Diversidad sexual indígena
Un águila de doble cabeza para representar la binariedad y la no binariedad, la ruptura de los cánones tradicionales establecidos conforme a las definiciones típicas de sexo y de género será el bordado que ocupe el centro de la vestimenta de Jobis durante la próxima Marcha del Orgullo en Guadalajara. Una marcha que será muy especial para elle porque celebrará los 10 años de participación en la misma como una persona no binaria wixárika y la primera en visibilizar a las poblaciones LGBTIQ en las comunidades indígenas de Jalisco.
Originarie de San Andrés Cohamiata, un poblado de no más de dos mil personas, enclavado en los límites de Durango, Nayarit y el territorio jalisciense, Jobis se considera una persona heredera de la cultura wixárika, antes conocida como huichola, pero ahora reivindicada como tal. Su comunidad está rodeada de montañas y de bosque, manteniendo una estrecha relación con la naturaleza y el entorno en general. Parte de esos vínculos los deja expresados en sus huipiles y pantalones, conocidos a nivel mundial por sus gamas de colores contrastantes con el blanco y su simbolismo.
A diferencia de su ropa cotidiana, también basada en el uso del huipil, el traje que utilizará para la celebración será bordado por su mamá, quien siguió sus recomendaciones y en los ropajes pretende mostrar un sinfín de intersecciones a las que se ha enfrentado a lo largo de su vida.
Entre ellas, el miedo, pues reconoce que durante su adolescencia enfrentó muchos temores al trasladarse de su comunidad a la capital jalisciense, donde actualmente reside una parte del año, y sentía incomodidad al tener que pasar frente a grupos de hombres, debido a cierta intimidación con sus miradas y sus actitudes hacia elle. Parte de este desprecio considera que era por su forma de ser, su ruptura con la imagen tradicional de un hombre, pero también, por su condición de indígena.
Entre la penumbra y la luz multicolor
Wixárika significa “persona de corazón profundo que ama el conocimiento” y eso define a Jobis, quien ha vivido algunos sobresaltos al interior de su comunidad y de su cultura, que le provocaron el cuestionarse a sí misme, a sus orígenes y a su forma de ver el mundo. En primer lugar, al tener que salir de su poblado de nacimiento para estudiar a partir de la preparatoria, y posteriormente, la licenciatura, en su caso, ingeniería en agronomía.
Allí se confrontó con cuestionamientos a su forma de ser. Le daba vergüenza ser indígena por que no se parecía a los actores que veía en la televisión y se consideraba muy diferente a ellos por el tono de su piel, teniendo inquietud por aclararse la suya. Además, se negaba a portar los trajes tradicionales y a hablar en su idioma.
Se sabía diferente, no sólo por su condición indígena, sino por su orientación sexual o su identidad de género, ajena a las normas impuestas en las que sólo hay hombres y mujeres y entre ellos tienen que formar parejas y acompañarse en este mundo sin posibilidad de cambio o de abrirse a las opciones de amar sin miramientos.
La de Jobis es una historia de búsqueda de identidad como persona indígena en el México actual, pero también como persona no binaria que desafía los parámetros de sexo y género no sólo de la cultura occidental, sino de su propia cultura originaria, la wixárika.
Wixárika
Con cierta culpa, reconoce que cuando se graduó de la universidad no quería utilizar el traje especial, elaborado por su madre, en su ceremonia de titulación. Desde su niñez, no le gustaba portar el traje, ya que en la escuela lo utilizaba todos los lunes y los viernes. En esos momentos desconocía el significado de la vestimenta.
Lo anterior no es porque se negara a asumir sus raíces, sino por muchas cosas vividas. Sentía miedo o rechazo por sus raíces, por su forma de hablar y de expresarse, por las burlas derivadas de sus orígenes, sumadas a las de su expresión de género.
Al interior de su comunidad, en muchas costumbres y rituales, asumir a alguien como hombre significa que debe respetar la tradición e ir acompañado de una mujer para los eventos, a pesar de que no tenga pareja y no le interese tenerla o no sea una pareja heterosexual. Por ejemplo, explica que cuando se da un cargo, el hombre debe ir acompañado de una figura femenina. Entonces, asegura, no se respeta lo que cada uno es y no se debería negar el acceso a estos cargos y a estas ceremonias porque no se puede negar una realidad, pues es parte de la cultura.
Incluso, en su propia cultura, sólo existen dos vocablos para referirse a personas no heteronormadas: ukaratsi, para referirse a una persona afeminada, y ukirrie, para denominar a mujeres masculinizadas.
Reivindicación
Uno de sus primeros cambios fue a nivel familiar, expresándoles a sus más cercanos su forma de ser, perdiendo el miedo a ser elle misme. Considera esa posibilidad de dialogar con su familia, especialmente su papá y su mamá, como una ganancia, ya que les puede compartir cosas de su vida muy íntima y de la lucha que está llevando a cabo para su reconocimiento al interior de su poblado de origen.
No siempre fue así, pues en su adolescencia sufrió una cerrazón con respecto al tema por parte de su núcleo familiar, situación que le costó trabajo revertir, pero aunque asegura que un poco tarde, esta experiencia le ha ayudado a sentirse mejor consigo misme y los demás, además de tener una mejor interacción con su comunidad. “Todo el pueblo lo sabe, ando libremente. No deben de asustarse y opinar porque me conocen de toda la vida”.
Pero, desafortunadamente, dice Jobis, hay personas que no se atreven a ser como son, y por eso, trabaja con ellas para que no se sientan solas. Y más aún, en las comunidades indígenas y rurales, donde el tema de la diversidad aún es un tabú. Un contraste, asegura, pues prácticamente todas las siglas del acrónimo LGBT están presentes en las mismas, pero optan por estar encerradas, prefiriendo el aparentar, casarse, establecer una familia y vivir en secreto.
En el Primer Encuentro Nacional de Personas LGBT Indígenas participarán personas de Chihuahua, Durango, Estado de México, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Veracruz, Yucatán, y de países como Bolivia, Guatemala y Uruguay.
Trabajo constante
Hace una década le parecía imposible tratar de resquebrajar sus propios valores culturales, pero el verse en medio de una marcha del orgullo en la que muchas personas como elle vivían a flor de piel la libertad le hizo ver la necesidad de también reivindicar su identidad cultural, retomando el ser parte del pueblo wixárika por medio de la vestimenta.
“Nunca pensé que íbamos a estar haciendo lo que estamos realizando actualmente, jamás vislumbré que ese acercamiento a la marcha significaría un cambio en mi vida”, afirma le ingeniere, quien al paso del tiempo ha trabajado con organizaciones nacionales e internacionales para visibilizar las situaciones de las personas indígenas LGBT.
Pero no sólo eso, sino que trata de estar en contacto con sus “hermanas y hermanos” para brindarles la atención necesaria y canalizarles a servicios ante diversas instancias públicas y privadas. Entre éstos, uno de salud mental debido al estrés y la ansiedad que provoca en sus coterráneos el rechazo y la exclusión, no sólo a ellos, sino a sus familias.
Al respecto, explica que sus comunidades son pequeñas, todas las personas se conocen y las familias no quieren ser señaladas por tener un integrante de la diversidad. Ese fue su caso, cuando comenzaron a cuestionar a sus padres por su orientación sexual, le enviaron a un internado de monjas en Guadalajara para ver si “le podían ayudar con su mal”.
Desde su experiencia reconoce que trabajar con personas indígenas LGBT es complejo debido a que algunas se quedan en sus comunidades a trabajar el campo, y por lo regular, viven situaciones de exclusión, o se trasladan a las ciudades para poder vivir su forma de ser un poco más holgada. A su vez, no todos pretenden ser activistas o defensores de derechos humanos, sino más bien buscan su estabilidad y su visibilidad.
En su caso, sus mejores aliadas han sido sus maestras de primaria, quienes le han abierto la posibilidad de hablar sobre el tema con otros chicos, y de capacitarlas a ellas para resolver las dudas que las y los chicos les plantean sobre su sexualidad, un esfuerzo que espera se traduzca en una mayor apertura al tema en otros ámbitos de su comunidad.
Primer encuentro nacional
Muy probablemente, el único grupo indígena LGBT visible era el de las personas muxes del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, estetizado con los típicos trajes de tehuana de terciopelo negro y multicoloridas flores, de talle largo, y adornados por un sinfín de joyas doradas. A partir de su reivindicación, Jobis no deja de portar el traje típico de su cultura. Un pantalón y un huipil de manta con bordados de diferentes elementos cosmogónicos como los bosques, los animales que habitan en ellos, el sol, el agua, entre muchos otros, acompañados de morral, sombrero y huaraches.
Estos son los que le han acompañado a lo largo de todas las marchas del orgullo en las que ha participado desde 2014. Su convicción lo ha hecho exigir espacios en los representativos LGBT de su estado natal, Jalisco, pero también en la ciudad de México, para mostrar que las personas indígenas son parte de la diversidad, no sólo cultural y lingüística, sino también sexual.
Hace 10 años, caminaba sin acompañantes en las marchas, pero al paso del tiempo se le han sumado algunos otros. Desde personas de su propia comunidad o vecinas hasta de otras culturas que también han comenzado a alzar la voz para su reconocimiento.
Si bien no son muchos, la cantidad de personas que le han solicitado ayuda ha sido suficiente para organizar en agosto próximo el Primer Encuentro Nacional de Personas LGBT Indígenas en Guadalajara, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Un encuentro muy particular porque en él participarán quienes se asumen como personas indígenas y quienes no se identifican como tales, pero viven y se han desarrollado en comunidades rurales, espacios donde no se ha trabajado el tema ni hay tanta sensibilización al respecto. El tema central del evento será la salud mental, pues es muy desgastante para quienes viven en estas pequeñas comunidades el poder aceptarse.
El mayor anhelo de Jobis es poder fungir como marakame para las y los integrantes LGBT de las comunidades wixárika, y por qué no, de otras culturas. Este es un líder espiritual, enriquecido por las experiencias de la vida que ayuda a sanar las almas para que las personas tengan un tránsito agradable por este mundo.