Respuestas sobre el COVID-19 — letraese letra ese

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Respuestas sobre el COVID-19


En medio de la fase III, que supone el pico más alto de la epidemia de COVID-19 en nuestro país, quedan sobre la mesa numerosas dudas en torno a esta crisis sanitaria. ¿Se está actuando bien? ¿Acaso no podría (o debería) hacerse más? ¿Hacia dónde se vislumbra el desenlace? El doctor Juan Luis Mosqueda es un infectólogo que ha dedicado gran parte de su carrera a luchar contra una epidemia más antigua: el VIH/sida. Desde su actual trinchera como director del Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío, ubicado en León, Guanajuato, conversó con Letra S sobre la pandemia con la que se inauguró esta década de 2020.

¿Qué factores influyen para que la pandemia de COVID-19 tenga mayor o menor gravedad en diferentes territorios?

La magnitud que van a alcanzar estos virus respiratorios depende de algo que se llama R0, que es la capacidad que tienen de transmitirse, y para este nuevo virus se ha calculado que el R0 es más o menos 2.5. Eso quiere decir que cada persona que se enferma alcanza a enfermar 2 o 3 personas más. Para tenerlo como referencia, la influenza tiene un R0 de 1.5, entonces es una enfermedad más contagiosa que la influenza, por ejemplo.

Lo que define cómo se comporta en los diferentes lugares del mundo es la cercanía que hay entre la población. Por eso estamos viendo que, si bien afecta en todo el mundo, tiene una mayor afectación en los lugares más poblados donde la gente está más conglomerada.

¿Esto quiere decir que las medidas de confinamiento o de distanciamiento social sí son lo más eficiente que se puede hacer contra esta enfermedad?

Efectivamente. Yo diría que es la única medida realmente eficiente para limitar la expansión de la enfermedad. La medida en la que ocurra el contagio va a ser, tal cual, la medida de qué tan junta está una persona de otra, qué tanto interactúa una persona con otra. Lo vamos a ir viendo muy claramente conforme avance en el país: las zonas más alejadas, los pueblos pequeños van a tener muy poca afectación, pero las grandes ciudades se van a ver muy afectadas. Lo que se trata con esta estrategia de distancia y de quedarse en casa, es distanciar a la gente como medida de mitigación, no de que desaparezca el problema, pero que sea de menor magnitud.

Sin embargo, esta medida, por sí sola, no va a frenar el contagio…

No va a frenar el contagio. Y creo que hay que decirlo tal cual: con esta estrategia o sin esta estrategia se van a presentar muchos casos. Definitivamente con esta estrategia no intentamos que no haya casos, sino que esos casos ocurran en un menor número y de una manera más progresiva.

En realidad, lo que va acabar por detener esto es que la gente se vaya enfermando, la gran mayoría se van a recuperar, por fortuna, sin complicaciones, y van a quedar, digamos, inmunizados, como vacunados. En la medida que se vaya acumulando gente que ya se curó, en esa medida va a haber menos trasmisión.

En el fondo nos beneficiaría que se contagiara mucha gente, porque cuando se recuperen ya van a estar inmunizados. Pero si pensamos que se infectaran todos juntos, es imposible atenderlos al mismo tiempo. Por eso, toda esta estrategia de sana distancia lo que busca no es que al final haya menos casos, sino que aparezcan poco a poco para dar tiempo a que el sistema de salud responda. En lugares donde ya ha ocurrido, así sea en Europa, en Estados Unidos, en Asia, se han rebasado los sistemas de salud porque los casos se acumulan tan rápido que no hay manera de atenderlos.

se sabe que hay un rol determinante de las enfermedades coexistentes en la mortalidad de los pacientes con COVID-19. En el caso de un paciente con una comorbilidad grave, ¿la atención médica sí hace la diferencia para que la persona sobreviva?

Así es. Pensemos en el escenario de un joven sano: le va a dar un cuadro leve. No hay un medicamento para el coronavirus, lo que se hace es esperar a que el virus se elimine por sí solo, lo elimina el cuerpo en alrededor de 10 días. Por eso, sugerimos que la gente esté en su casa, en reposo, que cuide de no contagiar a otros y después de 10 días se va curar solito. Por eso, calculamos como una cuarentena o una catorcena, para que la gente después de eso, se recupere.

Pero ¿qué pasa con el que tiene un cuadro grave? También va a tardar unos 10 días en eliminar el virus. Lo que realmente hacemos en los hospitales es mantener viva a esa persona durante esos 7, 10 o 14 días que requiere para que el virus se elimine solo. Si llega, si necesita la atención y si no logra ingresar al hospital para ser atendido, va a fallecer y sólo le faltaba tiempo. Lo que hace el hospital no es darle un tratamiento para el virus, es mantenerlo estable, mantenerlo vivo, en lo que por sí solo logra eliminar el virus, por eso es muy importante tener la suficiente capacidad en los hospitales.

 

“En la atención de COVID-19, lo que hace el hospital no es dar un tratamiento para el virus, porque no lo hay. Lo que hace es mantener al paciente estable, mantenerlo vivo, en lo que por sí solo logra eliminar el virus, por eso es muy importante tener la suficiente capacidad en los hospitales”.

 

A nivel de estrategia de salud pública, ¿cuál sería la manera más costo-efectiva de hacer la detección?

Ese ha sido probablemente el tema más complicado o más discutido. Yo creo que depende de lo que quisiéramos hacer y para eso hay tres opciones.

Una opción es contar el número de casos que realmente tenemos, y yo creo que no tiene sentido. No hay manera de contar todos los casos. Tenemos que asumir que los casos que se publican no son todos, y no porque las autoridades de salud los quieran ocultar, simple y sencillamente porque es imposible contarlos todos. Podríamos decir “vamos a hacerle hoy una prueba a todos los que tengan síntomas respiratorios y fiebre”. Pues sí, pero mañana va a haber otros y pasado mañana va a haber otros, sería prácticamente imposible estarles haciendo a todos. Además, ya sabemos que hay casos asintomáticos, entonces cómo vamos a detectar esos casos.

Hay un segundo punto que creo que es el más relevante, que sería hacer pruebas para ver cómo va la contingencia y tomar decisiones, y ahí entra lo primero: no podemos contarlos todos, pero si tú vas tomando una muestra representativa, te permite ver si vas en aumento o en disminución de los casos para tomar decisiones, como cuándo cerrar la cuarentena.

Y el último punto es hacer pruebas para decisión individual. Me parece que esa es la más cuestionable de todas. La gente suele decir que si llega una persona con síntomas respiratorios y fiebre, que parece que tienen COVID, le deberían hacer la prueba para saber si lo tiene, y aislarla. Yo difiero. Si esa persona tiene síntomas respiratorios y fiebre, debo pensar que tiene COVID y lo debo aislar, con o sin prueba, porque de hecho las pruebas no son perfectas, entonces puede que sí tenga COVID, pero la prueba me sale negativa y lo peor que yo podría hacer como médico es decirle “no, usted no tiene COVID, entonces no necesita tratamiento”.

¿Con qué características se podría relacionar la alta mortalidad que estamos viendo en méxico (10 por ciento), similar a a países considerados críticos como Italia?

Una opción es que tenemos una población más enferma: más obesos, más diabéticos, más hipertensos en nuestro país que en otros países y por eso la gente esté falleciendo más, pero yo creo que la realidad es la opción dos. La opción dos es que como no se están diagnosticando todos los casos, entonces, si sólo se diagnosticaron 10 y fallece uno, parecería que la mortalidad es el 10 por ciento, pero en la realidad seguramente no hay 10 casos, debe haber 100 o debe haber 1000, y entonces la mortalidad no esa, la mortalidad es 1 por ciento o 0.1 por ciento, respectivamente. Creo que estamos viendo una mortalidad que está sobreestimada porque estamos haciendo pocas pruebas. Los fallecimientos no hay manera de ocultarlos, están ahí, y si los dividimos entre la cantidad de casos que hemos confirmado –como ya dije, no están confirmados todos–, lo dividimos entre un número pequeño y nos sale una proporción grande.

 

“No hay manera de contar todos los casos. Tenemos que asumir que los casos que se publican no son todos, y no porque las autoridades de salud los quieran ocultar, simple y sencillamente porque es imposible contarlos todos”.


Sabemos que hay muchos puntos en los que no se pueden comparar ambas epidemias, pero del VIH se ha dicho que se convirtió en una enfermedad de la pobreza debido a la falta de recursos con los que cuenta la gente, desde la información hasta los condones. ¿Podríamos decir que el COVID es ahora o está en vías de convertirse en una enfermedad de la pobreza?

Yo no lo compararía en esa manera, pero creo que sí ha tenido una tendencia similar. Cuando el VIH se presentó en México, los primeros casos eran en personas de nivel socioeconómico alto, generalmente eran personas que viajaban a Estados Unidos o a Europa, donde había más casos de VIH. Ya que el VIH se estableció en México, afectó a todas las clases sociales y ya no encontró distinción en ese sentido. Creo que en eso sí se parece mucho al COVID-19; los primeros casos en México los vimos en personas de nivel socioeconómico alto porque eran los que venían regresando de viajes de Europa, de Estados Unidos, implicaba un nivel diferente, pero ya cuando se establece en la sociedad no encuentra distinción

El COVID no va a ser consecuencia del nivel socioeconómico, sino, insisto, de la aglutinación que tenga la gente. Por ejemplo, en Ciudad de México se han observado sitios de transmisión muy importantes como centrales de abastos. Si una persona, por su nivel socioeconómico asiste a una central de abastos que está abarrotada de gente, es casi imposible pensar que no le va a pasar algo. No es la pobreza como tal, pero evidentemente sí tiene todo un contexto de lo que llamamos determinantes sociales. ¿Por qué está afectando ahorita a población más pobre? Porque es la que tiene la necesidad de salir a trabajar, de salir a comprar los alimentos en lugares así de aglomerados. No es porque no entiendan, no es porque no tengan acceso a la información, es por la necesidad. Se llaman determinantes sociales y sí va a ir haciendo un efecto con esta enfermedad en nuestra población.

La siguiente pregunta es la que se ha hecho sobre el VIH durante 40 años y todavía no se ha podido responder, ¿cuánto falta para una vacuna?

Falta menos para una vacuna de COVID que para una vacuna de VIH. Ya habíamos hablado de qué pasa con la inmunidad y parece, todo parece, que si te da COVID y te curas, quedas con inmunidad. Pero con el VIH no pasa eso, no hay alguien que conozcamos a quien le dio VIH, se curó y que ya está inmune. Es más fácil hacer una vacuna que replique lo que hace la naturaleza: si la naturaleza te cura solito del COVID y te deja inmune, es muy fácil replicar eso, pero para hacer una vacuna para VIH tendrías que hacer algo que la naturaleza no hace, porque tendría que hacer que te dé algo como el VIH, pero que te cures y luego quedes inmunizado, y eso no existe en la naturaleza.

Yo creo que van a pasar 10 años y no vamos a tener una vacuna de VIH, pero también creo que el año que entra a más tardar vamos a tener una vacuna de COVID.

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