La onicomicosis es la infección ungueal más frecuente, crónica y difícil de tratar. Pese a que existen diversos fármacos antimicóticos en el mercado, su diagnóstico dependerá mucho del tipo de hongo y la disciplina de quien lo padece, pues podría durar meses o años con el tratamiento.

Las uñas (lámina) son estructuras de consistencia dura, creadas con queratina y calcio. Su función es preservar los tejidos de los dedos. El caminar descalzo en lugares públicos (albercas, gimnasios), usar zapatos que provoquen excesiva sudoración, por la edad (mayor a 50 años), el contacto cercano con alguien infectado, continuas lesiones (ejercicio), algunos padecimientos como la psoriasis, diabetes, VIH o problemas en el flujo sanguíneo, aumentan el riesgo de contraer onicomicosis.

Su lenta evolución y la ausencia de dolor ocasiona que no haya un diagnóstico oportuno, presentado en sus inicios una mancha blanca o amarilla en la uña. Conforme avance la infección fúngica, decolora, engrosa y deforma la lámina, además de volverse descamada y provocar mal olor.

Los principales hongos que producen la onicomicosis son: levaduras, mohos (ambos se refieren a enfermedades de la uña o traumatismos) y dermatofitos (afectan uñas, piel y pelo, son las más frecuentes). Con el historial clínico y el raspado de uña, que se examinará bajo microscopio, el dermatólogo determinará el tipo de hongo, su avance y descartará otros padecimientos.

Regularmente se trata con una combinación de antifúngicos por vía oral y de administración tópica, pues en su mayoría el hongo no se encuentra en la lámina sino en el lecho ungueal (por debajo de la uña, donde crece), lo cual dificulta su recuperación.