Preocupación sin control
Después de perder su empleo, Ana decidió mudarse de ciudad para experimentar un nuevo espacio laboral, sin embargo, al llegar a su nueva casa, comenzó a aislarse de las personas. Después de cuatro semanas, cuando pretendía salir por víveres, sintió palpitaciones cardiacas aceleradas y sudoración sin causa aparente. La rodeaban pensamientos de peligro al estar sola en una nueva ciudad, los cuales se transformaron en un miedo constante. Había desarrollado un trastorno de ansiedad después de un suceso doloroso y la falta de sociabilidad.
La ansiedad es una respuesta psicológica y fisiológica ante situaciones percibidas como amenazantes o de riesgo. Involucra múltiples sistemas del cuerpo que detonan un estado de activación y de alerta excesiva.
Síntomas
Esta condición afecta el funcionamiento neurobiológico, por tanto, genera síntomas como aumento de la frecuencia cardiaca, respiración acelerada, tensión muscular, sudoración, cambios en el flujo sanguíneo, e incluso, alteraciones digestivas. Si bien cualquier persona puede tener algún síntoma de ansiedad, esta se convierte en un trastorno cuando las respuestas a situaciones sin riesgo persisten, al grado de interferir con el funcionamiento de la vida cotidiana. Esta afección también se caracteriza por patrones de pensamiento negativos como preocupación excesiva o perfeccionismo
Desarrollo
La ansiedad se desarrolla en varias áreas del cerebro como la amígdala, que es el centro en donde se procesa el miedo; el hipocampo, donde se encuentra la memoria; la corteza prefrontal, que regula las emociones, y el tronco encefálico, que permite las respuestas automáticas.
La ansiedad genera tres tipos de respuestas: la cognitiva, caracterizada por pensamientos de preocupación y anticipación negativa de sucesos; la fisiológica, que activa el sistema nervioso autónomo, y la conductual, propiciadora de comportamientos de evitación o escape.
Esta condición sería una respuesta natural del organismo ante situaciones que pueden poner en riesgo la vida, de modo que potencia un estado de alerta para enfrentar una amenaza; sin embargo, se convierte en una afección médica cuando no existe riesgo alguno y se mantiene un estado permanente de huida o lucha.
Causas y factores de riesgo
La principal causa para desarrollar ansiedad es un factor psicológico, como experiencias traumáticas, abuso físico o emocional o enfrentar la pérdida de un ser querido. También un desequilibrio químico cerebral, el consumo de algunos medicamentos o abstenerse a sustancias como cafeína, alcohol o drogas recreativas cuando el organismo está acostumbrado, pueden generar ansiedad.
Existen rasgos de personalidad que potencian la ansiedad, como haber desarrollado neurosis, un trastorno del sistema nervioso que distorsiona el pensamiento racional y afecta el funcionamiento social. Las personas introvertidas también pueden tener un mayor riesgo de desarrollarla, pues se les complica afrontar relaciones y evitan la interacción social de manera constante.
El principal factor ambiental para desarrollar ansiedad es el estrés crónico, que puede ser propiciado por presión académica o laboral, problemas financieros o conflictos familiares. La exposición a situaciones de peligro o incertidumbre como vivir en zonas de conflicto, inestabilidad económica o política también potencian esta condición sin importar la edad que se tenga.
Diagnóstico y tratamiento
Una persona profesional en salud mental, como especialistas en psicología o psiquiatría, pueden diagnosticar un trastorno por ansiedad, evaluando síntomas como: frecuencia de pensamientos de preocupación y dificultad para controlar esa sensación. También pueden evaluar inquietud o sensación de nerviosismo, irritabilidad, fatiga fácil, dificultad para concentrarse y problemas de sueño. Además, es importante evaluar, sobre todo en menores de edad, experiencias tempranas de la infancia como abuso físico y psicológico o sobreprotección, así como acoso escolar o discriminación.
Después de tomar psicoterapia por cuatro meses, Ana se dio cuenta que las expectativas familiares y culturales le causaban estrés mental, que, en conjunto con perder su empleo y el aislamiento social, desencadenaron miedo en distintos niveles. Ahora procura evitar situaciones de estrés y cuando suceden, identifica la naturaleza de su malestar para abordar la situación libre de ansiedad.