Perder más agua de la que se ingiere lleva inevitablemente a la deshidratación. Cuando este problema se presenta, el cuerpo no tiene suficiente agua ni otros líquidos para llevar a cabo sus funciones orgánicas normales.

La deshidratación puede generarse por diversas causas. No beber suficientes líquidos porque no se tiene tiempo, no se encuentran a la mano o porque no se siente sed son motivos más frecuente de lo que se cree. Sin embargo, el agua que está en el cuerpo puede perderse por situaciones como sudoración excesiva, o por problemas de salud como diarrea, vómito, fiebre y aumento en la frecuencia de orinar.

El primer signo de la deshidratación es la sed. Sin embargo, esta es una señal que se va perdiendo con el tiempo, por lo que las personas adultas mayores son más propensas a deshidratarse, pues no sienten la necesidad de beber (o la sienten mucho menos que un adulto joven).

De igual manera, los bebés y niños pequeños son especialmente vulnerables a deshidratarse, pues las diarreas y vómitos pueden ser frecuentes, además de que pierden más agua en caso de sufrir de fiebre, en comparación con una persona adulta.

Si se siente sed y se bebe lo suficiente, el nivel de agua en el cuerpo se restablecerá, pero si la pérdida de agua continúa, se pueden presentar síntomas como micción menos frecuente, orina oscura, fatiga, mareos y confusión, los cuales son indicativos de una deshidratación severa.

Para recuperarse de esta complicación, se deben consumir abundante agua o bien, bebidas para deportistas o sueros rehidratantes que contengan electrolitos, es decir, elementos como sodio y potasio, que ayudan a mantener la hidratación.