La pandemia y las mujeres — letraese letra ese

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La pandemia y las mujeres


Mara acudió al ministerio público (MP) para denunciar la más reciente golpiza propinada por su marido. Aún lastimada y con mucho miedo, salió de su casa en el oriente del valle de México, para ir a la de su mamá, situada en la parte norte del área metropolitana. Sintió que el trayecto fue más largo de lo cotidiano, pues temía que su pareja la siguiera.

Una vez que dejó a su hija e hijo en casa de su madre, se dirigió a la sede más cercana de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México en compañía de una familiar. Después de la tardanza en recibir respuesta ante el llamado a la puerta de cristal que resguardaba el lugar, sólo le indicaron que no era posible atenderla debido a la emergencia sanitaria causada por COVID-19, pues no podían tener a nadie ajeno al cuerpo ministerial al interior de las instalaciones.

Después de copiar unos números telefónicos pegados en la puerta, comenzó a marcar desesperadamente, pero no obtuvo alguna solución. Le indicaban que fuera a interponer su denuncia a otro MP, o enviara un correo electrónico o marcara a otro número telefónico. En medio de la incertidumbre y el miedo a que la encontrara su esposo, buscó en redes sociales la ayuda de organizaciones que dieran apoyo a mujeres en situación de violencia.

Por el momento, permanece oculta con sus hijos, sólo su madre sabe dónde está. Legalmente no ha realizado ningún trámite, pues desconfía de la eficacia de las autoridades. Más bien, piensa en cómo activarse económicamente, pues tiene claro que no regresará a su antiguo hogar. Quiere “comenzar desde cero”, afirma categóricamente.

Su caso es uno de los miles ocurridos en los últimos meses. Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que más de 40 mil mujeres han denunciado haber sufrido lesiones entre abril y septiembre de este año. En marzo, al inicio de la crisis sanitaria, ocurrió el registro más bajo de casos en los últimos cinco años, pero se sospecha que lo anterior ocurrió por la imposibilidad de denunciar los hechos ante las autoridades correspondientes.

En el caso de los feminicidios, este año se han registrado, hasta septiembre, 704, una cifra que, si continúa el ritmo de agresiones, podría rebasar el registro más abultado en los últimos años, el de 2019, con 938. En cuanto a homicidios dolosos de mujeres, la realidad estadística no es muy diferente, han ocurrido dos mil 150, con la particularidad de que entre marzo y abril se alcanzó un pico histórico de 265, la cifra más alta desde 2014.

Durante el primer semestre del año, 352 mil mujeres han pedido ayuda a la línea 911 por situaciones de violencia familiar, 118 mil por violencia de su pareja, 131 mil por algún tipo de violencia de género, más de cuatro mil por acoso sexual y otras cuatro mil por abuso o violación sexual. Estas cifras rebasan, de manera considerable, los registros de años anteriores.

 

Violencia intrafamiliar, agresiones sexuales, desempleo, sobrecarga de las labores de cuidado y escasez de insumos para la salud sexual son sólo algunas de las problemáticas que se han agudizado para las mujeres durante esta contingencia sanitaria por el nuevo coronavirus.

 

Sin trabajo

Dalia sólo recibió un mensaje de texto a través de Whats app en el que le indicaban que “por favor” ya no se presentara a la casa de sus empleadores, pues querían evitar riesgos de alguna posible infección por el nuevo coronavirus, y por lo avanzado de su edad, corrían más riesgo de tener un desenlace fatal.

La medida fue sorpresiva, después de varios años de realizar las labores domésticas en el hogar de sus empleadores, de una semana a otra, quedó sin empleo a mitad de marzo, pocos días después del Día Internacional de la Mujer. Durante dos o tres semanas más recibió un depósito de la mitad del pago que solían darle por su trabajo. Después, ya no supo nada de sus empleadores, y por casi siete meses, ha tenido que buscar alguna otra fuente de empleo o apoyo para continuar contribuyendo al pago de los gastos de su hogar, sumado a contribuir a las labores de cuidado para que su madre o su cuñada salgan a trabajar.

El trabajo del hogar remunerado representa entre el 10 y 15 por ciento de las fuentes de empleo de las mujeres en Latinoamérica, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la Organización de las Naciones Unidas, pero alrededor de 78 por ciento de quienes se dedican a esta actividad lo hace en condiciones de informalidad. En el caso particular de México, menos de 10 por ciento está afiliada a algún sistema de seguridad social, alrededor de 95 por ciento no tiene acceso a servicios de salud; ocho de cada 10 carece de prestaciones laborales; la mitad no tiene aguinaldo u horario fijo, y normalmente, suelen emplearse con bajos salarios, largas jornadas de trabajo, e incluso, son vulnerables a la violencia sexual.

El Instituto Nacional de las Mujeres lanzó una campaña de sensibilización para que quienes les emplean, les apoyen, proporcionándoles un sueldo mientras dura la contingencia sanitaria, de preferencia igual al que percibían antes de marzo, independientemente se si acuden o no a laborar, y en julio, el gobierno mexicano ratificó el Convenio 189 ante la Organización Internacional del Trabajo, a fin de proteger los derechos laborales de quienes se dedican al trabajo del hogar no remunerado.

A pesar de los esfuerzos, realidades como la de Dalia no se han podido transformar, pues admite que es difícil conseguir empleo actualmente, en medio de una de las mayores pandemias de la historia de la humanidad. Nadie quiere a otras personas en sus hogares.

Un escenario complejo para muchas otras mujeres, dedicadas a múltiples actividades remuneradas,  pues cifras de la Cepal indican que 54 por ciento de la población latinoamericana económicamente activa está en una situación de informalidad, y más del 50 por ciento son mujeres.

El trabajo del cuidado

Carla debe contestarse una pregunta cada semana: ¿quién cuidará a su hijo Daniel, de un año mientras ella cubre su horario laboral? Si bien durante los primeros meses de la pandemia pudo estar en casa debido a que alargaron su permiso por maternidad, una vez que éste concluyó, se reincorporó, pero no tiene un horario fijo.

Si se le asigna el horario matutino, puede recurrir a la guardería, aunque no es una opción que le agrade mucho, pues si bien está monitoreada constantemente, teme que su hijo pueda infectarse con el coronavirus SARS-Cov-2, por lo que busca recurrir a familiares, y dejar a ésta como su última opción. Sin embargo, la situación es más complicada si debe cubrir el turno vespertino, pues no hay guarderías disponibles por la tarde, y alguien debe apoyarla mientras su esposo regresa de trabajar. Debe tomar el teléfono para pedir apoyo y trasladar a su hijo a donde se lo puedan cuidar hasta que su pareja pase por él.

Si bien su aportación económica es importante para su hogar, al igual que muchas otras mujeres, no sólo debe preocuparse por cumplir con sus objetivos laborales, sino de cuidado, pues es quien suele estar al pendiente de las necesidades de Daniel.

La carga sociocultural de las labores de cuidado de niñas, niños y adolescentes o adultos mayores para las mujeres ha sido un tema debatido ampliamente en los últimos años, pues estas labores y las de trabajo doméstico, en conjunto, representan alrededor de 40 horas más de trabajo no remunerado y poco reconocido.

 

ONU Mujeres ha exhortado a todos los países a implicar a las mujeres en todas las fases de la respuesta a la pandemia y en la toma de decisiones nacionales y locales, y a promover estrategias específicas de empoderamiento y recuperación económica de las mujeres.

 

Jornadas que se han incrementado durante estos meses de confinamiento domiciliario, pues, incluso, aunque las mujeres hagan labores de oficina desde casa, deben atender a otras personas, y desarrollar actividades paralelas como estar en sesiones de trabajo virtuales y apoyar a sus hijas e hijos en las labores escolares o alimentarles o estar al pendiente de personas adultas mayores, propiciándose situaciones en las que su rendimiento pudiera no ser óptimo.

Al respecto, el Instituto Nacional de las Mujeres ha señalado que se debe tomar en cuenta cuánto cuesta cuidar, a la par de reconocer que el trabajo de cuidados remunerados que hacen las mujeres tiene efectos fiscales y, por lo tanto, retorno a la economía, y tercero, el impacto en seguridad y paz, porque las mujeres demandan que haya cuidados de calidad, que les permitan salir a trabajar sin tener la preocupación de que ocurra una desgracia con las personas de sus familias que son cuidadas.

En riesgo de Embarazo

Muchas mujeres se han quedado sin acceso a insumos para su salud sexual y reproductiva, entre ellos, métodos anticonceptivos, pues, en muchas ocasiones, sus parejas no acceden a utilizar métodos de barrera como el preservativo. Ante el panorama, el Consejo Nacional de Población (Conapo) estima que entre lo que resta de este año y el próximo haya un incremento de hasta 145 mil embarazos con respecto a los que normalmente se registran anualmente.

Uno de los escenarios más alarmantes es el del incremento de abusos y violaciones sexuales hacia niñas y adolescentes, muchos de ellos traduciéndose en embarazos adolescentes o infantiles. Mediciones recientes del Conapo indican que, a diario, 32 niñas mexicanas de entre 10 y 14 años se convierten en madres, la mayoría de los casos, por ser víctimas de violencia sexual.

Además del aumento de cifras de embarazo, el cuidado prenatal también se ha visto vulnerado, pues las consultas de revisión han disminuido en un 44 por ciento, según lo estimado por la Secretaria de Salud, dándose únicamente alrededor de 300 mil consultas al mes en los diferentes sistemas de salud, en lugar de casi 600 mil que se registraban mensualmente antes de la pandemia.

Dicha disminución, se debe, en parte, a la conversión de algunos hospitales a centros COVID-19 y al miedo de las propias mujeres embarazadas para acudir a un centro de salud y ponerse en riesgo de una infección.  Lo que ha derivado de esta merma es un incremento del 29 por ciento de las muertes maternas, de acuerdo con datos de la Dirección General de Epidemiología.

El Boletín Epidemiológico Semanal indica que, en nuestro país, hasta la mitad de octubre, se han registrado seis mil 761 casos de mujeres con embarazo/puerperio diagnosticadas con COVID-19. Asimismo, mil 387 bebés dieron positivo a la prueba del Sars-CoV-2, y han estado bajo tratamiento. Sin embargo, de los más de seis mil casos, 153 han culminado en la muerte de la madre como consecuencia de la infección.

Estos números provocan que las cifras parciales de mortalidad materna de este año (689), sean superiores a las registradas durante todo 2019 (534), un déficit en materia de derechos de las mujeres que deberá ser atendido, pues es uno de los indicadores actuales en materia de desarrollo de un país.

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