Cabellos y desvelos
En 2022, cientos de mujeres iraníes cortaron su cabello públicamente, ya fuera en las calles o en videos que, a escondidas, lograban subir a las redes sociales. Era su forma de protestar contra la muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años que fue detenida por la “policía de la moral” de ese país por no portar correctamente el hiyab, el velo que se supone debe cubrir la cabellera de las mujeres que profesan el islam. Tres días después de su encarcelamiento, se anunció que Mahsa había muerto y circuló la versión de que las autoridades la habían golpeado hasta matarla. En respuesta, algunas de sus compatriotas quemaron sus velos en las calles y se cortaron la cabellera como un signo de rebeldía.
El cabello femenino encierra misterios y cuenta historias silenciosas. Ha sido objeto de deseo, de tabú, de reflexión y de variadas interpretaciones a lo largo de la historia, en especial en el contexto de las principales religiones monoteístas que han modelado la cultura de la humanidad.
En la tradición cristiana, el cabello ha sido tanto un símbolo de virtud como un medio para la modestia, con referencias bíblicas que destacan su valor y, en ocasiones, su potencial peligroso. En el Islam, el velo, símbolo de recato y devoción, se convierte en un lazo estrecho entre la mujer y su fe. Mientras que en el judaísmo, el cabello a menudo se percibe como un tesoro que debe reservarse para la intimidad del matrimonio y ser defendido de miradas indiscretas.
A medida que se explora el tema dentro de estas perspectivas religiosas, se abre la puerta a un diálogo sobre la autonomía, la identidad y la expresión personal en el contexto de las creencias espirituales que continúan moldeando las vidas de las mujeres en la actualidad.
Los motivos del judaísmo
Ciertas vertientes del judaísmo determinan que las mujeres casadas deben llevar pelucas y no mostrar su cabello real. El cabello es una parte del cuerpo que solamente debe mostrarse al esposo, de modo que para salir en público, las mujeres deberán llevar el mencionado accesorio. Esto sucede, principalmente, en las comunidades del judaísmo ortodoxo, si bien en otras de ellas las mujeres casadas pueden optar por cubrir sus cabezas con un velo o pañuelo.
El hecho de no mostrar el cabello se percibe como parte de la observancia de la modestia, que es un valor importante en estas tradiciones.El uso de pelucas por mujeres judías ortodoxas tiene sus raíces en la interpretación de las leyes de modestia y recato que se pueden encontrar en la literatura rabínica, menciona el sitio web judío Jabad. La idea es que, al cubrir el cabello, las mujeres casadas mantienen su atractivo físico exclusivamente para sus esposos.
Así, las mujeres hacen saber que “no están disponibles” para nadie más que no sea su esposo, ya que la perspectiva judía considera que un cabello cubierto “crea una barrera psicológica, una distancia cognitiva entre ella y los extraños”.
Aun así, la mujer puede parecer atractiva para el exterior, ya que, según se puntualiza, el judaísmo defiende la belleza y la buena presentación. Las pelucas usadas por estas mujeres no son (ni deben ser) feas o desaliñadas, sino que cumplen dos funciones: cubrir todo el pelo, mientras mantiene una apariencia atractiva. “Aun cuando su peluca parece tan real como para que se la confunda con el pelo natural, ella sabe que nadie está viendo su cabello. Ha creado un espacio privado, y sólo ella decide a quién permitir entrar en él”.
A medida que se explora el tema del cabello femenino en estas perspectivas religiosas, se abre la puerta a un diálogo sobre la autonomía, la identidad y la expresión personal en el contexto de las creencias espirituales que continúan moldeando las vidas de las mujeres en la actualidad.
Tradición y cambio en el cristianismo
En el culto cristiano, durante mucho tiempo las mujeres eran requeridas de cubrir su cabellera con un velo cuando entraban a misa en los templos.
En el caso específico de la Iglesia católica, esta práctica tiene sus raíces en tradiciones y enseñanzas que han disminuido significativamente en las últimas décadas, especialmente después del Concilio Vaticano II en la década de 1960, donde gran parte de la liturgia fue modificada y “modernizada”.
Sin embargo, la tradición quedó arraigada y muchas mujeres aún eligen llevar velo como una muestra de respeto durante la celebración litúrgica.
De acuerdo con el artículo La mujer en la propuesta doctrinal de Pablo de Tarso: un análisis desde sus epístolas auténticas, de la investigadora Andrea Leitón Redondo, la perspectiva cristiana sobre el cabello femenino es tan antigua como las epístolas de San Pablo en el Nuevo Testamento, donde se aborda la decorosa vestimenta y, de manera específica, la cubierta del cabello durante las oraciones públicas.
La exhortación de San Pablo, respaldada por una interpretación rigurosa de la modestia, se convirtió en una guía para las mujeres católicas, quienes consideraban el acto de cubrirse la cabeza como un signo de respeto hacia la presencia divina en el lugar sagrado.
No hay que olvidar que San Pablo, aun siendo uno de los fundadores del cristianismo y discípulo directo de Jesús, también era judío, por lo que conservaba la connotación negativa que el cabello suelto tenía para la sociedad judía, por lo que constituía un signo de impureza. Tanto es así que en el libro de Números 5, 18 se establece que, si una mujer es acusada de adulterio, será deshonrada públicamente “descubriéndole la cabeza” o “soltándole los cabellos”.
Mención especial amerita el caso de las monjas católicas, quienes en algunas de las órdenes religiosas llevan el cabello recortado muy pequeño, o bien, lo cubren con un velo. Al cubrirse, las monjas recuerdan su papel como “esposas” de Cristo y muestran su devoción a la Iglesia.
El cabello femenino encierra misterios y cuenta historias silenciosas. Ha sido objeto de deseo, de tabú, de reflexión y de variadas interpretaciones a lo largo de la historia, en especial en el contexto de las principales religiones monoteístas de la humanidad.
La visibilidad del islam
Pero quizás la relación más tensa y polémica entre cabello femenino y religión es la protagonizada por las mujeres musulmanas. El uso del hiyab, conocido también como velo islámico, ha sido objeto de debates en diversos países de Europa donde, en aras de la defensa de la libertad religiosa, se busca, paradójicamente, limitar el uso de esta prenda en espacios públicos como escuelas u oficinas de gobierno. Mientras algunas personas lo consideran un símbolo claro de la opresión de las mujeres en la cultura musulmana, otras lo defienden como expresión de una religiosidad específica.
El papel del cabello de las mujeres en el islam está profundamente arraigado en las enseñanzas del Corán, el libro sagrado. El uso del hiyab conlleva un significado espiritual y cultural significativo. Como han defendido múltiples líderes religiosos, la decisión de llevar esta prenda es personal y varía entre las mujeres musulmanas, ya que se basa en interpretaciones individuales de las enseñanzas islámicas.
El hiyab se considera una manifestación externa de la modestia y la castidad, valores que son fundamentales en el islam. Según el Corán, las mujeres deben cubrir su belleza y guardar su modestia, y el velo se percibe como un medio para lograr esto. Sin embargo, cabe destacar que el uso del velo no es homogéneo en el mundo islámico, ya que las interpretaciones pueden variar según la cultura, la geografía y las escuelas de pensamiento islámico.
Según se explica en el documento Historia y cultura de la mexicanidad musulmana, publicado por la universidad de Guadalajara, “el hiyab es un símbolo de religiosidad e identidad”, mientras que la presunta opresión que para algunas personas representa “es generada por el sistema patriarcal que pretende decidir sobre el cuerpo de las mujeres, como imponer o prohibir el uso del hiyab”.
Esta percepción del patriarcado como un problema omnipresente en todas las estructuras de la sociedad, incluyendo las religiones, puede explicar el porqué de las tensiones entre las doctrinas religiosas y el cabello de una mujer.
En todas estas religiones, queda claro que el cabello femenino no es simplemente un adorno superficial, sino un lienzo donde se plasman creencias, tradiciones y expresiones individuales de fe. Estas manifestaciones reflejan la evolución de las doctrinas y su interacción con el mundo cambiante. El debate podría seguir hacia la comprensión de las mujeres que eligen o no seguir estas prácticas, en un entorno de diversidad de creencias y riqueza cultural.