Más nudes, menos riesgos — letraese letra ese

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Más nudes, menos riesgos


Las sesiones de búsqueda de Mónica en una aplicación de contactos comienzan el jueves; le gusta preparar sus planes para el fin de semana. Generalmente encuentra dos o tres chicos que le gustan y que gustan de ella también, por lo que las conversaciones privadas se dan sin perder tiempo. Las preguntas usuales (¿de dónde eres?, ¿en qué trabajas?, ¿qué bebida te gusta?) son rápidas, pues ambos quieren llegar a lo importante: “mándame una foto”.

Para Mónica, como para muchas otras personas de cada vez más diversas edades, intercambiar “nudes” (fotografías desnuda) está entre los primeros pasos para coquetear con alguien que conoces en línea. Muchas de sus amigas lo hacen y están conscientes de que los chicos esperan que lo hagan. Además, a sus 26 años, siente que es lo suficientemente consciente para tomar precauciones al conocer a sus contactos de Internet, desde avisar a dónde va, citarlos en lugares públicos y compartir imágenes especialmente pensadas para no revelar su identidad.

Hablando y sexteando

Sexting es un término acuñado en inglés al mezclar las palabras “sex” (sexo) y “text” (texto, en alusión a los mensajes escritos enviados por celular). Esta práctica consiste en enviar imágenes y videos propios con contenido sexual, erótico o pornográfico. Actualmente puede darse a través de la mensajería instantánea para teléfonos celulares, o bien, mediante las redes sociales (tanto las más conocidas como las dedicadas a contactos de pareja).

Es innegable que la tecnología se ha vuelto una parte integral de la vida de muchas personas, principalmente en los entornos urbanos, y el ejercicio de la sexualidad no podía quedar fuera de su influencia. El utilizar los diferentes espacios de Internet para buscar potenciales parejas (ya sea amorosas o sexuales) o para mantener la comunicación con la pareja estable es una alternativa que se mantiene sobre la mesa.

Así, es posible sextear con una persona desconocida, con alguien que recién se conoce o con una pareja formal, siempre con el objetivo de buscar excitación y placer sexual. El aspecto visual siempre ha sido una parte integral de la sexualidad, pero con las herramientas digitales ha tomado una nueva dimensión. Y si bien el sexting es una expresión más de la sexualidad de las personas, es importante entender que no está exenta de riesgos

 

Si se le ve como a otras prácticas sexuales, el sexting o intercambio de imágenes íntimas debe cumplir con las reglas básicas de libre eleccion y consentimiento, además de mantener el material en privado si así se desea.

 

Conocer el entorno

El entorno del sexting puede ser tanto emocionante como arriesgado. A pesar de que la intención principal es fortalecer la intimidad con una pareja o persona de confianza, existen situaciones en las que el contenido compartido puede salirse de control.

Hay que recordar que todo aquello que “sube” a Internet es imposible de recuperar. Es posible copiar, almacenar, alterar y difundir cualquier dato en cuestión de segundos, y la persona que lo ha producido no vuelve a tener nunca el control de aquello que emitió. Por esto, por más que alguien crea que sus fotos o videos íntimos no serán compartidos sin consentimiento, esto es sólo una suposición.

Es fundamental comprender que siempre existe la posibilidad de que el contenido compartido se vuelva público o caiga en manos de terceros, incluso si se envía a personas de confianza.

El primer escenario donde se puede violentar la privacidad es cuando quien recibe las imágenes las comparte con una o más personas, o las coloca en algún sitio web (principalmente, de pornografía) sin el consentimiento de quien las envió. Esto parece lejano cuando el intercambio se da en una relación de pareja, pero las relaciones, a veces, acaban, y el material gráfico tiene un destino incierto bajo esa circunstancia.

Sexteo más seguro

Algunos sitios web que han abordado la práctica del sexting (como Libresenlinea.mx o Luchadoras.mx) la consideran como un tipo de interacción sexual parecida a una relación física, en el sentido de que debe cumplir con las condiciones básicas de un encuentro íntimo: libre elección y consentimiento.

En cuanto a la decisión libre de sextear, es importante no ceder a presiones o chantajes, ya sea de la persona que solicita las imágenes o de algún grupo de amistades. Puede ser lo que “está de moda”, lo que “todos hacen”, pero como cualquier práctica erótica, no es para todas las personas.

Lo anterior toca muy de cerca el consentimiento de ambas partes involucradas. Por ejemplo, hay frecuentes quejas de mujeres que reciben fotos no solicitadas de desnudos por parte de hombres que les “coquetean”. Con frecuencia no tienen oportunidad de aceptar o negarse si solamente les llega la imagen sin aviso.

Por todo esto, el objetivo de sentar estas bases es minimizar los riesgos del sexteo, que son, principalmente, la difusión no consentida de imágenes íntimas y la extorsión (en este contexto, a veces llamada sextorsión).

Para evitar estos riesgos no basta sólo con confiar en la palabra de la otra persona, hay que protegerse de una manera activa. En principio, es necesario maximizar la seguridad de los dispositivos electrónicos mediante el uso de contraseñas. También se necesita utilizar aplicaciones de mensajería que tengan cifrado de extremo a extremo, lo que quiere decir que la comunicación se transmite en un código que no se puede descifrar, ni siquiera por la propia empresa que creó la aplicación.

En segundo lugar, hay que eliminar las imágenes compartidas. Se debe borrarlas de cualquier dispositivo y pedir que la otra persona haga lo mismo. También se deben borrar los datos de la nube si es que se tiene esa opción de almacenaje.

Al generar imágenes o videos, es mejor ocultar datos que permitan identificar a la persona: por supuesto, el rostro, pero también marcas de nacimiento, tatuajes o alguna otra característica corporal específica. Del mismo modo, hay que evitar mostrar demasiado del entorno, como la casa o la habitación, y tener aún más cuidado si las imágenes se toman en un lugar de trabajo o una institución escolar.

Cabe recordar que una fotografía o video pueden dar más información que lo que se cree. El lugar, la fecha y la hora a la que fueron tomados son características que también quedan “impresas” en el archivo. Si se intercambia con alguien desconocido, puede encontrar la forma de analizar esta información.

 

En México, se contemplan de tres a seis años de cárcel a quien videograbe, fotografíe o elabore videos simulados de contenido sexual de una persona sin su consentimiento o mediante engaños.

 

Adecuación de las leyes

A raíz de los daños que se generan por difundir material íntimo sin consentimiento, que pueden ir desde la depresión hasta la obtención de recursos por compartir imágenes de otras personas (por ejemplo, vender los “packs” de fotos privadas), las leyes se han ido modificando para ajustarse a esta realidad.

El caso más relevante y reconocido es el de la llamada Ley Olimpia, un conjunto de reformas al Código Penal Federal y a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia con el fin de reconocer y sancionar la violencia digital, en especial la que se comete contra la intimidad sexual de las personas.

La iniciativa fue nombrada así en honor a su impulsora, Olimpia Coral Melo, que siendo muy joven vivió la difusión no consentida de un video sexual por parte de su entonces pareja. Este hecho, que la llevó a una profunda depresión y tres intentos de suicidio, también la motivó a estudiar la carrera de derecho para evitar que otras mujeres vivieran lo mismo que ella pasó.

Gracias a las reformas, que Olimpia consiguió primero en su natal estado de Puebla, se contemplan de tres a seis años de cárcel a quien videograbe, fotografíe o elabore videos simulados de contenido sexual de una persona sin su consentimiento o mediante engaños, así como a quien exponga, distribuya, comercialice o comparta este material sin consentimiento.

En diversas entrevistas, Olimpia ha rechazado el concepto de “pornovenganza”, que a veces se usa para nombrar a la difusión de imágenes íntimas como represalia a la ruptura de una relación amorosa. “No es porno ni es venganza, es violencia digital”, dijo en una entrevista otorgada el pasado 8 de marzo al servicio de noticias de las Organización de las Naciones Unidas.

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