Menstruación con dignidad — letraese letra ese

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Menstruación con dignidad


“Hasta que empezamos a trabajar fue que mi hermana y yo pudimos comenzar a comprarnos toallas sanitarias. Antes de eso, mi mamá siempre nos dio trapos para usar durante la menstruación. Por eso no podíamos hacer muchas cosas: salíamos lo menos posible, había que estar pendiente de no mancharte, porque además era vergonzoso que los demás se dieran cuenta de que estabas menstruando”, recuerda Lucía, de 63 años de edad. Para su fortuna, ella y su hermana estudiaron en la Escuela Normal de Maestros, a la que en aquel momento se ingresaba justo después de la educación secundaria, así que al cumplir los 18 años pudieron empezar a trabajar y, por ende, comprar sus insumos de higiene menstrual.

En ese momento, la vida cambió para ellas, pero no ha sido así para muchas otras mujeres y niñas en México, quienes aún hoy tienen que vivir sus periodos menstruales en medio de carencias y dificultades.

De acuerdo con un estudio realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en los estados de Chihuahua, Guerrero, Chiapas y Oaxaca, sólo 16 por ciento de las niñas y mujeres adolescentes tiene conocimientos precisos sobre la menstruación, y sólo el 5 por ciento de los padres y madres hablan con sus hijas sobre el tema. Incluso, el personal médico sólo incide en alrededor del 7 por ciento de las niñas y mujeres adolescentes.

Podría ser por estas circunstancias que el 43 por ciento de las niñas y adolescentes prefieren quedarse en casa en lugar de ir a la escuela mientras están menstruando, lo cual podría interrumpir su aprendizaje y, a largo plazo, perpetuar la desigualdad.

Un tema de derechos

La menstruación ha sido claramente un tabú en numerosas culturas. Se le ha concebido como un motivo de vergüenza, rechazo, discriminación y juicio. Es algo de lo que no se habla más que lo indispensable, situación que lleva a las mujeres que la viven a experimentarla en un ambiente de ocultación y temor.

En el presente texto, nos referiremos a la población femenina (niñas, chicas adolescentes y mujeres adultas) como el grupo mayoritario que requiere de los servicios de salud e higiene menstrual, pero eso no significa que no haya otras personas que no se identifican como mujeres y que también menstrúan, por ejemplo, las personas trans o las personas no binarias. Por supuesto que estos grupos enfrentan, además, otros obstáculos sociales adicionales a la carencia de insumos, y éstos tienen que ver con la discriminación y la dificultad para acceder a servicios de salud cuando la identidad de género no concuerda con el binario tradicional.

Según plantea UNICEF, el manejo de la higiene menstrual es un tema de derechos humanos y tiene que ver con la igualdad de género, el derecho al agua, a la salud, a la educación y a la participación social. Es por eso que el tema ha cobrado cada vez más importancia, al grado de que diversos países en el mundo y el continente americano, como Argentina, Chile, Colombia y México, han adoptado legislaciones que garanticen estos derechos al favorecer la higiene durante la menstruación.

Como indica la Guía de Salud Menstrual publicada por el Gobierno de Chile, los Estados deben tomar medidas concretas en la materia para así romper los tabúes, proteger la salud y combatir la discriminación hacia las mujeres y las niñas. Además, el personal de salud debería de “considerar al ciclo menstrual como un importante indicador de salud individual y global”.

 

Una adecuada salud e higiene menstrual se basa en tener acceso a insumos limpios, poder cambiarlos en privado, contar con algo tan básico como el agua para asearse y tener la posibilidad de desechar lo utilizado. Se dice fácil, pero son condiciones mínimas que millones de mujeres y niñas no tienen.

 

Las condiciones necesarias

La adecuada gestión de la higiene menstrual ha sido definida por organismos como la UNICEF y la Organización Mundial de la Salud como aquella que permite a mujeres y niñas usar material de higiene menstrual limpio, para absorber o recoger la sangre, y que pueda ser cambiado en privado, con agua y jabón a la mano para asearse, además de contar con un sistema específico para poder desechar el material utilizado.

Sin embargo, según estimaciones del Banco Mundial, publicadas en 2022, unos 500 millones de mujeres y niñas en el planeta carecen de higiene menstrual. Por ejemplo, utilizan telas en lugar de toallas sanitarias, no pueden cambiarse regularmente o no tienen acceso al agua, lo cual aumenta el riesgo de infecciones vaginales. A esto hay que sumar que no cuentan con medicamentos para sobrellevar el dolor que con frecuencia acompaña a la menstruación, o falta la atención médica necesaria si los sangrados son demasiado abundantes, ya que pueden desarrollar un cuadro de anemia.

El costo de los productos de higiene menstrual también es un obstáculo para el bienestar de mujeres y niñas. Las toallas sanitarias y los tampones, aunque llevan décadas en el mercado, no son vistos como mercancías de primera necesidad y las familias que viven en pobreza no pueden darse el lujo de adquirirlos, y menos aún todos los meses.

Por otro lado, herramientas más recientes como las copas, los discos o las pantaletas absorbentes son muy costosos aun para las mujeres de ingresos medios, y aunque son reutilizables y pueden durar varios años, la primera inversión suele ser significativa.

Reducción de oportunidades

Diversos organismos de la ONU han recomendado que la salud e higiene menstrual se aborden desde la comprensión de que la salud es un fenómeno biopsicosocial, enmarcado en la perspectiva de género y los derechos humanos.

Esto significa que todos los sectores sociales deberían jugar un papel en facilitar las herramientas y condiciones para una menstruación digna, y esto implica a los gobiernos, a las comunidades y a las personas en lo individual.

Cuando la salud y la higiene menstrual están ausentes, se produce un contexto en el que las mujeres y niñas ven reducidas sus oportunidades. Este fenómeno comienza desde que las niñas viven su primera menstruación en medio de la escasa información y el miedo.

Además, muy grave es la idea extendida de que al menstruar “una niña se convierte en mujer”, ya que puede, en ciertos contextos, abrir la puerta a las relaciones sexuales tempranas o los matrimonios forzados, como lo advierte el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

 

La falta de servicios básicos como agua e instalaciones sanitarias en las escuelas o en los lugares de trabajo puede provocar que las mujeres y niñas eviten acudir cuando están menstruando, afectando así su desarrollo educativo o laboral.

 

Por otro lado, la falta de servicios básicos como agua e instalaciones sanitarias, tanto en las escuelas como en los lugares de trabajo, puede provocar que las mujeres y niñas eviten acudir cuando están menstruando, afectando así su desarrollo educativo o laboral.

Por otro lado, es bien sabido que, en muchos contextos sociales, la menstruación es vista como algo sucio y vergonzoso, por lo que mujeres y niñas son apartadas mientras tienen su periodo, suelen cambiar su forma de vestir o modifican sus actividades cotidianas, todo con el fin de no hacer visible su estado menstrual, puesto que generaría burlas y rechazo.

A todo esto hay que sumar que el hablar poco de la menstruación hace más difícil saber qué es normal y qué no durante ese proceso. Así, algunas mujeres experimentan sangrados abundantes y dolor pélvico intenso, pero pocas veces consultan al personal de salud acerca de la situación, que muy probablemente consideren habitual para todas. Esto podría disfrazar enfermedades como la endometriosis, síndrome de ovario poliquístico o fibromas, que pueden resolverse con tratamiento médico.

Normalizar el tema

La menstruación es un proceso fisiológico que una mujer experimenta entre tres y siete días al mes, durante 35 o 40 años de su vida, en promedio. Por ello, es importante hablar más abiertamente del tema y mirarlo desde una perspectiva de salud y bienestar integral.

Acciones concretas como optimizar los servicios sanitarios en escuelas y lugares de trabajo, eliminar los impuestos a los productos de higiene menstrual, así como colocar una amplia cantidad de dispensadores de dichos productos, ayudarán a las mujeres y niñas a vivir su menstruación en las mejores condiciones.

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