La melanina es el pigmento que le da color a la piel. Cuando alguien se expone excesivamente al sol, se desencadena la producción de melanina (hiperpigmentación), causando diversas lesiones, como el melasma, comúnmente conocido como paño, cloasma o máscara del embarazo. Se manifiesta en la aparición de manchas marrones o grisáceas en ambas mejillas, frente, sienes, labio superior y nariz, inclusive afectando cuello, brazos y escote, sin que hasta el momento exista una cura.

Aunque la luz ultravioleta es un desencadenante, también la genética, edad, cambios hormonales (embarazo, tomar píldoras anticonceptivas o terapia de sustitución hormonal), algunos fármacos y cosméticos podrían ser factores, pero hasta hoy no se comprende bien su causa. Las mujeres tienen mayor predisposición, no obstante, existen hombres con este padecimiento que se da, sobre todo, en quienes tienen pieles morenas y oscuras.

El melasma es una hipermelanosis adquirida, crónica y muy recurrente si no se trata y cuida, pues al aparecer las manchas en la cara dan un aspecto de “suciedad”, si bien no presenta ningún síntoma. Aunque no pone en peligro la vida, sí suele ocasionar sentimientos de vergüenza.

El melasma se clasifica en tres tipos: epidérmico, cuando el exceso de pigmento se deposita en la capa más superficial de la piel; dérmico, que afecta al nivel más profundo de la dermis, y mixto, una combinación de las dos variantes anteriores.

Con el dermatoscopio (microscopio) y la luz de Wood, los especialistas en dermatología pueden diagnosticar si se trata de melasma u otras enfermedades, además de determinar qué tratamiento es el adecuado. Sin embargo, lo mejor es no exponerse al sol, usar protector solar y reaplicarlo cada 4 horas.