En 1478, los Reyes Católicos de España crearon la Santa Inquisición, un tribunal eclesiástico encargado de combatir la herejía. Durante sus más de tres siglos de existencia, este organismo persiguió a muchos grupos, incluyendo a lesbianas y homosexuales, a quienes acusaron de cometer crímenes contra natura.

Los juicios contra lesbianas siguieron un patrón similar a los de hombres homosexuales, como lo narra la escritora Kalinda Marín en su artículo “La Inquisición y la persecución de las lesbianas en España y América”. Empezaban con denuncias de vecinos o familiares y seguían con detenciones, interrogatorios y tortura, si era necesario. Los castigos iban desde azotes públicos, destierro y encarcelamiento hasta la muerte en la hoguera.

Entre los casos documentados por la Inquisición está el de Catalina de Belunza, arrestada en 1571 por tener relaciones con varias mujeres a lo largo de 30 años. También está el caso de María Pérez, detenida en 1587 por haber tenido intimidad con Isabel Navarra. Otro caso escandaloso fue el de Sor Magdalena de San Jerónimo, una monja de clausura, que en 1619 confesó haber tenido trato “deshonesto” con varias mujeres.

En las actas de algunos juicios se usaba un lenguaje sumamente descriptivo, como al señalar el uso de un dildo: “trataba la una a la otra con un artificio de caña en forma de natura de hombre… Con sus manos la abría la natura a la dicha Catalina hasta que derramaba las simientes de su cuerpo en la natura de la otra por lo cual las llamaban Las Cañitas y esto es público y notorio entre las personas que las conocen”.