En el Viejo Oeste de Estados Unidos, en el siglo XIX, las trabajadoras sexuales tenían roles sociales y económicos fundamentales en los distintos tipos de ciudades. Sin embargo, entender su papel en la construcción de la comunidad puede ser muy complicado debido, en gran parte, a la falta de registros escritos, especialmente en zonas rurales como Hays, en el estado de Kansas.

Como lo explica la historiadora Hollie Marquess en su artículo Squirming in the Dark: Playful Occupations for Sex Workers in the 1870 Census (Retorciéndose en la oscuridad: ocupaciones juguetonas de las trabajadoras sexuales en el censo de 1870), los censos de población registraban, entre otros datos, la ocupación de las personas. En el caso de las trabajadoras sexuales, esa casilla solía dejarse en blanco, pero hubo una ocasión en que se registró esa actividad con nombres poco menos que ingeniosos.

Así, al consignar la existencia de un burdel, un funcionario de aquel censo la registró como “casa de mala fama”, y en ella recabó las ocupaciones de las mujeres que ahí se encontraban. Como la de Libby Thompson, de 18 años de edad, que aparece como “burladora”. Harriet Parmenter, de 23 años, que “realiza trabajos horizontales”. Lizzie Harries, de 24 años, tiene la ocupación de “mirar lujuriosamente a los tontos”, y Nettie Baldwin, por su parte, “se retuerce en la oscuridad”.

Marquess considera que estos nombres no fueron ideados por el encuestador, sino que pudo haber una interacción juguetona entre éste y las mujeres, o tal vez eran trabajadoras sexuales sarcásticas que hicieron una selección creativa de palabras para describir su profesión.