De la esclavitud a la autonomía
Priscilla Henry nació y vivió gran parte de su vida en condiciones de esclavitud, en el estado de Alabama, Estados Unidos, en el siglo XIX. Aunque la declaración que abolía la esclavitud se promulgó en 1863, el terrateniente de la plantación donde vivía Priscilla se negó a liberar a las personas que tenía sometidas.
En 1865, la mujer obtuvo al fin su libertad y viajó a St. Louis, Missouri, porque era bien sabido que las lavanderas eran mejor pagadas en esa ciudad que en otros lugares. Sin embargo, duró poco trabajando como empleada doméstica, pues descubrió que podía dedicarse a otro negocio que le dejara mayores ganancias: el sexo pagado.
Como lo explica el periodista Julius Hunter, quien pasó años revisando archivos históricos para escribir su libro Priscilla y Babe: de los grilletes de la esclavitud a madamas millonarias en el St. Louis victoriano, al terminar la Guerra Civil en 1865, la ciudad se llenó de veteranos, exesclavos y cazafortunas, lo cual provocó un auge del negocio del sexo.
Dicha actividad llegó a mover tanto dinero que las autoridades locales legalizaron el trabajo sexual y comenzaron a cobrar impuestos a los burdeles y a las trabajadoras registradas. Aun así, al mismo tiempo se endurecieron las penas por relaciones amorosas o sexuales entre personas de distinto color de piel. Pero Priscilla supo adaptarse a esas reglas dividiendo su burdel en dos áreas: una para hombres blancos y una para hombres negros.
Su capacidad para apegarse las regulaciones le permitió hacer crecer su negocio y al paso del tiempo compró varias casas en la ciudad, que regenteó ella misma o les rentó a colegas para poner sus propios establecimientos.