Mujeres trans y tercera edad — letraese letra ese

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Mujeres trans y tercera edad


Cambiar toda su documentación legal a sus más de 50 años fue algo que jamás le pasó por la mente a Vanesa, mujer trans que por muchos años no se preocupó por modificar su acta de nacimiento o su credencial de elector. Desde la infancia, había lidiado con la adversidad en su contra por no ceñirse a los dictados sociales de que su cuerpo y su identidad estaban obligados a concordar y a vivir conforme a la masculinidad predominante.

Radicada en Ecatepec de Morelos, al norte del valle de México, un sitio al que los altos índices de feminicidios han colocado en la lente pública, tampoco es un lugar amigable para las personas integrantes de las poblaciones LGBTI, pues varias de ellas han sucumbido en manos de personas que no comprenden la amplia gama de diversidades humanas existentes.

Vanesa misma padeció acoso y actos de violencia durante su vida escolar, y posteriormente, en los espacios públicos, e incluso, al interior de su familia. Sin embargo, logró sobreponerse y continuar con su vida, que se transformó radicalmente cuando se le presentó la oportunidad de criar a dos niñas huérfanas, a las que llama cariñosamente “sobrinas”.

Conforme sus sobrinas fueron creciendo, se dio cuenta de que podrían ser señaladas y molestadas en la escuela o en otros espacios cuando se supiera que quien las cuidaba era una mujer trans y usaba documentos oficiales en los que aún estaba asentada su identidad masculina. No quería que eso ocurriera y decidió iniciar el proceso de cambio legal de documentación. Buscó alternativas porque en territorio mexiquense aún no es reconocida la identidad de género de las personas trans, pero lo logró en otra entidad.

Una de las últimas opciones de vida que había contemplado era la de la crianza, pero a sus más de cinco décadas de vida lo disfruta y se esmera en que las dos chicas a su cargo se desarrollen de manera plena, libres de estereotipos y prejuicios, algo que hubiera deseado que no se le negara por ser simplemente como es.

Entorno violento

A través del proyecto #PorQueSiempreHemosExistido, la Dirección de Diversidad Sexual y Atención a las poblaciones LGBTTTIQ+ de Ecatepec ha visibilizado las trayectorias de vida de mujeres trans adultas mayores a fin de promover políticas públicas que les permitan tener una vida digna y libre de discriminación y mostrar que este sector tiene sus propias necesidades.

En la mayoría de los testimonios recabados para la campaña, la palabra en la que todas las participantes coincidieron fue "violencia", ya sea por episodios o de manera constante, pero fue común durante la juventud de las participantes.

Así lo recuerda Angélica, quien considera que vivió “violencia a flor de piel” al tener que rehuir a las autoridades policiales, que solían detenerla bajo el argumento de “ocasionar daños a la moral” por “vestirse de mujer”. Condiciones difíciles que no le impidieron echar a andar sus propios negocios ante la cerrazón a la que se enfrentó para poder conseguir un empleo digno.

Para Toña Queen, los gritos con frases obscenas y los golpes fueron algo común durante su juventud. Supo que a varias de sus compañeras las patearon y golpearon entre varias personas. A ella nunca le ocurrió, pero sí la agredieron en muchas ocasiones. Visibilizar su situación y la de sus compañeras era muy importante por lo que se empeñó en ser subdelegada de su colonia, en organizar la primera marcha del municipio, y agrupar a las primeras colectivas de la diversidad sexual.

 

Para la mayoría de las mujeres trans que llegan a la tercera edad, una palabra que se ha repetido a lo largo de su vida es "violencia", ya sea por episodios o de manera constante, pero con mucha frecuencia presente durante su juventud.

 

La violencia no sólo fue física, también pudo ser institucional, como en el caso de Alejandra, quien sólo estudio algunos trimestres de la universidad debido a que vivió varias situaciones de discriminación y no obtuvo el respaldo por parte de las autoridades de la institución educativa. Una situación que lamenta hasta el día de hoy, y que espera, no se repita para otras chicas, pues deben tener posibilidades de estudiar y capacitarse, para no seguir siendo trabajadoras sexuales o estilistas, roles laborales estereotipados.

Las lágrimas en los ojos aún traicionan a Carolina, hace 40 años, el contexto social era más duro para quienes decidían vivir conforme a su identidad de género. El episodio que más lamenta es la noche en que policías municipales abusaron sexualmente de ella. Anteriormente había sufrido maltrato físico cada vez que la detenían, un escenario común en las calles ecatepequenses, pues había mucho hostigamiento por parte de la policía, y sabía que su presencia en espacios públicos propiciaba insultos hacia su persona, lo mismo en el transporte público, que en algún restaurante o una fiesta.

Vida alegre

Con un gran recorrido de casi siete décadas del siglo XX y las dos de lo que va de la centuria actual, Samantha Flores no cesa de buscar apoyo para que las personas adultas mayores de la Ciudad de México cuenten con un espacio para envejecer dignamente, sin sufrir maltratos y sin ser cuestionadas por su orientación sexual o identidad o expresión de género.

Su larga experiencia le permitió conocer de primera mano las movilizaciones a favor de los derechos de las comunidades homosexual y lesbiana, los primeros casos de VIH, la censura hacia todo aquello relacionado con la diversidad sexual, y últimamente, el reconocimiento de algunos derechos como el matrimonio igualitario y el reconocimiento de la identidad de género. Sin embargo, se percató de que quienes iban envejeciendo, no tenían muchas opciones para hacerlo de manera digna.

La idea rondó por su cabeza varios meses hasta que decidió utilizar sus conocimientos en relaciones públicas para recolectar dinero y acondicionar una casa de retiro para la comunidad de la diversidad sexual. No era la primera vez que hacía algo con fines filantrópicos. Décadas antes había trabajado con productores de teatro, actores y actrices y otras personas relacionadas con el mundo del espectáculo para reunir fondos en apoyo a organizaciones de Ciudad Juárez con trabajo con familiares de víctimas de feminicidio, y años después, a favor de niños y niñas con VIH.

Recorriendo cualquier espacio donde fuera posible presentar su proyecto, lo mismo universidades que centros de reunión, logró recolectar una suma considerable e iniciar a construir su sueño. Recursos para compra de muebles, alimentos, artículos de limpieza, pago de servicios básicos y muchas otras necesidades por cubrir fueron el destino de esas primeras aportaciones.

Oriunda de Orizaba, Veracruz, donde transcurrió su infancia y su juventud, con muy pocos contratiempos, llegó a la capital mexicana a principio de la década de los 60, abriéndose paso para estudiar e iniciar su vida profesional. Fue gracias a toda la experiencia acumulada y a un sinfín de apoyos que en 2012 cristalizó Laetus Vitae, organización civil de la cual depende el primer albergue para personas LGBT adultas mayores en el mundo, una casa de día ubicada en una céntrica colonia de la Ciudad de México, donde se ofrecen servicios médicos y otras actividades, además de la posibilidad de pasar todo el día en las instalaciones.

En el último año, las actividades de la organización se han detenido a causa del COVID-19, pero no ha cesado el apoyo a las personas adultas mayores. Para Samantha, sus objetivos actuales son crear comunidad, familia, ofrecer una mejor calidad de vida, crear conciencia sobre sus necesidades específicas y hacer que este sector brille de nuevo.

 

Un mito que se debe romper es el de la soledad, pues suelen conformarse segundas familias para realizar actividades en conjunto y generar redes de apoyo e, incluso, distintas formas de cuidado y contención como en cualquier familia.

 

Triple reto

El desconocimiento de la situación de las personas LGBTI mayores de 60 años es una realidad. En Argentina, Fernando Rada Schultze, investigador del Programa de Envejecimiento de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, ha señalado que este grupo poblacional enfrenta una posible triple discriminación: por edad, debido a que, en general, hay una invisibilización de las personas mayores; por género, afectando más a personas trans y mujeres lesbianas y por clase social, habiendo ciertos rezagos en quienes carecen de solvencia económica.

De acuerdo con el sociólogo, en cuyos estudios se leen testimonios de varias ciudades de Argentina, un mito que se debe romper es el de la soledad, pues suelen conformarse segundas familias para realizar actividades en conjunto y generar redes de apoyo e, incluso, advierte Rada, distintas formas de cuidado y contención como en cualquier familia.

Aunque, como indica el Centro Nacional de Recursos Sobre el Envejecimiento en Personas LGBT de Estados Unidos, “es menos probable que accedan a servicios y proveedores de servicios de geriatría, centros de ancianos, programas de alimentación y otros, porque temen ser discriminados o acosados si se llegara a conocer su orientación sexual o identidad de género” o si lo hacen, “prefieren negar su orientación sexual o identidad de género” y se refieren a quienes conforman sus redes de apoyo como “amigos, amigas, compañeros, compañeras, hermanas o hermanos”.

Plenitud

Así como Samantha, varias de las participantes en la campaña #PorQueSiempreHemosExistido consideran que al paso del tiempo sus condiciones de vida han mejorado y aplauden que ya haya trabajadoras trans en el Ayuntamiento o que en otras partes de la República sea posible el cambio de documentación legal sin contratiempos. Se han fijado como meta contar con una casa similar a la de Laetus Vitae para ofrecer un espacio digno durante la vejez.

Entre tanto, les restan algunos pendientes como seguir compartiendo sus experiencias con las chicas trans más jóvenes para evitar que utilicen inyecciones de aceite para modificar su cuerpo, dañando su salud. Por eso, se han empeñado en informar sobre el uso de implantes seguros, la reducción del uso de alcohol y drogas, la utilización correcta de hormonas, supervisada por un profesional y el impulsar que las mujeres trans más jóvenes se incorporen a espacios laborales donde no se les habían abierto las puertas.

A sus más de 60 años, Jessica disfruta su sexualidad más que cuando era joven. Tiene tres novios, de 22, 26 y 32 años, y está enfocada en gozar cada momento de lo que resta de su vida, en compartir sus experiencias y en mostrar que se deben erradicar los prejuicios hacia las personas por su manera de ser y por su edad. Pero, su mayor deseo, es que las personas LGBTI vivan dignamente a lo largo de diferentes etapas de su vida y tengan una vejez tranquila, segura y sin discriminación.

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