Consentimiento a debate
La francesa Gisèle Pelicot fue violada durante años, de manera encubierta, por decenas de hombres. Su esposo, Dominique Pelicot, la drogaba para después “autorizar” que distintos varones tuvieran sexo con ella. Gracias a la costumbre de Dominique de filmar los encuentros, la policía tuvo suficientes pruebas para enjuiciarlo y condenarlo a 20 años de prisión. Cincuenta hombres más fueron encontrados culpables, junto a Dominique, por violación agravada, intento de violación y abuso sexual. Lo sorprendente es que muchos de ellos, a lo largo del juicio, no entendían por qué se les estaba acusando.
¿Significa esto que, en el imaginario social, la potestad del cuerpo la tienen por igual la propia mujer y su esposo? Planteado así, suena como una idea absurda, pero estuvo presente durante todo el tiempo que duró el juicio y constituyó el ejemplo más duro para tratar un tema fundamental: el consentimiento.
El concepto de consentimiento
En el contexto de los derechos sexuales, el consentimiento ha emergido como un pilar fundamental para garantizar relaciones basadas en el respeto y la autonomía de las personas. A medida que los debates sobre violencia de género, abuso sexual y equidad han cobrado fuerza, se ha hecho necesario ahondar en el concepto de consentimiento sexual. Ya no basta con la simple aceptación de un acto sexual, consentir va más allá de eso: se trata de una aceptación libre, informada y segura de las actividades sexuales. Estas deberían las tres dimensiones esenciales para que todas las interacciones íntimas estén basadas en el respeto a los participantes.
Para que el consentimiento sea válido, la persona que lo otorga debe estar en condiciones de hacerlo de manera consciente y voluntaria. Contrario a esta idea, durante décadas se ha usado el alcohol para intentar “convencer” a una persona (principal, aunque no exclusivamente, mujeres) de tener un encuentro sexual. Sin embargo, hoy se ha puesto sobre la mesa que el uso de sustancias como el alcohol y otras drogas puede afectar la capacidad de una persona para tomar decisiones informadas. No es ningún secreto que el consumo de alcohol disminuye la capacidad de evaluar riesgos y procesar información, lo que puede llevar a situaciones en las que una persona no está en condiciones de dar su consentimiento de manera clara y libre.
Todo lo anterior convierte en un problema ético y legal cualquier interacción sexual que se dé en dichas circunstancias Por ello, las leyes en muchos países han comenzado a reconocer que una persona intoxicada no puede dar un consentimiento válido. Sin embargo, las normas sociales aún tienen normalizadas estas formas de aprovecharse del estado de vulnerabilidad de las personas bajo la influencia de sustancias.
Ya no basta con la simple aceptación de un acto sexual, consentir va más allá de eso: se trata de una aceptación libre, informada y segura de las actividades sexuales. Estas deberían las tres dimensiones esenciales para que todas las interacciones íntimas estén basadas en el respeto a los participantes.
Consentir en libertad
Además del consumo de sustancias, hay otros factores que pueden influir en la capacidad de una persona para otorgar su consentimiento de manera libre. La coerción, el chantaje, la presión social y hasta el desconocimiento sobre su derecho a negarse pueden llevar a alguien a ceder a actividades que, en realidad, no desea. El temor de herir al otro o incluso la violencia física vivida en otros momentos pueden funcionar como un mecanismo de coerción.
Por otro lado, el consentimiento otorgado bajo engaño también debe ser cuestionado, ya que si una persona accede a una actividad sexual bajo falsas promesas, como sucede en la manipulación, el consentimiento puede considerarse viciado. Este debate ha tomado relevancia en discusiones sobre el derecho a la información en las relaciones sexuales y cómo la omisión de datos fundamentales de una persona (su estatus civil o de pareja, su edad, entre otros) puede afectar la capacidad de tomar decisiones conscientes.
El consentimiento es revocable
Uno de los principios más importantes del consentimiento sexual es su carácter revocable. Es decir, aunque una persona haya aceptado participar en una actividad sexual, tiene el derecho de cambiar de opinión en cualquier momento sin tener que justificarse de ninguna forma. De igual manera, alguien puede haber consentido una cierta actividad sexual (sexo oral, por ejemplo), pero eso no hace extensivo el consentimiento para otras prácticas (penetración vaginal o anal, por mencionar algunas).
El consentimiento no es un contrato incuestionable ni una obligación que deba cumplirse sin excepción. La idea de que una vez iniciado un acto sexual este debe continuar sin interrupción solamente responde a una concepción de las relaciones sexuales y de género que comienza a considerarse arcaica, en la que se minimiza la autonomía de quienes deciden detenerse.
Sobre este a specto, los movimientos feministas y organismos de derechos sexuales han señalado la importancia de comprender que cualquier señal de incomodidad, rechazo o negativa, incluso en medio de una relación en curso, debe ser respetada de inmediato, pues no hacerlo implica una violación del derecho de la persona a su propia autodeterminación corporal y emocional.
Por otro lado, las dinámicas de poder en las relaciones pueden hacer que modificar el consentimiento sea un proceso difícil para algunas personas. Cuando existe una relación de dependencia, ya sea emocional, económica o profesional, el miedo a represalias puede impedir que una persona exprese su deseo de detenerse, pero en este contexto, la información sobre los derechos sexuales y el acompañamiento en la toma de decisiones pueden hacer la diferencia. Lo importante es lograr que todas las personas puedan ejercer su derecho a cambiar de opinión sin temor a sufrir consecuencias negativas
El consentimiento sexual debería ser otorgado con total libertad y con un deseo genuino de participar en la actividad que se propone, lejos de cualquier presión psicológica.
Entusiasmo y claridad
Otro aspecto del consentimiento que está generando cierto debate es la necesidad de que se manifieste de manera entusiasta y clara. En la concepción más tradicional (hay quienes dirían, más romántica), un guiño sutil, un tímido “sí” o incluso, el hecho de no oponer resistencia a la práctica sexual son interpretadas como señales de consentimiento. Sin embargo, lo que se busca hoy en día es no dejar espacio para la interpretación. Así, se ponen sobre la mesa de discusión los factores que pueden influir en la aceptación, como los mencionados chantaje, manipulación y coerción.
Actualmente se considera que el consentimiento auténtico debe expresarse de forma verbal o física y lo más importante es que no debería dejar lugar a dudas. Ante cualquier incertidumbre, la otra persona debería optar por detenerse. Por supuesto, es más fácil describirlo que hacerlo en realidad, pero en este punto es donde entra la educación sexual integral.
Así, el concepto de consentimiento entusiasta ya ha comenzado a promoverse en las discusiones sobre salud sexual. Es un enfoque que resalta que el consentimiento debe ser otorgado con total libertad y con un deseo genuino de participar en la actividad sexual. De esta forma, se ha buscado eliminar poco a poco la violencia sexual, la cual, no está de más decirlo, no siempre es física.
Consentir es un derecho
El consentimiento sexual es una parte fundamental de los derechos sexuales. Es tan simple como que ninguna persona debe obligar a otra a participar en actos que no desea. Para que sea válido, el consentimiento debe otorgarse en las condiciones adecuadas, sin la influencia de sustancias que alteren la conciencia, debe poder revocarse en cualquier momento sin cuestionamientos ni represalias, y debe expresarse de manera clara, entusiasta y libre de coerción.
Estos principios son fundamentales para la construcción de una sociedad que respete la autonomía y la dignidad de cada persona en el ámbito sexual. La educación, la legislación y la sensibilización social son pilares sobre los que se debe construir una cultura en la que el consentimiento sea la base no negociable de todas y cada una de las interacciones sexuales.