Genética de peso — letraese letra ese

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Genética de peso


Si se piensa como una relación matemática, la obesidad es algo simple: surge cuando la ingesta de calorías de una persona es mayor al gasto energético que realiza cada día. Desde esta perspectiva, la solución sería sencilla, bastaría con equilibrar la relación entre ambas cifras, ya sea cambiando la alimentación o cambiando la cantidad de actividad física, para que ambos números sean iguales. Sin embargo, en la experiencia del mundo real (como lo llaman las ciencias), la obesidad es un fenómeno mucho más complejo, en el cual intervienen factores tanto ambientales como genéticos. Es en este último rubro el que la medicina se ha propuesto descifrar para encontrar una posible solución a este problema de salud pública.

Un mapa complejo

El 14 de abril de 2003, científicos anunciaron al mundo que habían logrado completar el mapa del genoma humano. Tres mil millones de pares de bases habían sido secuenciados y, por primera vez, la humanidad contaba con un enorme código con el cual comenzar a descifrar cómo y dónde en el ADN se determinan ciertas características, condiciones, vulnerabilidades y predisposiciones de nuestra especie.

Y aunque los seres humanos comparten alrededor del 99.9% del genoma, el 0.01% restante es lo que los hace diferentes unos de otros. Es este mínimo porcentaje de rasgos genéticos el que, a veces, hace mucha diferencia entre los diferentes grupos étnicos, y las mezclas entre tales grupos dan lugar a más y más especificidades sobre las cuales se puede ahondar.

Por supuesto, el área de estudio más importante surgida de este descubrimiento ha sido la de la salud, ya que se ha tratado de encontrar explicación a todo tipo de enfermedades que aquejan a las personas. Entre ellas, desentrañar el misterio de la obesidad ha llevado a muchos equipos de investigación a buscar la relación entre los genes y el sobrepeso.

Escrito en el ADN

Si bien la raíz genética de la obesidad no ha sido descifrada del todo, se calcula que los genes podrían ser el 50% de las causas de ciertos casos de obesidad, según lo explicaron Felipe Vadillo Ortega y colaboradores en su artículo Genética y epigenética de la obesidad, incluido en el libro Obesidad en México, recomendaciones para una política de Estado (UNAM, 2013).

Los autores mencionan que se han localizado genes que participan en la regulación de la adiposidad (depósitos de grasa) “dentro de regiones de prácticamente todos los cromosomas”.

Por mencionar sólo algunos ejemplos, se encuentra el gen llamado MC4R, cuya función está relacionada con el control de la ingestión y el uso de energía, y se piensa que es uno de los que con más probabilidad explicaría la ganancia tanto normal como anormal de grasa. Otros genes, como el llamado FTO y algunas variantes del ABCA1 podrían explicar ciertas características de la obesidad o la mayor susceptibilidad a las enfermedades relacionadas con ella, como la diabetes, en poblaciones como la mexicana, esto debido a su herencia genética proveniente de los grupos étnicos originarios de América.

Otro descubrimiento importante es que en diversos momentos críticos del desarrollo del feto en el útero y de la etapa de lactancia producen cambios genéticos que después repercuten en cambios en el funcionamiento del metabolismo, lo cual podría explicar el desarrollo de ciertos rasgos de la obesidad.

Aunado a esto, dicen los investigadores, la mala nutrición en mujeres embarazadas es muy común en países en desarrollo –como los de América Latina–, ya que predominan las dietas bajas en calorías, o bien, altas en grasa e hipercalóricas, que se sabe que se asocian a la obesidad. Estas condiciones de la madre pueden causar un desbalance en el metabolismo de la glucosa de sus hijos, lo que podría llevar a un posterior desarrollo de obesidad.

Pero también es cierto que la obesidad no tiene como único factor a los genes, sino que se “construye” a través de diversos elementos que inciden en su formación, mismos que están en el ambiente de la persona (entendiendo ambiente como factores culturales, económicos, sociales y medioambientales).

Por esto, los autores del artículo aseveran que “no existe una sola entidad denominada obesidad, sino distintas variantes de ella”, que pueden ser tan específicos y diversos como la obesidad mórbida, la obesidad abdominal, la obesidad de inicio temprano o la obesidad ginecoide (aquella que concentra la grasa en cadera, glúteos y muslos, como en muchas mujeres). Y también se debe tener en cuenta que cada variante que existe es el resultado de una combinación específica de genes y factores ambientales.

 

En México, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, el 75% de la población adulta y el 35% de niños y niñas de 5 a 11 años tienen sobrepeso u obesidad. ¿Qué intervención tienen los genes en este problema?

 

El caso mexicano

Pero como lo indica el método científico deductivo, es posible partir de lo general para llegar a lo particular. Es así que entender los mecanismos generales que influyen en la obesidad ha llevado a investigadores a indagar más sobre cómo se dan estos procesos en la población mexicana, que además, es predominantemente mestiza.

Para comprender la especificidad de las características genéticas de las poblaciones, es necesario hablar de polimorfismos y mutaciones. Vadillo y sus colegas explican que la variación de un punto específico del ADN da como resultado una variante de un gen, que si se encuentra en más del 1% de la población es llamado polimorfismo. Pero si tal variación está presente en menos de 1% de la población, se llama mutación. “Sin embargo, estas definiciones son imprecisas”, aclaran los autores, “debido a que lo que llamamos mutación en algunas poblaciones en otras lo encontramos como polimorfismo”.

Es decir, una variación genética que en un grupo determinado es un polimorfismo, en otro puede ser una mutación, y viceversa.

Para el caso de la población mexicana, un polimorfismo del gen ABCA1 (mencionado más arriba) es el que parece estar más asociado con la obesidad. Cabe aclarar que el ABCA1 se encuentra sólo en las poblaciones nativas americanas.

Este polimorfismo, denominado R230C, fue el objeto de estudio de Mardia López Alarcón y Maricela Rodríguez Cruz, en su artículo Epidemiología y genética del sobrepeso y la obesidad. Perspectiva de México en el contexto mundial (2008).

En su investigación, las autoras, entonces adscritas al Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, reportan que la variante R230C del gen ABCA1 se encontró en 20.1% de 429 personas mestizas mexicanas obesas y en integrantes de la etnia Oji Cree de Canadá, pero en este último grupo se relacionó con la deficiencia de una proteína, y no con la obesidad.

López y Rodríguez reconocen que estudiar una sola variante genética es insuficiente para explicar la susceptibilidad genética a la obesidad, ya que otros análisis del genoma han reportado regiones cromosómicas enteras que se relacionan con la obesidad, sin embargo, los genes que causan esa condición no han sido identificados. Otro equipo de investigación, liderado por Esteban Parra, publicó en 2007 el estudio Asociación de polimorfismos TCF7L2 con la diabetes tipo 2 en la Ciudad de México, en la revista médica Clinical Genetics. En la investigación, en la que participaron más de 550 personas, se comprobó que el gen TCF7L2 se asocia con la diabetes tipo 2, pero se encontró que algunos polimorfismos específicos de ese gen estaban presentes en la población obesa de la muestra.

Un grupo de investigación más, dirigido por Marisela VIllalobos Comparán, publicó el artículo titulado El gen FTO está asociado con la obesidad en la adultez en la población mexicana (Obesity, 2008). En ese trabajo se comprobó que el gen FTO representa un riesgo mayor de obesidad en la población mexciana, en particular la obesidad clase III, es decir, cuando el Índice de Masa Corporal es mayor a 40 y la salud de la persona está en alto riesgo.

Como en los otros estudios, Villalobos y sus colegas tomaron en cuenta sólo ciertos polimorfismos del gen FTO. Además, al tomar muestras de tejido graso de algunos de los participantes, lograron observar que el gen en cuestión se expresa más (está más presente) en el tejido graso subcutáneo en personas obesas que en personas delgadas.

 

La epigenética es la parte de la biología que estudia las interacciones de causa-efecto entre los genes y sus productos, interacciones que generan características específicas, como la obesidad.

 

¿Qué ruta tomar?

El mayor conocimiento del genoma humano y, específicamente, del genoma mexicano, brinda una hoja de ruta para saber qué dirección tomar para reducir el impacto de la obesidad en la población.

En las conclusiones del libro Obesidad en México..., Juan Ángel Rivera Dommarco y colaboradores precisan que, si bien se ha confirmado el papel de la genética como factor en la obesidad, también es cierto que este problema de salud en México y el mundo se agudizó recientemente. Es decir, los genes humanos no han cambiado a gran velocidad, como sí lo ha hecho el peso de la población mundial en unas pocas décadas. Esto indicaría que los factores ambientales juegan un rol muy importante en el asunto.

Por ejemplo, dicen los autores, en México, la obesidad en mujeres adultas se triplicó en sólo 18 años, y en otros grupos de población se ha observado un aumento en el peso como no se había visto antes.

Para contrarrestar el avance de esta epidemia moderna, instancias como la Organización Mundial de la Salud han lanzado recomendaciones concretas, como reducir el consumo de azúcares, grasas y sodio, aumentar el consumo de frutas, vegetales y fibras, y promover el consumo de agua simple por encima de las bebidas azucaradas y carbonatadas.

En cuanto a los gobiernos, se les ha recomendado combatir el entorno obesogénico, esto es, el entorno que favorece la aparición de la obesidad, fomentando las condiciones para que la población tenga una alimentación saludable y un entorno favorable para realizar ejercicio.

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