Que vivan las novias
El 8 de junio de 1901, Marcela y Mario se casaron en la iglesia de San Jorge, en La Coruña, España. Apenas unos días antes, Mario había sido bautizado y había recibido la primera comunión. Para acceder a estos sacramentos, le había contado al sacerdote del lugar que él había nacido en Londres y que su padre era ateo, por lo que ahora solicitaba formar parte de la Iglesia católica. Luego de la ceremonia, ambos salieron a instalarse en su nueva casa.
Con este matrimonio, la pareja sellaba un amor que había comenzado más de 15 años atrás, también en La Coruña. En aquel momento, el padre de Marcela se opuso rotundamente a su relación y envió a su hija a Madrid, todo a causa de un problema que él consideraba insalvable: Mario no era todavía Mario, sino Elisa.
Marcela y Elisa se conocieron en la Escuela Normal de Maestras, cuando la primera era estudiante y tenía 18 años, mientras que la segunda ya se había graduado y tenía 23. Su relación se fue haciendo íntima y cuando el padre de Marcela notó algo más que amistad, la mandó a la capital española. Años más tarde, el trabajo las llevó a ambas al mismo pueblo y ahí retomaron su relación y decidieron vivir juntas.
Luego del matrimonio, los vecinos no tardaron en notar que Mario era, biológicamente, una mujer, y ambas fueron despedidas de su empleo, excomulgadas y perseguidas judicialmente. En su huida pasaron por varias ciudades españolas y llegaron a Portugal, donde se establecieron en Oporto. Ahí fueron capturadas, juzgadas y exoneradas. Pero ya que aún las buscaban las autoridades españolas, se embarcaron hacia Argentina, donde se sabe que se establecieron para no volver.