Arreglos afectivos ante el Covid-19 — letraese letra ese

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Arreglos afectivos ante el Covid-19


Además de transformar radical y perdurablemente nuestra vida cotidiana, incluyendo nuestra forma de trabajar, estudiar, socializar y divertirnos, la pandemia por Covid-19 ha cuestionado también la solidez y certidumbre de nuestros lazos afectivos. Después de un año y medio de confinamientos voluntarios u obligados, estrictos protocolos sanitarios, restricciones de movilidad, medidas coercitivas de control social que en algunos países imponen toques de queda, muchas personas aprecian más que nunca el valor de la amistad con su carga de desinterés individual y compromiso solidario. Para muchos jóvenes afianzar las amistades existentes y procurar contactos nuevos ha sido una forma de contrarrestar las tensiones de una larga convivencia familiar en las duras condiciones de encierro. Las ventanas disponibles para un intenso intercambio de opiniones, estados anímicos, estímulos y sensaciones se han diversificado mucho a través de las redes sociales. La comunicación afectiva virtual es parte ya ineludible de un nuevo pacto social.

Nuestros amigos formidables

En un artículo para el semanario alemán Die Zeit, el periodista y escritor Alard von Kittlitz es categórico: “Los seres humanos nos encontramos hoy, a un mismo tiempo, cada vez menos cerca unos de otros y cada vez más conectados entre nosotros”. Esta paradoja cobra mayor sentido cuando advertimos la manera en que la pandemia por el coronavirus ha venido vulnerando la calidad de nuestros contactos con personas cuya presencia o cercanía alguna vez nos pareció no sólo estimulante sino también imprescindible. El distanciamiento físico a que obligan las medidas de protección -supresión de contactos corporales, etiquetas de saludo que cancelan los abrazos, énfasis sobre la higiene y un obsesivo lavado de manos- han levantado un muro prácticamente infranqueable entre los individuos. Episodios dramáticos como la enfermedad súbita, una hospitalización prolongada o una muerte inesperada muestran la importancia de estrechar vínculos afectivos que desbordan los límites convencionales del círculo estrictamente familiar. Al ser la amistad una manifestación afectiva idealmente desinteresada y libremente elegida, ésta suele prosperar al margen de las normas y presiones sociales o religiosas que suelen acompañar al contrato matrimonial y a la integración y desarrollo de la familia nuclear. De acuerdo con el escritor citado, “en 2019 un instituto de sondeos preguntó a 23 mil alemanes qué contaba más en su vida afectiva. Para 85% nada era más importante que "tener buenos amigos". En segunda posición figuraba “ocuparse de la familia” (81%) y para un 75%, lo esencial era “ser feliz en pareja”. La prioridad era entonces la amistad”. En su Ética a Nicomaco el filósofo Aristóteles distinguía tres clases de amistad: aquella basada en el placer, la que tiene como sustento el interés, y finalmente la que se basta a sí misma y que por ello es la más auténtica y confiable, la más compatible con nuestro gusto por la libertad. En el clima de total incertidumbre que ha provocado la pandemia por coronavirus, la búsqueda de esos sólidos asideros afectivos que suelen ser los amigos se ha vuelto una prioridad para hacer frente al desasosiego moral o a los estados depresivos que resultan de la enfermedad, el aislamiento o la experiencia repetida de duelo.

Las conductas tóxicas

Las diversas etapas de confinamiento, decididas por los repuntes periódicos de contagio, han puesto a prueba la paciencia de una población anímicamente exhausta por el imperativo del encierro voluntario o de la sana distancia; también está en juego la solidez de los compromisos afectivos, tanto en el seno familiar como en el terreno de las amistades. La obligada convivencia diaria en espacios domésticos cerrados, a menudo reducidos, no ha tenido el efecto deseado de cohesionar afectivamente a las familias o a otros seres cercanos, en ocasiones ha contribuido a exacerbar conductas negativas como la intolerancia, la irritabilidad o la violencia intrafamiliar. Son muchos los indicadores que señalan el incremento de fases depresivas, incluso de suicidios, en la población infantil y adolescente, situación que ha orillado a muchos gobiernos a acelerar el regreso a las escuelas con el fin de manener activo el proceso educativo, pero sobre todo de alentar una sana convivencia entre pares generacionales y proteger la salud mental de los estudiantes. Si bien es cierto que antes de la pandemia, la mayoría de la población infantil y juvenil pasaba largas horas de su tiempo frente a las pantallas digitales, el fenómeno se agudizó como resultado de un confinamiento prolongado. La situación es a tal punto dramática que para retomar un poco el buen rumbo de una convivencia saludable en lo que se perfila como una nueva realidad pos-covid, el gobierno de China acaba de limitar el tiempo de exposición infantil a los videojuegos a sólo tres horas por semana, una hora vespertina por cada día de un fin de semana. Esta prohibición draconiana, propia de un régimen autoritario, es sin duda excesiva, pero pone de relieve, de modo elocuente, el nivel de enajenación cultural que se perpetuaría en caso de mantener cerrados por largo tiempo los planteles escolares. A manera de contraste, la pandemia ha tenido efectos interesantes en la población de adultos mayores. Como una forma de minimizar la pesada carga de soledad y aislamiento, o el distanciamiento sanitario de hijos o nietos, muchos ancianos han logrado vencer su reticencia ante la modernidad tecnológica aclimatándose a las nuevas formas de comunicación virtual que incluyen videollamadas por whatsapp, reuniones familiares por zoom, o la exploración en pantallas digitales de todo un repertorio de estímulos culturales o de distracción a los que ahora tienen acceso inmediato y que en buena medida les permiten gozar de un mayor grado de autonomía respecto a otras personas con las que antes tenían un gran déficit de comunicación.

La salvación colectiva

Resulta evidente que la respuesta a los retos que en términos de comunicación supone la pandemia, habrá de ser cada vez más colectiva y supondrá nuevos arreglos afectivos. El más perdurable de todos es la amistad. Según Wolfgang Krüger, psicoterapeuta alemán citado en el semanario Die Zeit, “El hombre tiene dos puntos débiles: la soledad y la falta de confianza en sí mismo. En ambos casos el mejor remedio es la amistad. Por primera vez en la historia de la humanidad, los miembros de casi todas las clases sociales tienen amigos (antes eso era privilegio de las clases superiores detentadoras del ocio). Hoy la gente habla y se cuenta de todo, de la pareja, de la sexualidad o del dinero. Es raro que la discusión se limite únicamente a lo personal”. En esa reconquista de lo colectivo, por vía virtual o de manera presencial, radica la mejor estrategia para sobrellevar con buen ánimo esta pandemia.

 

Fuentes: Die Zeit (junio 2020), Courrier international (julio 2021).

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