Una sonidera trans — letraese letra ese

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Una sonidera trans


“¡A seguir bailando rico y sabroso!” es la invitación que sale de las bocinas que se han apoderado del ambiente auditivo de la Alameda Central y han puesto a bailar a decenas de parejas que toman una pausa a sus ajetreadas rutinas para sacar los llamados “prohibidos” (pasos de baile) y olvidarse de sus cotidianeidades mientras se dejan llevar por el ritmo de una “guaracha” o de una de las clásicas canciones de la Matancera o de cualquiera otra sonora.

Empuñando su micrófono rosa, atenta a la computadora o a las tornamesas, y en varias ocasiones, las banderas que simbolizan a las diferentes poblaciones de la denominada diversidad sexual, no deja de enviar saludos a sus conocidas y conocidos, a quienes le pasan un papelito para enviar un saludo y quedar bien con la pareja que les ha acompañado al baile de la tarde o de la noche, o incluso, a quienes se le acercan para saludarla o hacerle algún comentario.

Portando orgullosa su sudadera negra con letras doradas en las que se inmortaliza su nombre “Abigail, la Reina Rumba” o “Abigail, la Mamazona” ha recorrido un sinfín de lugares para poner a bailar a miles de personas. Desde los alrededores donde comenzó su trayectoria, entre los límites de la ciudad y el estado de México, entre Azcapotzalco, Tlalnepantla y Naucalpan, hasta el centro de la capital mexicana y otros estados de la República.

Envuelta en una bandera segmentada, la mitad de los colores del arcoíris y la otra mitad con los de la bandera trans, tomó la Plaza de las Artes, del Centro Nacional de las Artes (Cenart), para animar e invitar a la pista a centenas de personas que acudieron al cierre del ciclo de Sonideros, programado por esta institución cultural, y para ser testigos del derroche de pasión y de talento de Abigail, quien orgullosamente afirma por los micrófonos de todos los espacios en los que se presenta, ser la primera sonidera trans de México y el mundo.

En un principio fue la pista

Inquieta desde niña, gustosa de la música, la primera pasión de Abigail fue el baile, siendo una constante asistente a los bailes que los sonidos organizaban cerca de su casa desde su adolescencia. En cada una de estas sesiones de descargas musicales de ritmos caribeños, sones, cumbias, salsas, música romántica, entre otros, destacaba por sus pasos apasionados y constantes, pues no quería perderse ninguna pieza musical.

En los bailes sonideros suele hacerse una rueda alrededor de quienes ejecutan los mejores pasos, y Abigail era el centro de atención de estas ruedas, pues si algo le sobraba eran habilidades para adaptarse a cualquier ritmo. También era saludada constantemente por quienes estaban encargados de las tornamesas, la mezcla de las canciones y los micrófonos, pues una de las características de los sonideros es la intervención vocal de quienes están poniendo las melodías para enviar saludos, dar recados, hacer comentarios chistosos, explicar la historia de alguna pieza musical, entre otras cosas.

Lo que comenzó como esas aventuras de adolescencia en las que tenía que estirar los permisos lo más posible, pues su papá le exigía llegar antes de las nueve de la noche, se fue convirtiendo en un estilo de vida, en un ejercicio constante para soltar el cuerpo, en una identidad. A pesar de ser el centro de las ruedas de baile, no siempre bailaba sola. Aunque no era su intención, cuando llegaba con sus amigos, quienes estaban al frente de las tornamesas les saludaban como “Abigail y sus amazonas”.

 

Abigail, la Reina Rumba es la primera mujer trans que ha logrado hacerse un lugar como sonidera en la historia del movimiento. Su amor por el baile la llevó no sólo a robar miradas con sus mejores pasos, sino también a colocarse detrás de las máquinas mezcladoras, marcando el ritmo de los grandes eventos.

 

Unos pasos digitales

Tras varios años de acudir a los bailes, comenzó a llamar la atención de muchos sonideros, debido a su popularidad, lo afable de su carácter, su insistencia en el baile constante y la naturalidad con la que se desenvolvía, quienes la invitaban a sus bailes. También comenzó a acercarse a aquellos que, a comienzo de este siglo, fomentaron una cultura sonidera digital, pues ante la falta de espacios en los canales de televisión y estaciones de radio, impulsaron páginas de internet en las que compartían fragmentos de sus bailes del fin de semana o tenían programas especializados en dar a conocer el ambiente sonidero y la agenda semanal.

Uno de ellos era Armando Navarro Junior, quien la invitó a participar en su página de internet y le puso los nombres de “Abigail Amazonas” y “la Tremendísima Mama Zona”. A pesar de que la idea la entusiasmó, confiesa que aceptar la propuesta no fue fácil, ya que considera que en aquellos tiempos aún eran muy discriminadas las mujeres trans. En su caso, era aceptada en su familia y en su entorno social, pero pasar a un espacio como el internet le provocaba temor. No sabía cómo reaccionaría la gente al verla a cuadro.

Su respuesta natural fue que ella no servía para eso, que lo suyo era la pista de baile, y después de mucha insistencia, se animó a participar como modelo en uno de los programas. Al paso del tiempo, los comentarios de quienes seguían las transmisiones era que las chicas tuvieran su propio programa. Una vez más, rechazó la idea, pues sabía que algunas personas habían criticado su presencia en las transmisiones por ser trans.

Después de muchos ruegos, y ante el abandono de sus compañeras, le propusieron hacer transmisiones mientras se desarrollaban los bailes o invitar a algunos sonideros a tocar un poco dentro de su programa. Al paso del tiempo se adaptó al internet, a las redes sociales y a ser un referente en los mundos digitales sobre el mundo sonidero.

Poco a poco se fue acostumbrando a las grabaciones, a realizar entrevistas a otros sonideros, a llevar algunos discos compactos por si no llegaba algún invitado, a poner algunas canciones y a platicar con la gente a través de las plataformas sociales.

 

Su destino: ser sonidera

Si algo tiene Abigail es agradecimiento con la vida. Se considera afortunada por todas sus vivencias. En aquellos años en que tenía su programa por internet estaba colmada de dicha por que seguía acudiendo a los bailes, se colocaba en los centros de las ruedas, era reconocida y tenía muchos espectadores a través de las pantallas de las computadoras.

Pero, como en varias etapas de su vida, le volvieron a proponer salir de su zona de confort y arriesgarse un poco más. Don Beto y su hijo Alberto Vega Junior le pidieron que ella comenzara seleccionar la música en sus programas, con la promesa de que ellos la ayudarían a usar las mezcladoras.

Otra vez se negó en un principio, a pesar de que le dijeron que contaría con todo el apoyo necesario. Sin embargo, no pudo eludir su destino, y poco tiempo después, tomó el micrófono para hacer su primera mezcla y combinarla con su voz mientras transmitía en vivo. Aquella tarde-noche sus padrinos fueron Ulises Monroy, la primera imitadora de Jenni Rivera y sonido Capricornio.

Después de recibir “la patada inicial”, comenzó a tener cierto auge, a ser entrevistada en múltiples medios de comunicación y a posicionarse como la primera sonidera trans, tomando un espacio que comúnmente estaba cerrado para las mujeres, y más aún, para las mujeres trans.

Sin embargo, las rutas de vida pueden tener ciertos desvíos. Ese fue su caso. Por cuestiones de seguridad personal y de su familia, tuvo que dejar todo a un lado y olvidarse de las noches de regocijo de muchas personas mientras ella iba combinando diferentes canciones y ritmos, saludando y moviendo sus pies al ritmo que ella misma iba tocando.

 

A raíz de su continua presencia en los eventos, Abigail comenzó a llamar la atención de muchos sonideros debido a su popularidad, lo afable de su carácter, su insistencia en el baile constante y la naturalidad con la que se desenvolvía.

 

Renacer

Después de algunos años decidió regresar a su pasión, a las pistas de baile, y también a las redes sociales, donde se llevó la sorpresa de que la gente no la había olvidado. Comenzó a recibir mensajes en los que la felicitaban por su regreso, sus seguidores comenzaron a aumentar y sus compañeros del mundo sonidero volvieron a invitarla a tocar en muchos bailes.

“Yo llegaba y ya estaba la gente esperándome, pidiéndome la fotito, incluso hasta autógrafos me han pedido, y yo como soy, pues me da pena, pero ese es el amor que tienes de la gente”, dice mientras sonríe y saluda a quienes se conectaron a la transmisión en vivo que activó para seguir esta entrevista. Mientras ésta transcurre, va mandando saludos y contestando a las preguntas que le realiza su comunidad virtual.

En este retorno se ha posicionado aún más, ha participado en un par de marchas del orgullo LGBTIQ+, le han realizado entrevistas en varios canales de televisión, la han invitado a participar en varios bailes masivos, aunque no son sus favoritos, pues prefiere el contacto con la gente, y es la sonidera que pone a bailar cada semana a quienes transitan por la Alameda Central.

Reconoce que el aprendizaje no fue sencillo, pero ha ido construyendo su estilo. No utiliza ningún complemento para su voz, no la distorsiona ni le hace efectos de retraso para que sus frases sean más prolongadas, como se estila en el ambiente sonidero; utiliza su voz al natural. Sus memorias electrónicas están rebasadas de su capacidad, saturadas de canciones acompañadas de todos los ritmos conocidos.

Al compartir algunos de sus secretos, asegura que lo mejor es siempre llevar un poco de todo, pues con la canción que menos se imagina es la que provoca una inundación de la pista y el arranque de una prometedora velada. El otro es la improvisación, como aquella tarde-noche en el Cenart, donde después de recetar una buena dosis de clásicos de música tropical, alguno de los cuales bailó, sorprendió con un popurrí de Alejandra Guzmán.

“Nadie baila de la misma manera, depende mucho de cómo sientas la música, todas las personas la sienten de manera diferente”, asegura y ríe al compartir que en su caso, le gusta bailar con los chavos que lo hacen de forma cachonda al escuchar salsa, uno de sus ritmos favoritos.

Como si despidiera una noche larga de baile, afirma que más allá de todo lo que ha pasado en su vida, y de los cambios que ha tenido a lo largo de ella, la primera gran transición que ella y todas las mujeres trans deben de tener es “ser seguras de sí mismas”, y eso, “en cierta forma hace que las chicas se unan más”. En su ambiente natural, las pistas de baile, detrás de los equipos de audio, debajo de las luces y con sudor después de haber bailado y seleccionado música por horas, con un último dejo de euforia, nos diría “¡Muchísimas gracias, nos vemos hasta la próxima!”.

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