James Baldwin, paria y profeta — letraese letra ese

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James Baldwin, paria y profeta


La figura del escritor afroamericano James Baldwin suele confundirse con la del Baldwin activista defensor de las minorías raciales y sexuales. Interlocutor y amigo de las personalidades literarias más notables de su tiempo, el novelista supo hacer frente a las adversidades de la segregación y el racismo en los años cincuenta, con las armas de su talento y un temperamento sobrio y mesurado no exento de indignación ante las injusticias sociales. Su largo exilio voluntario en Francia le permitirá afinar su sensibilidad intelectual y su compromiso político en tanto testigo directo de los estragos del colonialismo y la revuelta estudiantil.

En Estados Unidos, su prestigio como escritor comprometido le coloca a una altura digna de su mentor literario, el afroamericano Richard Wright, autor del clásico Native Boy. Sin embargo, Baldwin no se limitó al ejercicio de la escritura. Toda su vida militó por la causa de los derechos civiles, al lado de líderes negros como Martin Luther King y Malcolm X. La revisión y lectura de sus obras es un imperativo en tiempos de una recrudecencia de la intolerancia y el racismo.

El negro de nadie

James Baldwin nace el 2 de agosto de 1924 en el barrio neoyorkino de Harlem. Muy pronto manifiesta una pasión por los libros y una inteligencia privilegiada, misma que le permite comprender precozmente que las mejores oportunidades en el mundo escolar y académico están irremediablemente reservadas para las personas blancas. Es la época de una segregación racial más dura que se prolonga hasta los años cincuenta cuando se presenta el emblemático episodio de la estudiante afroamericana Dorothy Counts, quien al acudir a una escuela preparatoria en Charlotte, Carolina del Sur, padece las agresiones de sus condiscípulos blancos, quienes le escupen a su paso, le arrojan piedras y un sinfín de improperios, en protesta por un programa piloto de integración racial en las escuelas.

Sin ser tan dramática la situación de Baldwin, ese acto brutal de racismo bastó para decidir al joven de 24 años a tomar la ruta del exilio hacia Francia, una nación que imaginaba libre de racismo o, por lo menos, más tolerante que el país que acaba de dejar.

El año es 1948 y en París se respira infatigablemente el aire de la liberación reciente. Baldwin divide su tiempo entre los miserables cuartos de hotel donde comienza a redactar sus primeras novelas y los cafés bohemios (Aux Deux Magots, La Rotonde) en los que alterna con una élite intelectual existencialista presidida por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. También frecuenta los clubes de jazz (junto con Boris Vian, Juliette Greco, Marvin Gaye, John Coltrane o Miles Davis) y no pocos bares gays (L’Abbaye, Le Fiacre), donde descubre una vibrante actividad homosexual clandestina a la que hará referencia después en su segunda novela El cuarto de Giovanni (Giovanni’s Room, 1956). Contrariamente a su debut literario con la novela Ve y dilo en la montaña (Go and Tell it on the Mountain, 1953), relato semi-autobiográfico sobre su infancia en el ghetto a lado de un padrastro predicador y a la vez violento, su proceso de madurez y sus crisis religiosas, lo que ahora plasma en esta narración sobre Giovanni es un drama sobre un hombre norteamericano que vive en París una pasión amorosa con un hombre y con una mujer.

En rigor, se trata de una novela que aborda el tema de la homosexualidad con franqueza y temeridad inusitada para la época. Sorprende primero a los editores porque no hay en todo el relato la presencia de un solo personaje negro, frustrando las expectativas de muchos lectores de color. Por la calidad de su escritura y la originalidad en el tratamiento de su tema, la novela es considerada hoy una de las creaciones más vigorosas de Baldwin.

La invención del “negro”

El autor de Notas sobre un hijo nativo se definía a sí mismo como un escritor transatlántico, pluma nómada entre Europa y Norteamérica, ya que 40 de los 63 años de su vida los pasó en Francia, donde se sentía muy satisfecho. Así lo explica: “Todos los americanos que conocí en París tenían algo en común. No importaba que sus orígenes fueran europeos y los míos africanos. No estaban más a gusto en Europa que yo. Una vez que fui capaz de aceptar que teníamos eso en común –y me llevó mucho tiempo– me liberé de la ilusión de que odiaba a América, y era hora de volver. Había hecho mi primer avance y ganado mi primera batalla conmigo mismo”.

En su primer regreso al país natal, en 1957, el también autor del volumen de ensayos La próxima vez el fuego (The Fire Next Time, 1963), entra en contacto con activistas afroamericanos, defensores de los derechos civiles de las minorías raciales, quienes pronto le cuestionan lo que es justamente una de sus virtudes cardinales: la lucidez política acompañada de una serenidad moral. Se le exigen posturas más radicales, a tono con las de Eldridge Cleaver, Huey Newton –ambos Panteras negras– o del propio Malcolm X. A cambio, él ofrece su solidaridad crítica y la aportación de sus propias reflexiones sobre lo que significa ser negro en Norteamérica. Entre otras cosas afirma: “El negro siempre ha sido una invención incómoda de los blancos y tarde o temprano tendrán que hacer algo al respecto, porque la historia de los negros estadounidenses es la historia de Estados Unidos, y no es una bella historia”.

Baldwin cuestiona también la homofobia que aún priva en el activismo revolucionario negro. La lucha colectiva por los derechos civiles de los negros debe pasar primero –en opinión del escritor– por un fuerte análisis crítico de los prejuicios de los compañeros de ruta y también de lo que el negro entiende de su propia condición racial, misma que poco tiene que ver con el negro servicial y complaciente de la popular novela La cabaña del tío Tom (1852) de Harriet Beecher Stowe o del film Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939).

El rechazo de cierta condescendencia por parte de los blancos y la firme conciencia de la insoslayable dignidad del hombre negro, son dos distintivos presentes en las seis novelas, dos obras de teatro y seis libros de ensayos que escribió Baldwin, sobre todo en Francia, país que todavía le guarda un fuerte reconocimiento.

Repercusiones

En la celebración actual del centenario de su nacimiento, su figura y el impacto de su pensamiento en torno del racismo y la homofobia siguen siendo revalorados. El vibrante empoderamiento personal de cara a la población blanca (“No soy tu negro”: de servicio, de ornato, de buena conciencia o de fantasía sexual), ha hecho mella en el reclamo comunitario del Black Lives Matter.

Lo mismo se han llevado a la pantalla la emotiva historia de su novela Si la calle Beale pudiera hablar (Barry Jenkins, 2018), situada en Memphis, Tennessee, cuna del blues afroamericano, que un fascinante recorrido por su vida y obra, y el clima cultural de su época, en el documental del haitiano Raoul Peck, No soy tu negro (2016) basado en Recuerda esta casa, una obra inconclusa de Baldwin. En esa cinta se rescata esta declaración del escritor: “Cuando digo que no soy un negro no es porque tenga miedo o vergüenza de serlo, sino porque se trata de un término que en la República tiene como propósito hacerte ver que no formas parte de ella”.

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