Aunque en el imperio romano los conceptos de feminidad y masculinidad eran estrictos, por ejemplo, en cuanto a la vestimenta, también existieron personas que infringían estas normas. Se trataba de los galli, hombres que rendían culto a la diosa Cibeles.

Su apariencia y comportamiento, considerados femeninos, eran objeto de burlas y críticas por la sociedad. Como describieron varios autores de la época, los galli se rizaban el cabello, suavizaban sus piernas con piedras pómez y vestían ropa fina. Algunos, incluso, se removían quirúrgicamente los testículos.

Como lo explica la lingüista greco-británica Tina Chronopoulos, Cibeles era una diosa conocida en Grecia alrededor del 500 a.C. y que fue introducida en Roma alrededor de 205 a.C., donde llegó a ser reconocida como la madre del Estado.

El Museo del Vaticano alberga una estatua de Cibeles que incluye a Atis, su compañero humano. Algo muy inusual acerca de la estatua es cómo está dispuesta la ropa para dejar descubierta la entrepierna de Atis: no se ven genitales discernibles. A primera vista, Atis parece ser una mujer. Sobre esto, una versión del mito dice que el joven se autocastró, en un estado de frenesí inducido por Cibeles.

Algunos estudiosos han argumentado que la apariencia femenina de los galli era una forma de diferenciarse de la población general y que su castración voluntaria señalaba su renuncia al mundo y su devoción a Cibeles, imitando a Atis. Sin embargo, también puede pensarse que algunos de ellos se acercaran al culto a la diosa porque era una vía para escapar del estricto sistema de género binario.