Cada día más, las relaciones interpersonales se crean y se desarrollan a través de las pantallas. El espacio virtual es visto como un gran abanico de opciones para conocer gente nueva. Las conexiones actuales son globales e instantáneas, y están a tan solo un clic de distancia. Así, entablar relaciones amorosas es, aparentemente, más sencillo que nunca, ya sea que se busque pasar al espacio analógico o quedarse simplemente en el digital, con todas las implicaciones del caso.

La globalización, impulsada por la omnipresencia de Internet, ha roto los paradigmas tradicionales de acercamiento social. En el bullicio de las metrópolis, donde la interacción parece cada vez más ajena y difícil, surge una paradoja contemporánea: a pesar de la abundancia de personas en comunidades virtuales, como redes sociales y aplicaciones de citas, la verdadera cercanía se desvanece y persiste el temor a los extraños.

Aun así, en la actualidad, no es raro que las personas encuentren pareja o amigos a través de aplicaciones de citas o redes sociales. La pandemia aceleró esta tendencia, brindando la oportunidad de expandir el círculo social y amoroso, incluso a nivel global.

Práctico e inmediato

Los romances cibernéticos forman ya parte incuestionable de las formas de relación entre adolescentes y jóvenes. Lo que antes parecía una excentricidad, conocer a una pareja por internet, hoy difícilmente causa asombro en las nuevas generaciones. Incluso las personas mayores se dejan llevar por la curiosidad de entablar relaciones virtuales, aprovechando las herramientas que hace un par de décadas no tenían.

De hecho, un estudio de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, reveló que en 2017, alrededor del 40% de las personas había conocido a su pareja en internet.

También en América Latina, la tendencia es clara. El estudio “Percepciones y uso de internet en Colombia 2022” reveló que el 49% de las personas ingresa a páginas o aplicaciones para conocer a potenciales parejas, y de ellas, el 81% ha conocido a alguien a través de internet en los últimos años.

Es así que el auge de los amores virtuales puede deberse a diferentes razones, tanto prácticas como emocionales. Una de ellas es el ahorro de tiempo: al conocer a alguien por internet se vuelve más fácil examinar su perfil para evaluar su interés en compromisos o relaciones casuales, lo cual evita “perder el tiempo” con una persona que no está buscando lo mismo.

Esta modalidad también se presenta como una gran oportunidad para las personas tímidas, permitiéndoles socializar de manera fluida en el ámbito virtual. Además, la geolocalización de las conexiones brinda la posibilidad de conocer a personas desde la comodidad del hogar o durante el desplazamiento diario, explorando nuevas oportunidades y e incluso expandiendo horizontes culturales.

Es aquí que los romances cibernéticos pueden florecer entre personas de diferentes culturas, edades, religiones y creencias. Sin embargo, es precisamente esta diversidad tan amplia la que puede ser una desventaja al momento de buscar que la relación sea duradera y que pase a formar parte del mundo tangible.

 

Los amores virtuales son cada vez más comunes, pero poco se ha reflexionado acerca de las implicaciones que tienen para la vida emocional de las personas. Los límites entre el amor y la idealización son delgados y pueden convertirse en un riesgo.

 

Ilusiones y realidades

Como lo explica Juan Antonio Barrera Méndez, psicólogo y catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el enamoramiento por internet despierta ilusiones, delirios y ansiedades, y la no materialización de estos sentimientos puede resultar en decepciones profundas.

En su artículo “Amores de Internet”, el también investigador señala que la ausencia de contacto físico real en las relaciones virtuales puede dar lugar a emociones intensificadas, y puede surgir la percepción de que las conexiones en línea son más fuertes que las relaciones presenciales. Esto porque en la dinámica de las relaciones virtuales, se observa un fenómeno intrigante: la apertura emocional antes de la interacción física.

El compartir problemas íntimos con alguien desconocido en un encuentro cara a cara podría resultar incómodo, pero en el espacio virtual, donde la realidad es difusa, se genera la confianza de forma más fluida, lo que da paso a una conexión emocional aparentemente más profunda. Este conocimiento mutuo, donde lo íntimo precede a lo físico, es distinto de las relaciones presenciales, donde se conoce a alguien físicamente antes de compartir pensamientos profundos.

De este modo, la falta de certeza y de una realidad palpable, permite que la imaginación trabaje y llegue a crear a la “persona ideal” con los pocos o muchos datos (reales o inventados) que se obtienen a través de las pantallas. Esta conexión basada en la ilusión puede ser un arma de doble filo, ya que la falta de contacto directo con la realidad puede producir un enamoramiento que no necesariamente está basado en la verdadera esencia de la otra persona. Barrera Méndez enfatiza que el enamoramiento virtual se alimenta de la atracción cálida y afectuosa construida en el mundo digital, donde la expresión verbal sustituye la realidad tangible.

Formas de amor

Iniciar una relación por internet requiere tomar ciertas precauciones, no sólo respecto a la seguridad física, sino también a la emocional. Idealizar a la otra persona podría llevar a formarse expectativas irreales, pues la información compartida en línea puede no ser verídica.

Con el fin de indagar más acerca de las relaciones virtuales entre jóvenes, las profesoras Brenda Rocha, Paola Uribe y Lina Estupiñán, del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, en Colombia, llevaron a cabo un estudio que evaluó la satisfacción que alcanzan los chicos y chicas con estas relaciones amorosas.

Según sus resultados, obtenidos de entrevistas con 633 jóvenes, a pesar de la facilidad para iniciar relaciones virtuales, se observa una baja satisfacción con ellas, ya que quienes participaron destacaron la importancia del contacto físico en un vínculo emocional. Las redes sociales, aunque facilitan el inicio de relaciones, no reemplazan el valor del abrazo, las expresiones faciales y la presencia física, señalan las autoras.

Por su parte, el psicólogo José Ricardo Franco, entrevistado por el portal Impacto TIC, señala que las tecnologías actuales están dando lugar a un enamoramiento basado en la perfección que ofrecen, es decir, un amor idealizado a partir de lo que la otra persona decide mostrar sobre sí misma en internet.

Las relaciones amorosas son, de por sí, complejas, y las que se dan por vía digital suelen aumentar las complicaciones. Comprender claramente dónde se encuentra la línea entre la ilusión virtual y la realidad tangible es esencial para mantener una buena salud mental y emocional.

 

Todo el enamoramiento por internet despierta ilusiones, delirios y ansiedades, y la no materialización de estos sentimientos puede resultar en decepciones profundas.

 

Amar sin idealizar

De acuerdo con diversos autores, no es que sea un simple y llano error conocer a una potencial pareja a través de internet. Lo que es importante es tener precaución para no atribuirle a esa persona todos los aspectos que se están buscando en una relación. Si esta idealización puede suceder incluso en las relaciones con contacto físico, se vuelve particularmente fácil al tener el contacto por la web.

Para evitar los sinsabores, decepciones o hasta peligros que pueden derivarse de las relaciones virtuales, las autoras Rocha, Uribe y Estupiñán recomiendan, por ejemplo, no mantener una relación exclusivamente en el espacio digital. Es decir, se puede conocer a alguien en internet, pero lo mejor es encontrarse en persona si se quiere continuar la relación.

Pero mientras se mantenga el vínculo de forma virtual, recomiendan una premisa básica que es útil no sólo para el amor, sino para cualquier vínculo interpersonal: "no hagas en internet lo que no harías en la vida real".

No hay duda de que explorar el amor en la era digital implica revisar una gran gama de posibilidades, pero es muy importante distinguir lo real de lo que no lo es. A pesar de vivir en un mundo cada vez más interconectado, las conexiones emocionales genuinas no son tan frecuentes como quisiéramos creer.