia óptica del nervio ocular. Además, son necesarios estudios de funcionalidad para conocer el nivel de campo visual que se tiene.
Tratamiento
Alejandra Hernández, especialista de la Sociedad Mexicana de Oftalmología, explicó que el tratamiento para glaucoma depende de la etapa en que este se encuentre, ya que en algunos casos se requieren fármacos en gotas, cirugía o una combinación de ambos para disminuir el progreso de la enfermedad. Si bien no se puede recuperar la visión en su totalidad, sí se puede evitar mayor reducción del campo visual al evitar pérdida de fibras nerviosas oculares, aseguró.
Debido a que esta condición no causa síntomas en etapas tempranas, se recomienda acudir a una revisión oftalmológica a partir de los 40 años para conocer la presión ocular, más aún si hay antecedentes familiares, así como el estado de las estructuras de los ojos para observar si hay adelgazamiento del nervio óptico.
Después de una cirugía y llevar un tratamiento, Iván, de 47 años, ha limitado el progreso de su enfermedad. Lamenta no haber revisado antes su salud visual, ya que, al no presentar síntomas, no le dio importancia a una revisión anual de su presión ocular. Hoy, recomienda no subestimar la importancia de las revisiones por lo menos una vez al año.