Sexo, género y cromosomas
Imane Khelif, de Argelia, y Lin Yu-Ting, de Taiwán, son dos de las boxeadoras que compitieron en los recientes Juegos Olímpicos de París. Sus contundentes victorias frente a sus adversarias habrían sido alabadas como hazañas deportivas, si no fuera porque su tremenda fuerza comenzó a ser cuestionada, con el argumento de que “no parecían” mujeres. Gran estatura, espalda ancha, hombros y brazos con una importante musculatura y rostro de facciones duras fueron las características físicas que, consideradas socialmente como “masculinas”, desataron la polémica sobre si ambas peleadoras debían o no estar en la rama femenil de la competencia.
La situación fue aprovechada para revivir la polémica sobre la participación de mujeres trans en categorías deportivas femeniles, ya que es hasta fechas recientes que el tema se ha puesto sobre la mesa y se han visibilizado cuestiones de inclusión, no discriminación, igualdad de oportunidades y equidad de género:
Hubo mucha tela de dónde cortar en el debate público. Factores como el machismo, la transfobia e incluso el racismo (“¿por qué se ha cuestionado tantas veces a competidoras racializadas a lo largo de la historia olímpica?”) fueron mencionados como posibles causas del rechazo que, desde algunos sectores, se manifestó con furia contra las deportistas.
Batalla que trascendió el ring
Era el 1 de agosto y la sede olímpica se preparaba para mirar el combate entre la argelina Khelif y la italiana Angela Carini, pero el enfrentamiento duró solo 46 segundos, pues la italiana decidió abandonarlo tras recibir un golpe en la nariz. En conferencia de prensa posterior al encuentro, Carini, visiblemente afectada, comentó que nunca había recibido golpes tan fuertes, insinuando que tal fuerza debía ser "investigada" por el Comité Olímpico Internacional. La insinuación era clara: una mujer no debería ser capaz de ejercer tal poder físico.
Días más tarde, el 5 de agosto, la taiwanesa Lin Yu-Ting también enfrentó repudio en su pelea contra Svetlana Staneva, de Bulgaria, a quien venció para dejarla fuera de los cuartos de final en la categoría de menos de 57 kg de peso. Al conocerse la decisión de los jueces de darle el triunfo a la oriental, Staneva, en un claro ademán, primero se señaló a sí misma y luego marcó una "X" con sus dedos para aludir a sus cromosomas XX, insinuando que Lin no poseía esa misma configuración genética y, por tanto, no debía estar compitiendo en la categoría femenina.
En este punto hay que decir que ninguna de las dos boxeadoras cuestionadas es una mujer trans, ni mucho menos un hombre. Imane Khelif y Lin Yu-Ting son mujeres cisgénero, es decir, personas que fueron asignadas como mujeres al nacer y que continúan identificándose con ese género.
El cuestionamiento hacia dos boxeadoras olímpicas tenía de dónde alimentarse, pues en marzo de 2023, la Asociación Internacional de Boxeo las expulsó de una competencia en Nueva Delhi con el argumento de que sus exámenes arrojaron niveles elevados de testosterona y cromosomas sexuales XY, conocidos como los cromosomas masculinos.
El complejo engranaje de la biología
El cuestionamiento hacia las boxeadoras tenía de dónde alimentarse, pues en marzo del año pasado, la Asociación Internacional de Boxeo (ligada al gobierno ruso actual) expulsó a Khelif y Lin de una competencia en Nueva Delhi con el argumento de que sus exámenes arrojaron niveles elevados de testosterona y cromosomas sexuales XY, conocidos como los cromosomas masculinos.
Lo que la Asociación no precisó (seguramente porque no lo considera relevante en sus políticas) es que ni los niveles altos de la hormona masculina ni el par de cromosomas XY determinan, automática y aisladamente, que un ser humano es hombre.
Las pruebas de testosterona han sido durante mucho tiempo una herramienta utilizada en el deporte para determinar la elegibilidad de las atletas en las categorías femeninas, pero han demostrado ser problemáticas. No solo han excluido a mujeres que de manera natural producen niveles más altos de esta hormona, como el caso de la velocista sudafricana Caster Semenya, sino que perpetúan la idea de que las mujeres deben tener cuerpos específicos para ser consideradas legítimas competidoras.
Cabe decir que el hecho de tener una mayor presencia de testosterona no hace que una mujer cisgénero sea menos mujer, ni supone una ventaja injusta. Sería equiparable a decir que un jugador de basquetbol no puede participar en la selección olímpica por ser excesivamente alto, o que el nadador multimedallista Michael Phelps tenía una ventaja indebida al tener brazos que alcanzan una envergadura 11 centímetros mayor que su propia estatura, característica que no posee la mayoría de los seres humanos en el mundo.
La diversidad corporal se abre paso
La endocrinóloga argentina Betiana Pérez explicó algunas de las condiciones biológicas involucradas en este y otros casos de atletas “masculinizadas” que participan en deportes de alto rendimiento. Entrevistada por el diario Página 12, señaló que tener cromosomas XY no implica automáticamente hiperandrogenismo, es decir, una elevada producción de testosterona, ni mucho menos que estas deportistas sean hombres. Hay mujeres con cromosomas XY que no tienen hiperandrogenismo, agregó.
Este caso conlleva a una pregunta fundamental: ¿qué define a una persona como hombre o mujer? Durante mucho tiempo, la respuesta ha girado en torno a los cromosomas, los órganos genitales o los niveles hormonales. Sin embargo, estas categorías son insuficientes para abarcar la diversidad de experiencias y cuerpos humanos.
Existen personas con variaciones intersexuales que desafían las categorías tradicionales de sexo. No todas las mujeres tienen cromosomas XX, así como no todos los hombres tienen cromosomas XY.
La idea de que el sexo es binario está siendo desafiada por la visibilidad cada vez mayor de personas intersexuales, así como por los avances en la comprensión científica de la biología humana. Se sabe que una persona puede tener genitales con la apariencia de un sexo y sus órganos reproductivos internos pueden ser los del otro sexo. Ni qué decir de quienes nacen con genitales ambiguos, que son sometidas a cirugías desde sus primeros años de vida, todo con el afán de "normalizar" un cuerpo que no encaja en los conceptos existentes.
Lo que define a una persona como hombre o mujer no es sólo un conjunto de características biológicas, sino un complejo entramado de identidad, experiencia y, en muchos casos, decisiones médicas y sociales.
Hoy se sabe que una persona puede tener genitales con la apariencia de un sexo y sus órganos reproductivos internos pueden ser los del otro sexo. Ni qué decir de quienes nacen con genitales ambiguos.
La influencia del machismo
Como sostiene el portal feminista Volcánicas, la polémica no se limitó al ámbito deportivo, sino que estuvo enraizada en un sistema de creencias machistas y transfóbicas. La idea de que Imane Khelif y Lin Yu-Ting son hombres (o mujeres trans) y, por lo tanto, dominarán injustamente una categoría a la que “no pertenecen”, sigue una lógica basada en estereotipos machistas según los cuales mujeres tan fuertes “deben ser hombres”.
Y algo que se pasó totalmente por alto en la discusión es que ni siquiera fue esta la primera vez que estas boxeadoras compitieron en unos Juegos Olímpicos. Las dos habían participado ya en Tokio 2020 y fueron eliminadas en cuartos de final; no hace falta decir que su complexión física era la básicamente la misma que hoy. Pero en aquel momento no avanzaron en las eliminatorias y nadie cuestionó su identidad de género; esto sucedió sólo esta vez, cuando ganaron.
El caso de las peleadoras olímpicas destaca la necesidad de crear un enfoque más inclusivo y matizado acerca del sexo y el género, tanto en el deporte como en la sociedad en general. Es una oportunidad para cuestionar esos estereotipos sobre cómo deben verse o comportarse las mujeres, ya que solamente perpetúan la discriminación y limitan las oportunidades para muchas personas.
El ámbito del deporte, siendo concebido como un espacio de respeto, fraternidad y sororidad, debería aprender a conocer y respetar la diversidad de cuerpos y experiencias de vida. Esto no solo es necesario para salvaguardar los derechos humanos, sino que también enriquece la comprensión de lo que significa ser humano.