El precio del triunfo
En las últimas dos décadas, el mundo del deporte ha sido testigo de una serie de casos que han sacudido sus cimientos, revelando oscuros episodios de abuso sexual que han afectado a mujeres deportistas en todas partes del mundo. Estos incidentes han salido a la luz gracias a la valentía de quienes han decidido romper el silencio, pero también es innegable que el uso de redes sociales, más allá de los medios tradicionales de comunicación, ha permitido que la información llegue a ojos y oídos de más personas y que las afectadas encuentren un espacio para alzar su voz, aunque sea para pelear contra un sistema.
Confianza rota
Larry Nassar fue el médico del equipo nacional de gimnasia de Estados Unidos durante alrededor de 30 años. Comenzó su trabajo en la década de 1980 y continuó hasta su suspensión en 2015, cuando surgieron las primeras acusaciones de abuso sexual en su contra. Durante este periodo, Nassar también estuvo trabajando como médico en la Universidad Estatal de Michigan y en la clínica Twistars, donde, posteriormente, también se reportaron casos de abuso.
El de Nassar es un ejemplo de abuso sexual y traición de confianza con gran repercusión el mundo del deporte. Durante años, el médico aprovechó su posición de autoridad y confianza para abusar sexualmente de cientos de jóvenes gimnastas, con maniobras que, argumentaba, eran parte de los tratamientos médicos. Lo que comenzó como supuestos procedimientos médicos legítimos se convirtió en un patrón de abuso sistemático que dejó cicatrices físicas y emocionales en sus víctimas.
Las gimnastas que se decidieron a hablar públicamente sobre su experiencia incluyeron a figuras destacadas como Simone Biles, ganadora de siete medallas olímpicas (cuatro de oro, una de plata y dos de bronce) y Aly Raisman, que suma seis preseas olímpicas (tres de oro, dos de plata y una de bronce). Pero las víctimas que llevaron a Nassar a juicio superaban las 300.
Este caso destapó no sólo la dimensión del abuso sexual en el mundo de la gimnasia estadunidense, sino también las fallas en los sistemas de supervisión que permitieron que este abuso continuara durante tanto tiempo. Al menos, sirvió como un llamado de atención para la necesidad de implementar medidas más estrictas de protección y responsabilidad en todos los niveles del deporte, y como un recordatorio de la importancia de creer y respaldar a las víctimas de abuso sexual.
En 2018, Larry Nassar fue sentenciado a 175 años de cárcel. Mientras tanto, el organismo USA Gymnastics tuvo que entregar 380 millones de dólares a las víctimas y la Universidad Estatal de Michigan hizo lo propio con 500 millones, esencialmente como compensación de daños por no haber protegido a las jóvenes dentro de sus instalaciones.
Una vida de alto rendimiento
Las deportistas de alto rendimiento pasan gran parte de su vida de niñas y adolescentes dedicándose a entrenar y perfeccionar su disciplina, sea cual sea. Incontables horas de cada día, se someten a rigurosas rutinas de entrenamiento físico y mental para alcanzar sus metas deportivas.
En algunos casos, las y los deportistas deben vivir en las instalaciones donde entrenan, como es el caso del Centro Nacional de Desarrollo de Talentos y Alto Rendimiento (CENAR), en México, donde es frecuente que atletas de otros estados se muden estas instalaciones de la Ciudad de México para cumplir con su programa de entrenamiento. Cabe recordar que, la mayoría de las veces, se trata de adolescentes que incluso cursan secundaria o bachillerato en ese mismo centro.
Instituciones como esta permiten a las deportistas entrenar en instalaciones especializadas que cuentan con equipos de última tecnología y personal experto.
Sin embargo, aun hoy en día, en muchos ámbitos del deporte, la presión psicológica, la manipulación o la violencia emocional son vistas como herramientas comunes (o hasta necesarias) para fomentar la disciplina en las jóvenes atletas. Esto genera una importante dinámica de jerarquías que coloca a las aprendices en una condición de vulnerabilidad, mientras tratan de seguir las órdenes de figuras con mucha autoridad, desde entrenadores hasta médicos.
Así, las condiciones en las que entrenan las deportistas tienen un impacto significativo en su rendimiento y bienestar, pero es hasta épocas muy recientes que se ha comenzado a destapar el secreto y la complicidad con la que se abordaban o encubrían los casos de abuso sexual, algo que las atletas se veían orilladas a callar para no perder su lugar en un podio, al cual aspiraban desde que empezaron a entrenar, con frecuencia, siendo muy niñas.
Las condiciones en las que entrenan las deportistas tienen un gran impacto en su rendimiento y bienestar, pero es hasta hace muy poco que se ha comenzado a destapar la complicidad con la que se abordaban los casos de abuso sexual, algo que las atletas se veían orilladas a callar para no perder su lugar en un podio.
Cancha desigual
El futbol femenil es una rama que ha ganado mucha fuerza en la última década, logrando romper con ese estereotipo de que el futbol es “el juego del hombre”. Sin embargo, las desigualdades han sido evidentes durante todo este tiempo. Los sueldos y los patrocinios de las jugadoras siguen siendo muy inferiores a los de los futbolistas hombres, por lo que ellas han tenido que librar una batalla constante para obtener la igualdad. Como si eso no fuera suficiente reto, el futbol femenil enfrentó una dura realidad cuando la periodista Meg Linehan expuso, en octubre de 2021, denuncias de acoso sexual en contra del entrenador Paul Riley, exjugador y entrenador del equipo North Carolina Courage, en Estados Unidos. Los señalamientos hablaban de “conductas inapropiadas” (o más precisamente, coerción sexual) en su estancia en varios equipos y ligas desde 2010.
Como respuesta a estas acusaciones, Riley fue despedido de inmediato de su equipo. En solidaridad con las denuncias realizadas por sus colegas Sinead Farrelly y Mana Shim, las jugadoras de la liga mostraron su apoyo en cada partido: en el minuto seis de cada partido, las jugadoras se unieron en el centro del campo, simbolizando los seis años en los cuales ambas futbolistas estuvieron obligadas a guardar silencio.
El escándalo desencadenado por las acciones de Riley tuvo múltiples consecuencias en la liga femenil, entre las cuales destacó la renuncia de la comisionada de la liga, Lisa Baird, además de surgir acusaciones de conducta sexual inapropiada contra otros entrenadores.
Por debajo del agua
En los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, la clavadista mexicana Azul Almazán vivió su sueño de competir al más alto nivel. Era un logro mayúsculo para aquella adolescente que había empezado a entrenar diversos deportes desde los seis años de edad, pero que ya había alcanzado las esferas del alto rendimiento a los 10.
Su entrenador, Francisco Rueda, la formó, le exigió y la acompañó durante el tiempo de preparación previo a las Olimpiadas, y desarrollaron esa relación de cercanía que se da con un mentor, alguien con quien se pasa la mayor parte del día y la mayoría de los días de la semana.
Durante ese periodo, Rueda comenzó ha hacerle insinuaciones sexuales a Azul, a ver pornografía delante de ella y a recibirla desnudo en su cuarto, cubierto sólo con una sábana. La adolescente calló por temor, pues aún faltaba un año y medio para los Juegos Olímpicos y no quería tirar por la borda todo su esfuerzo.
Pero una vez terminada la competencia, Azul decidió no volver nunca al entrenamiento. Les contó a sus padres todo lo que había vivido y escribió una carta de siete páginas donde detallaba los abusos de los que fue víctima por aquel en quien confió para llevarla a la cima.
Estos casos representan solo algunos ejemplos en un problema mucho más amplio que afecta a las deportistas de todas las disciplinas en todas partes del mundo. El abuso sexual en el deporte no solo causa un gran daño a las víctimas, sino que también pervierte la integridad y los valores fundamentales del deporte.
Para abordar el problema es necesario implementar protocolos más rigurosos para prevenir, detectar y responder al abuso sexual en todos los niveles. Esto incluye establecer canales seguros para reportar incidentes y garantizar que haya consecuencias para los abusadores.