Infancias y la vida virtual — letraese letra ese

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Infancias y la vida virtual


Darles nombre a las generaciones (Baby Boomers, X, Z) no es simplemente una necesidad de clasificar y dividir, es la forma en que se intenta entender a todo un sector de la población cuyo contexto moldea su realidad. No se puede dejar de reconocer que la forma de aprender (y aprehender) el mundo de la Generación Alfa (la sucesora de la Gen Z) está atravesado por las tecnologías de la información. Así, algunos autores consideran que las personas nacidas a partir de 2010 son, hoy por hoy, la primera generación cien por ciento digital, es decir, verdaderos nativos digitales.

Es un hecho que la sociedad actual se apoya en la tecnología para ofrecer, obtener e intercambiar información, pero también para estar cerca de las personas y compartir un pensamiento que de otra forma permanecería en el círculo social más íntimo, como había venido sucediendo hasta principios de este siglo.

A la par que las y los nativos digitales han alcanzado la adolescencia, surgen cada vez más preguntas y preocupaciones sobre cómo su desarrollo, mediatizado por las pantallas y las redes sociales, será distinto del de sus padres o abuelos, y si realmente esto está fuera de control o existen formas de regularlo, en pos de que las personas usuarias se expongan a la menor cantidad de riesgos posible.

Una sociedad digital

Las redes sociales han adquirido una importancia crucial en la vida de hoy. Servicios como Instagram, TikTok o YouTube han inaugurado un horizonte inexplorado de oportunidades para las interacciones humanas, al mismo tiempo que se han erigido como fuentes inagotables de información y de entretenimiento. No obstante, algunos estudios muestran que la utilización excesiva de estas plataformas está vinculada a desafíos de bienestar mental, tales como la ansiedad, la depresión, el insomnio y la desconexión de la realidad.

El primer paso para comprender y abordar las problemáticas que se pueden generar en el mundo digital es reconocer que infantes y adolescentes pasan gran parte de su tiempo en dicho espacio y que no suelen disociarlo de la realidad. Es decir, la “vida virtual” es parte inseparable de la “vida real”, puesto que esta generación ha crecido con las pantallas como parte de su cotidianidad.

Tanto es así que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en su informe “Impacto de la tecnología en la adolescencia. Relaciones, riesgos y oportunidades” (España, 2021) descarta el concepto de Tecnologías de Información y Comunicación, o TIC, y lo sustituye por TRIC: Tecnologías para la Relación, la Información y la Comunicación. Al respecto, el organismo aclara que “en la actualidad, prácticamente todas nuestras acciones tienen un reflejo en el mundo virtual, por ello, cobra especial importancia incluir la ‘R’ de ‘relaciones’ en el análisis que hacemos del impacto de la tecnología en nuestras vidas y por extensión en la de las y los adolescentes”.

Además, sostiene UNICEF, después de los confinamientos a causa de la pandemia y con la implementación de la educación remota, se ha observado un incremento significativo en las habilidades digitales de niños, niñas y adolescentes. Por eso, contar con una mayor cantidad de herramientas digitales y un acceso ampliado a las plataformas sociales les brinda más oportunidades, aunque es cierto que conlleva una mayor exposición a riesgos en línea.

 

No se puede negar el papel crucial que juega hoy el espacio virtual para niños, niñas y adolescentes. La internet y las redes sociales son el espacio natural de convivencia y aprendizaje, consciente o no, acerca del mundo. Por ello es importante la reflexión sobre este ambiente digital y cómo afecta a este grupo.

 

Habilidades sociales

De acuerdo con el informe de UNICEF, el 58.1 por ciento de adolescentes (la muestra incluyó a personas de 11 a 18 años de edad) considera que las redes sociales y la internet le ayudan a hacer amigos o amigas, y 44.3 por ciento afirma que le ayuda a no sentir soledad.

Esto reafirma el análisis de la escritora Rachel Ehmke, del Child Mind Institute de Estados Unidos, quien sostiene que los adolescentes actuales están aprendiendo a comunicarse principalmente mientras miran una pantalla, no el rostro de otra persona. Mensajes, emojis, videos y animaciones son las formas de comunicarse hoy por hoy. Esto, en teoría, podría afectar la práctica de la “lectura” del lenguaje no verbal, ya que la mayor parte del tiempo no puede observarse las reacciones físicas de la persona interolocutora.

Además, en cuanto a los riesgos que implica la interacción social (rechazo, indiferencia, crítica), resulta más sencillo poner una barrera de cautela al enviar mensajes de texto, ya que se pone menos en juego. Dado que la conversación no se desarrolla en tiempo real, ambas partes pueden tomarse más tiempo para reflexionar sobre sus respuestas.

De este modo, es posible que los menores no desarrollen adecuadamente las habilidades para interactuar con sus semejantes y para satisfacer sus necesidades de manera presencial y en tiempo real, lo cual hace probable que lleguen a la adultez experimentando ansiedad. Asimismo, las dinámicas sociales se van volviendo más complejas a medida que las personas crecen y se involucran, por ejemplo, en relaciones románticas y laborales.

Mecanismo de recompensa

Conforme a un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional de Estadística en España, el 23.3 por ciento de los niños y niñas de 10 años de edad tienen un teléfono celular, cifra que se eleva hasta 94.8 por ciento en menores de 15 años. Aunque la facilidad de acceso a las redes sociales y a internet les expone a algunos efectos desfavorables, también hay razones de índole biológica a considerar.

El doctor Mitch Prinstein, Oficial en Jefe del área de ciencia de la Asociación Estadunidense de Psicología, señala que a partir de los 10 años, el cerebro de los niños experimenta un aumento significativo en la cantidad de receptores de hormonas como la oxitocina y la dopamina, vinculadas al sistema de recompensa, el placer y el apego social. Recibir un “like” en una red social desencadena una liberación de dopamina, generando una sensación adictiva de satisfacción inmediata. La oxitocina, por su parte, influye en que las personas se perciban más abiertas, generosas y confiadas en sus interacciones sociales.

Esta acción de las hormonas se entrelaza con otros aspectos relacionados con el desarrollo cerebral y la falta de experiencia. Según esta perspectiva, la transición hacia la vida adulta está íntimamente ligada a la búsqueda de reconocimiento, la necesidad de integrarse, la comparación con los demás, el desarrollo de la autoestima y de las habilidades sociales, así como la dificultad para regular las emociones. Todo esto podría dejar a niños y adolescentes particularmente propensos a los comportamientos y actitudes experimentados en las redes sociales.

Agresiones y autoestima

Otro riesgo significativo derivado de la comunicación indirecta en las redes sociales es la facilitación de comportamientos crueles. La psicóloga clínica y del desarrollo Donna Wick señala que, por esta vía, los niños transmiten mensajes que jamás considerarían expresar cara a cara.

Paradójicamente, todos los menores buscan lo mismo, consciente o inconscientemente: la aprobación de sus pares. Para satisfacer esta necesidad, los usuarios de redes reciben, cada día, resultados de una “encuesta” sobre cuánto les agradan a los demás, a través de “likes”. Esta situación puede generar una presión suficiente para influir en las decisiones de los chicos. En consecuencia, afirma Rachel Ehmke en su artículo “Cómo afecta el uso de las redes sociales a los adolescentes”, los niños pueden dedicar largas horas a esculpir sus identidades en línea, esforzándose por proyectar una imagen idealizada; seleccionan meticulosamente entre cientos de fotos, viviendo con intensa angustia la decisión de cuáles publicar en línea.

Si bien los adolescentes han estado inmersos en esta dinámica de aceptación desde siempre, con la llegada de las redes sociales se encuentran ante un panorama con más oportunidades y trampas que nunca.

Otro aspecto a resaltar de la tecnología es que, con los llamados “teléfonos inteligentes” nunca se está realmente solo. Los menores actualizan constantemente sus estados, comparten lo que están haciendo y tienen aplicaciones que les permiten a sus amigos conocer en todo momento su ubicación exacta. Esto conlleva a que los niños se perciban hiperconectados entre sí, las conversaciones parecen no tener fin y siempre hay algo nuevo que está sucediendo.

A la vez, en medio de toda esta hiperconexión, es bastante fácil sentirse solo, ya que ahora se sabe con plena certeza cuándo se está siendo ignorado.

 

Los niños, niñas y adolescentes de hoy son nativos digitales y muchas veces son ellos quienes enseñan y educan a sus padres en esta área, lo que genera una alteración en las jerarquías familiares.

 

Abordaje cercano

Según los datos del informe de UNICEF, el 98.5 por ciento de las y los adolescentes está registrado en alguna red social. Es decir, para esta generación “no estar presente en las redes es un hecho excepcional”. Además, el 61.5 por ciento tiene más de un perfil en la misma red social, que utilizan para familia y conocidos o para su grupo de amigos cercanos. “Obviar este dato implica que los progenitores puedan llegar a tener una falsa sensación de control” en cuanto a la seguridad en línea, refiere la instancia internacional.

Ante este panorama, científicos sociales proponen algunas medidas concretas para equilibrar la existencia de la vida en línea y la vida analógica. Lo más viable y que beneficiará a todo el núcleo familiar es establecer horarios sin tecnología. Pero esto no está destinado sólo a hijos e hijas, sino para todos los miembros de la familia. Una o dos horas al día donde nadie tenga en la mano un dispositivo con conexión a Internet dará espacio para convivir, hacer tareas de la casa en equipo o relajarse con actividades manuales, por ejemplo.

A esto se puede sumar el propiciar mayor actividad deportiva o fuera de casa. La tentación de sentir que se puede conocer cualquier cosa a través de una pantalla parece estar sustituyendo las experiencias tangibles, por lo que procurar más este tipo de actividades ayudará a alejar la mente del mundo virtual por un rato.

Sin duda, “las redes sociales ofrecen un entorno atractivo que los menores pueden utilizar para entretenerse y comunicarse”, apunta UNICEF. Sin embargo, encontrar el equilibrio en torno a su uso positivo y responsable es una tarea compleja, uno de los nuevos retos de la crianza en el mundo.

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