La manosfera: machismo digital — letraese letra ese

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La manosfera: machismo digital


En general, el acoso en línea se piensa como un problema individual, con personas aisladas por aquí y por allá, desplegando comportamientos violentos. Sin embargo, si se observa el panorama de modo más amplio, el acoso suele ser un fenómeno interconectado, organizado y coordinado. En específico, cuando las feministas o cualquier figura pública femenina que se pronuncie por los derechos de las mujeres son blanco de hostigamiento, éste suele provenir de una red virtual difusa, conocida como la manosfera. Esta trama incluye blogs, pódcasts y foros integrados por “gurús de ligue”, activistas por los derechos de los hombres y antifeministas, así como por su público. Esto no quiere decir que sus creencias estén unificadas y sean universales para el grupo, pero muchos de los participantes tienen una base común: la misoginia.

El lenguaje de la manosfera refuerza una visión machista y misógina del feminismo como un movimiento que odia a los hombres. Con ello, aprovecha la oportunidad para victimizar a hombres jóvenes y niños frente a lo que considera una ideología destructiva: la perspectiva de género. Así, los creadores de contenido o influencers de esta corriente han logrado conseguir millones de seguidores en sus redes sociales, nutriendo su público, principalmente, de varones adolescentes y jóvenes que encuentran en ellos una salida al temor que les genera la idea de no poder cumplir con las “nuevas expectativas” que se tienen de los hombres en los tiempos actuales:

De acuerdo con Emily Setty, profesora de criminología de la Universidad de Surrey, Inglaterra, la estrategia de aquellos a quienes llama “influencers de la misoginia” es criticar la perspectiva de género progresista porque, argumentan, perjudica tanto a hombres como a mujeres. En consecuencia, promueven un retorno a los roles de género tradicionales.

Acoso virtual y real

En 2017, Anita Sarkeesian, una crítica de medios y bloguera feminista de Estados Unidos, participó en la VidCon, una convención para creadores de contenido digital, en un panel sobre las presencia de las mujeres en línea. Las primeras tres filas del público estaban ocupadas por youtubers antifeministas. Sarkeesian llevaba meses siendo objeto de hostigamiento, amenazas de muerte, insultos y amenazas de violación provenientes de diversos grupos de extrema derecha y derechos de los hombres, después de lanzar una serie de blogs llamada “Tropos vs. las mujeres en los videojuegos”, que cuestionaba los estereotipos sexistas en los juegos de video. En aquel panel, un youtuber conocido por el seudónimo Sargon of Akkad, estaba sentado en la primera fila, filmándola.

Cuando el moderador del panel preguntó a los participantes por qué creían que aún era necesario discutir el acoso a las mujeres, Sarkeesian respondió: “Porque creo que uno de mis principales acosadores está sentado en la primera fila”. Y añadió: “Si buscas mi nombre en YouTube, obtienes a idiotas como este tipo que están haciendo estos estúpidos videos que dicen lo mismo una y otra vez”. Miró directamente a Carl Benjamin, nombre real del videobloguero, y dijo: “Odio darte atención porque eres un ser humano basura”.

 

Los influencers que se dicen "machos alfa" y que alardean de tener las técnicas más infalibles para seducir a las mujeres están creciendo rápidamente. Su mensaje antifeminista y misógino resuena en aquellos niños, adolescentes y jóvenes que buscan pertenecer a los hombres exitosos, conforme al estereotipo más tradicional de género.

 

Después del incidente, Benjamin dijo haber sido ofendido al ser llamado “ser humano basura”, acusó a Sarkeesian de ciberacoso y calificó de abuso su comportamiento. La manosfera de YouTube mostró su indignación publicando decenas de videos que retrataban a Sarkeesian como una “abusadora” (bully), una “mártir”, “una acosadora en serie” e incluso una misógina.

Las investigadoras Alice E. Marwick y Robyn Caplan, del Instituto de Datos y Sociedad, con sede en Nueva York, utilizan la escena anterior como un botón de muestra de cómo opera y se disemina la misoginia en la red, llegando sin muchos problemas hasta la vida real. En su artículo “Bebiendo lágrimas masculinas: el lenguaje, la manosfera y el acoso en red” (Feminist Media Studies, 2018) señalan que los grupos misóginos instigan activamente el acoso sistemático.

Así, dicen las académicas, muchas de las técnicas utilizadas en el hostigamiento en Internet, como el doxing (publicación de información personal en línea), la pornografía de venganza (difusión de imágenes íntimas sin consentimiento), la humillación y la intimidación, “fueron perfeccionadas por activistas de los derechos de los hombres y gamers antifeministas” durante una controversia en línea conocida como Gamergate, la cual involucró difamación, filtración de datos personales y, como colofón, el ataque abierto de los videojugadores a la supuesta colusión entre medios de comunicación y grupos feministas, que estaban “destruyendo” el mundo de los videojuegos con sus críticas sociales.

Guías para domarlas a todas

La masculinidad basada en la fortaleza física, la violencia y el rol de proveedor son los conceptos en los que se basa lo que promueven los influencers de la misoginia. Como “complemento”, defienden la feminidad sumisa, enfocada en el rol de cuidado y el servicio y en cumplir los estereotipos de belleza que indica la moda del momento. Con esto, su contenido se basa en gran parte en dar recomendaciones de cómo tratar a una mujer para dejar de ser víctimas de su chantaje, su manipulación y su interés económico.

Sin embargo, no todo este saber es gratuito. Los principales creadores de este contenido han dado el salto a las “capacitaciones” presenciales, eventos pagados donde comparten sus métodos para recuperar lo que de la masculinidad se ha perdido, según su criterio, y así recobrar también el equilibrio en las relaciones (heterosexuales) de pareja. Así obtienen grandes ganancias por sus redes sociales, también se aseguran un ingreso en el mundo real.

 

Esta corriente ha hurtado y manipulado el propio vocabulario feminista, acusando a las mujeres de “machistas”, “misóginas” y “patriarcales” cuando se pronuncian por los derechos femeninos

 

Sensación de pertenencia

Los millones de niños, adolescentes y jóvenes que siguen este contenido encuentran en él un sentido de pertenencia. En su artículo “Cómo los ‘influencers de la misoginia’ atienden la ansiedad de los hombres jóvenes” (The Conversation, 2023), Emily Setty explica que estos creadores de contenido “atrapan” a sus seguidores mediante tres tipos de factores.

El primero son los “factores de empuje”, que provienen de las situaciones en las que los hombres jóvenes se encuentran en la sociedad y por las que el contenido misógino resuena en ellos. “Un ejemplo es la percepción de que las mujeres y las niñas están logrando más en el lugar de trabajo y en la escuela, y que, como resultado, los hombres y los niños están en desventaja y se quedan atrás en términos de las oportunidades y el apoyo disponibles para ellos”.

VEl segundo tipo son los “factores de atracción”, que son las tácticas de los influencers para hacer su contenido más llamativo. Consisten en ofrecer un contenido visual atractivo y un sofisticado manejo de las redes sociales. Esto puede lanzar mensajes extremos que crean respuestas emocionales intensas, además de que ofrecen al usuario una comunidad de personas con ideas afines.

Finalmente, el tercer tipo de factores son los “personales”, que explican los diferentes niveles de vulnerabilidad de los niños y jóvenes al efecto de estos creadores digitales. Los más vulnerables suelen ser aquellos que se sienten más presionados por las expectativas que tiene su entorno inmediato sobre la masculinidad, por ejemplo, los jóvenes más excluidos socialmente o los que viven en un contexto que celebra las formas de masculinidad basadas en el dominio y el éxito con las mujeres jóvenes.

En conclusión, la manosfera ha desarrollado una estrategia de acoso coordinada que da un nuevo impulso al machismo, el sexismo y la misoginia, y que ha logrado infiltrarse en espacios cada vez más amplios. Este fenómeno, lejos de ser un simple problema de comportamientos individuales, refleja un acoso sistemático y organizado que impacta tanto en las mujeres como en la percepción pública del feminismo, exacerbando la violencia y la discriminación en línea. Combatir estas dinámicas requiere un análisis crítico y una respuesta colectiva que desmonte el lenguaje y las tácticas de la manosfera.

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