Durante la existencia de la Nueva España, entre los siglos XVI y XIX, las autoridades ibéricas no usaban el concepto de prostitución, es decir, no se perseguía ni se castigaba a las mujeres que negociaban actividad sexual por un pago.

A pesar de ello, desde muy temprano se crearon instituciones como el Hospital de Nuestra Señora de Loreto, en el puerto de Veracruz, dedicado a la atención de mujeres afectadas por la sífilis o la tuberculosis, quienes con frecuencia se dedicaban al comercio sexual.

Incluso, en 1689 fue fundado el Recogimiento de Santa María, mejor conocido como “casa para rameras públicas”, en la Ciudad de México, donde las mujeres que se retiraran de esa actividad recibían techo y comida, y podían llevar una vida tranquila y apegada a la religión católica.

Fue hasta mediados del siglo XVIII cuando la palabra “prostituta” comenzó a utilizarse en México, de acuerdo con lo descrito en el artículo La prostitución: recuento de un viejo oficio, publicado en el sitio WikiMéxico.

Ya en el Segundo Imperio Mexicano, el emperador Maximiliano ordenó la elaboración de un registro de mujeres públicas, presuntamente alentado por uno de sus generales, quien se preocupaba por las infecciones sexuales que pudieran adquirir sus soldados. El registro contenía una fotografía de la mujer acompañada de datos como nombre, edad, domicilio, enfermedades padecidas y categoría, según el sector social que la contrataba.

Con el mismo gobierno, en 1867 la prostitución se volvió una actividad legal, y las trabajadoras del sexo debían someterse a control médico. Además, se creó para ellas el Hospital San Juan de Dios, hoy Museo Franz Mayer.