Hombres trans: una voz renovada — letraese letra ese

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Hombres trans: una voz renovada


Bruno experimentaba una violencia creciente cada que cruzaba la puerta de su departamento. Un vecino lo atacaba con gritos, insultos, intentos de humillación pública y golpes. Las agresiones, aparentemente, se debían al prejuicio que el vecino tenía sobre la sexualidad e identidad de Bruno, quien es un hombre trans. En este caso, las leyes e instituciones encargadas de velar por el derecho a la no discriminación en la Ciudad de México han hecho su trabajo y esto derivó en que su agresor se encuentre hoy vinculado a un proceso penal por las agresiones en su contra.

Bruno, quien prefiere usar un seudónimo para salvaguardar su privacidad, es sólo uno de los más de 388 mil hombres que se asumen trans en México, según datos de la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual e Identidad de Género (ENDISEG) 2021, realizada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Ese fue el primer ejercicio estadístico riguroso en el que se consideró a las poblaciones sexodiversas en el país.

Durante mucho tiempo, los hombres trans habían preferido vivir en las sombras, pasando desapercibidos socialmente gracias a los cambios físicos que alcanzan con las terapias hormonales para adecuar su cuerpo al género de su vivencia.

Sin embargo, la visibilidad que paulatinamente ha ido ganando la población de la diversidad sexual y genérica ha abierto el camino para que cada vez más hombres trans reivindiquen su existencia y exijan sus derechos humanos, civiles y políticos, combatiendo así la discriminación.

“Desde chiquito sabía que algo no estaba bien”

Bruno nació hace 62 años, pero comenzó su transición de género hace apenas 8. En su infancia, la información sobre la transexualidad era nula. Sin embargo, él reconoce que “desde muy chiquito sabía que algo no estaba bien”. Cuando llegó a la pubertad, fue un shock. “Lo que más me dolió en la vida fue cuando empezaron a crecer las mamas y cuando llegó la primera menstruación. Fue ahí cuando dije ‘¡chin!, sí soy mujer’”.

Siempre había rechazado la ropa típicamente femenina y siempre se había visto a sí mismo más como un niño, pero nunca se le ocurrió investigar qué podía estar sucediendo con él.

También recuerda que durante su infancia y adolescencia sufrió bullying por no ser ni verse como las otras niñas. Más tarde, alrededor de los veinte años de edad, Bruno comenzó a obligarse a vestir y arreglarse más acorde con el estereotipo femenino. “Sabía que o me adaptaba a un núcleo o no iba a poder seguir socializando”. Pero esta apariencia, intensamente femenina, no le gustó.

 

Luego de haber permanecido por mucho tiempo en las sombras, evitando ser visibles para no sufrir de discriminación, estigma y acoso, los hombres trans como Bruno han comenzado a exigir sus derechos, usando los recursos legales que están disponibles actualmente.

 

El descubrimiento

Bruno reconoce que siempre le gustaron las mujeres, pero nunca tuvo una relación con una de ellas antes de su transición. Al no comprender del todo lo que sentía, decidió definirse como asexual, es decir, una persona que no siente atracción erótica por ninguna otra.

Pero hace 10 años, la amiga con quien había compartido departamento desde la juventud, a quien llamaremos Renata, le comentó que un chico identificado como “Neptuno” la había contactado por Facebook. Indagando en el perfil, supieron que se trataba de una (antes) sobrina de Renata que había hecho su transición al género al que realmente sentía pertenecer. El joven quería ver a su tía y hablar al respecto, y Bruno la acompañó a encontrarse con él.

“Cuando fuimos a conocerlo y lo escuché hablar de su transición, pensé: ‘¡eso es lo que a mí me ha pasado toda la vida! ¿Pero cómo, a los 54 años, voy a hacer una transición?’”. Se cuestionó si podía darse el lujo de dejar toda su vida, su carrera como profesionista en un área de atención a la salud, toda su imagen pública. Así que, en ese momento, no lo comentó con nadie.

Durante un año estuvo indagando sobre el tema y esto le sirvió para corroborar que era un hombre trans. Luego viajó un tiempo a Europa por sus estudios profesionales. “Ahí comencé a ver a muchas parejas gays en las calles y pensaba: ‘¡se ven felices! Y yo no estoy feliz”. Al volver a México, aún no se decidía a hacer la transición, “pero ya había abierto la caja de Pandora”.

Escenario correcto, momento adecuado

En esa época, Bruno estaba en tratamiento para bajar de peso, pero tuvo que admitir ante su médica bariatra que en realidad no quería adelgazar porque eso significaba que su cuerpo volviera a marcar curvas femeninas. Le explicó su realidad como hombre trans y la doctora mostró una actitud totalmente abierta ante el tema, e incluso le ofreció buscar a otros profesionales que le ayudaran en su transición. Este momento terminó de convencerlo de que podía hacer algo para vivir a plenitud su identidad.

Después de unos meses de terapia y algunas otras vivencias que refrendaban cada vez más su identidad, solicitó atención en la Clínica Especializada Condesa de la Ciudad de México, donde desde la cita de valoración le invitaron a adoptar su nuevo nombre, también de forma legal al modificar su acta de nacimiento.

A la semana siguiente, Bruno pudo realizar su trámite de rectificación de acta ante el Registro Civil, sin traba alguna.Además, visitó a un médico, recomendado por Neptuno, quien le prescribió el tratamiento hormonal, y afirma que los cambios en su cuerpo llegaron muy pronto. Toda su transición, reflexiona, fue muy rápida. Por otro lado, la mayoría de las personas usuarias de los servicios de salud que Bruno presta aceptaron el cambio sin problemas. Así, el momento en el que Bruno se asumió como un hombre fue el indicado para que encontrara todos los elementos favorables para que su cambio fuera lo más terso posible.

 

La denuncia de Bruno es la primera en Ciudad de México en la que, desde la primera audiencia, se dictan medidas estrictas de apremio, como indicarle al acusado que debe dejar su domicilio mientras continúa el proceso.

 

Discriminación y fobia

Pero no todo fue fácil. Sus problemas, de hecho, habían empezado desde antes de la transición, cuando llegó con Renata a vivir al departamento que heredó de su mamá. Uno de sus vecinos asumió que tenían una relación lésbica y comenzó las agresiones golpeando a Bruno.

En esa ocasión, terminaron ambos en el Ministerio Público, pero la funcionaria que tomó la denuncia no actuó en consecuencia de la agresión, con lo que el vecino supo que difícilmente sus actos tendrían castigo.

Otro día, Bruno iba llegando al edificio y el vecino tenía un pleito con otros inquilinos, por lo que había policías en la calle. Al pasar, el vecino agresor gritó, sin razón aparente: “¡pero si ese ni es hombre!”. Ahí, Bruno reflexionó: este acoso nunca iba a acabar y tenía que hacer algo para detenerlo.

Y no se equivocaba. Los problemas continuaron y se extendieron a otros vecinos, quienes fungían como comité de administración del edificio. En un punto, el agresor interpuso una denuncia en la Procuraduría Social de la Ciudad de México, y presentó documentación de Bruno, pero con su identidad anterior. Ante este acto, el afectado interpuso una denuncia por discriminación.

La violencia contra varios vecinos continuó y a la fecha hay 11 carpetas de investigación abiertas contra el mismo agresor, pero la denuncia de Bruno es la primera en la que, desde la primera audiencia, se dictan medidas estrictas de apremio, como indicarle al acusado que debe dejar su domicilio mientras continúa el proceso.

“Creo que es un gran logro para la comunidad de la diversidad sexual”, dice el hombre, quien confiesa que, aunque no quisiera ser un rostro público, “ya le está gustando” el activismo, pues está consciente de que hay mucho trabajo por hacer. Para él, si la gente denuncia, pero sobre todo, si le da seguimiento a los procesos, el sistema legal puede funcionar. “Es muy pesado y costoso”, pero vale la pena, asegura. Él se jacta de no haber “usado palancas”, como se conoce al influyentismo en México, pero sí dice haber tocado puertas, que por fortuna, eran las puertas correctas que le brindaron resultados favorables.

“Tenemos un excelente sistema penal, pero el engrane, a veces, falla”, refiere Bruno, quien a raíz de todo este problema comenzó a estudiar Derecho. Hoy está convencido de que, aunque es una víctima en una carpeta de investigación, no quiere ser una víctima más de la sociedad. “Tengo derecho a vivir en paz y voy a buscar los medios para que sea así”.

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