Infancia tras la ventana — letraese letra ese

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Infancia tras la ventana


El 11 de marzo de este año, la Organización Mundial de la Salud declaró a la ola de contagios del nuevo virus SARS-Cov-2 como una pandemia. A finales de ese mismo mes, decenas de países habían decretado cierres parciales o totales de las actividades sociales, con el único fin de frenar la propagación del virus. Millones de puertas de hogares se cerraron, guardando tras ellas a unos 2 mil 300 millones de niñas y niños, de acuerdo con cifras del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Una gran cantidad de ellos no ha vuelto a las aulas desde entonces. Permanecen en sus casas, bajo la protección de sus familias, siempre y cuando éstas no hayan sido afectadas por la pandemia que, hasta el momento, ha cobrado más de 1.2 millones de vidas en todo el mundo.

Aunque desde abril pasado la directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore, advirtió que era necesario “evitar el sufrimiento, salvar las vidas y proteger la salud de cada niño”, la vorágine de acontecimientos ha rebasado las políticas públicas destinadas a menores de edad –aparentemente menos afectados en su salud por el nuevo coronavirus–, limitándose a diseñar (a contrarreloj) contenidos de estudio para transmitir por televisión e internet, y confiar en que eso cubra la necesidad de educación y de resguardo en casa para millones de pequeños y pequeñas de todo el orbe.

Sus voces también cuentan

Sin embargo, ¿de qué forma están viviendo los niños, niñas y adolescentes esta pandemia? Es una pregunta que se planteó la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM), inspirada por el informe Infancia confinada. ¿Cómo viven la situación de confinamiento niñas, niños y adolescentes?, un estudio realizado en España que recopiló las respuestas de más de 400 participantes.

De esta manera nació #InfanciasEncerradas. Consulta a niños, niñas y adolescentes, investigación que también respondió a la recomendación de la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos de promover e implementar actividades para que las y los menores puedan opinar sobre su vida, sus miedos y sus propuestas para el periodo de contingencia.

Así, en #InfanciasEncerradas participaron, vía Internet, 40 mil 427 personas de entre 6 y 17 años de edad de todo el país, aunque la mayoría de ellos (40 por ciento) vivían en la Ciudad de México. De esta población, 54 por ciento reportó ser niña, 44 por ciento dijo ser niño y hubo un 2 por ciento que no quiso contestar o se definió como “otro”. Además, 3.4 por ciento afirmó tener alguna discapacidad.

La consulta se dividió en cinco materias de investigación: espacios y contextos en que niñas, niños y adolescentes pasan el confinamiento; tipo de actividades que están realizando en sus hogares (tanto para divertirse como las tareas escolares); miedos, preocupaciones y temores; lo que les hace felices, y qué extrañan y qué sueñan.

 

A partir del 15 de marzo, en México más de 39 millones de personas de entre 0 y 17 años de edad fueron confinadas mayoritariamente a un espacio doméstico. ¿Cómo viven la contingencia? ¿Cuáles son sus preocupaciones, miedos y deseos? La encuesta #InfanciasEncerradas arroja luz sobre estas interrogantes.

 

Participación incluyente

Para estudiar de manera más específica a las diversas poblaciones incluidas en la encuesta, las y los participantes fueron agrupados, primero, por rango de edad: de 6 a 11 años, de 12 a 14 años y de 15 a 17 años. Algunas personas más pequeñas, de 4 y 5 años, también pudieron expresarse en la encuesta a través de dibujos.

En segundo lugar, se elaboraron cuatro reportes especiales sobre poblaciones específicas: niñas, niños y adolescentes con discapacidad; personas jóvenes; niñas y adolescentes mujeres, y niñez y adolescencia no binarias, este último, un rubro que apenas está comenzando a ser explorado como categoría social, y que incluye a aquellas personas que no se identificaron con ninguno de los dos géneros.

En cuanto a su entorno general, del total de personas menores encuestadas, nueve de cada 10 viven con su mamá y siete de cada 10 viven también con su papá. Para las y los pequeños (siete de cada 10), su mamá, papá o la persona que los cuida pasa con ellos el tiempo suficiente, y la misma proporción dijo que podía hablar con ellos cuando lo necesitaba. Esto parece reflejar que se sienten cuidados, y llevó a la CDHCM a concluir que no hay elementos para suponer que haya habido un aumento de la violencia familiar en la etapa de confinamiento. Además, niñas y niños dijeron estar contentos por estar en familia durante la contingencia y poder contar con la presencia de su madre o padre, algo que para muchos no es lo común en condiciones normales. Así, casi ocho de cada 10 menores se sienten bien o muy bien con su familia, ocho de cada 10 se sienten muy bien o bien con la casa en la que viven, y esa misma proporción se siente bien o muy bien con su vida en general.

Sin embargo, al hablar del sentimiento que les provoca la situación por la pandemia, lo que más respondieron las y los menores fue aburrimiento, seguido de tristeza, estrés y ansiedad. Un dato curioso es que tales sentimientos invertían su frecuencia conforme más edad tenían los participantes; es decir, los más pequeños sentían más aburrimiento y los mayores, más ansiedad. Por este hallazgo (entre algunos otros), la Comisión resalta la importancia de implementar medidas que permitan identificar y tratar los estados de depresión y ansiedad en niños, niñas y adolescentes.

En cuanto a las preocupaciones que sienten con más frecuencia, está el hecho de que alguien de su familia muera por COVID-19, que alguien de su familia o ellos mismos se enfermen con el coronavirus, y que alguien de su familia se quede sin trabajo a causa de la suspensión de actividades.

#InfanciasEncerradas documentó que el aprendizaje desde casa ha representado un gran reto para niñas, niños y adolescentes. Quienes están en el nivel primaria y secundaria dicen que lo que más añoran es a sus amigos y asistir a la escuela, en ese orden. Además, en algunas preguntas abiertas realizadas en la encuesta, las y los menores reflejan estar estresados por la cantidad de tareas dejadas por los docentes, que supera por mucho las que les dejaban cuando asistían a la escuela de manera regular. Además, conforme más edad tienen quienes responden, más reportan que no entienden las clases, e incluso hay quienes sienten preocupación por reprobar el año.

Hacia el final de la encuesta se lanzó la pregunta “Si pudieras pedir un deseo, ¿cuál sería?”, y la respuesta más frecuente puede englobarse en la idea de que “todo vuelva a ser como antes”. En específico, desean que se acabe el coronavirus, pero también mencionaron no querer enfermarse, que no se enfermen familiares ni la gente en general, y que las personas no sufran. No obstante, entre las cosas que probablemente no deberían ser “como antes” es la participación de niños, niñas y adolescentes en las tareas domésticas, ya que todos los grupos de edad y género reportaron que es una de las actividades que más realizan en casa. Si se conserva esta dinámica después del confinamiento, opina la CDHCM, se evitará que los cuidados y trabajos de la casa recaigan en las niñas y las adolescentes mujeres.

 

Las personas menores no binarias fueron las que mostraron mayor rechazo ante la idea de volver a la escuela, mientras que los otros grupos de niños, niñas y adolescentes mencionaron a la escuela como una de las cosas que más extrañaban.

 

Población no binaria

En un ejercicio novedoso, la Comisión desarrolló un informe especial sobre aquellas personas menores de edad que marcaron la casilla “otro” al ser preguntados por su género. A tal grupo se le considera infantes y adolescentes no binarios. La lectura de los datos obtenidos de estas 67 personas arrojan luz sobre esta población que hasta ahora había estado invisibilizada. Y como un primer paso, el informe opta por utilizar las palabras niñes o elles para tratar de marcar un género neutro y referirse a este grupo.

En comparación con el promedio nacional, esta población muestra un porcentaje ligeramente superior en considerar que su padre, madre o persona cuidadora pasa suficiente tiempo con elles, y que pueden hablar cuando lo necesitan (2 por ciento más y 4 por ciento más, respectivamente). Sin embargo, 45 por ciento dice discutir de vez en cuando con su familia, esto es 6 por ciento más que el promedio nacional.

De acuerdo con el análisis presentado por Nadshieli Ramírez, presidenta de la CDHCM, en el evento donde se dio a conocer el informe especial, esta población hace más cosas que las otras no: hacen más ejercicio, leen más, tienen más hobbies y les dedican más tiempo.

Pero también hay diferencias importantes en aspectos no tan positivos. Por ejemplo, se sienten 13 por ciento menos felices que el promedio nacional con su vida y su familia, son 11 por ciento menos felices al convivir con sus pares, son 16 por ciento menos felices consigo mismes y 21 por ciento menos felices con la casa en la que viven.

En cuanto a los sentimientos que experimentan durante el confinamiento, expresaron casi el doble de preocupación y tristeza en comparación con quienes se identificaron como hombres.

En un dato particular, las personas no binarias fueron las que mostraron mayor rechazo a la idea de volver a la escuela, a diferencia de niños, niñas y adolescentes con discapacidad, cuyo temor recurrente es no regresar a ella. Así, explica el informe, mientras para las personas no binarias puede representar una fuente de violencia y rechazo constante, para las personas con discapacidad puede ser la oportunidad para una vida independiente y autónoma.

Ante este panorama, activistas de la diversidad sexual como Tania Morales, presidenta de la Asociación por las Infancias Transgénero; Damián Cruz, de la organización Puerta Abierta, y Alejandro Brito, director de la organización Letra S, Cultura y Vida Cotidiana, coincidieron en señalar que la información recabada sobre esta población es vital para crear políticas públicas que atiendan las necesidades de estas personas, sobre todo en el ámbito de la salud mental.

Durante la presentación virtual del informe especial, observaron que las personas menores no binarias requieren de espacios seguros de convivencia con sus pares reales, pues sólo con elles pueden compartir una realidad que parece todavía tan lejana al resto de la sociedad. La insatisfacción reportada, comentó Cruz, requiere de acompañamiento terapéutico y orientación, y es necesario construir los canales para que quienes lo necesiten puedan acceder a esa atención de la salud mental.

 

 

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