Ébola: historia de una infección — letraese letra ese

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Ébola: historia de una infección


“¡No pase o morirá igual que nosotros!”, es el grito que aún recuerda el epidemiólogo belga Peter Piot al narrar el momento de su llegada a la misión de Yambuku, en la actual República Democrática del Congo (RDC), un espacio olvidado entre las múltiples tonalidades de verde de la selva, como el propio Piot lo describe en sus memorias. Alejado de las grandes urbes, situado en el corazón de África, en medio de múltiples ríos, muy cerca de la línea ecuatorial, donde la vegetación es exuberante, algunas monjas belgas pertenecientes a la orden de las Hermanas del Sagrado Corazón de Nuestra Señora de Gravenwezel habían instalado una escuela y un pequeño hospital para atender males como la fiebre amarilla o el paludismo, los cuales solían azotar a los pobladores de los alrededores.

A esa misión, ubicada a más de mil kilómetros de Kinshasa, la capital congoleña, regresó con múltiples molestias un maestro de 42 años, tras una excursión de dos semanas por la selva ecuatorial. Fiebre y escalofríos fueron los primeros síntomas que presentó. Al principio mostró recuperación tras recibir tratamiento para la malaria, pero una semana después comenzaron las hemorragias sin control hasta que falleció durante los primeros días de septiembre de 1976, por un “síndrome hemorrágico de causa desconocida”. Fue la primera vez que se reportaba una situación de ese tipo.

En pocas semanas –no más de cuatro–, el número de muertes era superior a 100. Las explicaciones para la transmisión de la enfermedad eran varias. La gente que había asistido a los funerales había caído enferma, al igual que las enfermeras que habían atendido a los enfermos. Por otro lado, varias mujeres embarazadas de la zona también se habían infectado. Ellas acudían por atención prenatal a la misión. Regularmente se les inyectaban vitaminas, sólo que en la mayoría de las ocasiones, se usaba la misma jeringa, pues aún se utilizaban las jeringas de vidrio, muy usadas debido a la alta demanda de servicios médicos.

Saber qué estaba causando la situación era la razón por la que Piot estaba ahí. Ya en los laboratorios de Europa y Estados Unidos se sabía que el virus era confundible con otros similares como el de Marburgo, apenas registrado nueve años antes en Alemania, que había infectado a trabajadores de la industria farmacéutica que habían tenido contacto con monos de Uganda, llevados a la nación germana para experimentación. El resultado fue de 25 personas muertas por fiebres hemorrágicas, algo similar al panorama descrito en tierras congoleñas. Sin embargo, en los laboratorios de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades Estados Unidos descartaron que se tratara del mismo virus. Al igual que los investigadores del Instituto de Medicina Tropical de Amberes, Bélgica, los investigadores estadounidenses contaban con algunas muestras de sangre extraídas de personas infectadas por el virus.

La zona fue cercada para establecer un control sanitario y evitar la propagación del virus, aún desconocido, pero que con las primeras muestras tomadas, se supo que disminuía de manera sustantiva los índices de plaquetas de la sangre, lo cual dificultaba la coagulación de la misma, pues la principal función de los también llamados trombocitos es agruparse ante la ruptura de un vaso sanguíneo. Por ello, cuando hay bajos índices de plaquetas o trombocitos, los sangrados son abundantes e imparables.

 

La tasa de letalidad del primer brote de ébola fue de 88 por ciento, muy pocas personas sobrevivieron. Los registros históricos indican que hubo 280 muertes
en la zona norte del Congo en el último trimestre de 1976.

 

La tasa de letalidad del brote fue de 88 por ciento, muy pocas personas sobrevivieron al mismo. Los registros históricos indican que hubo 280 muertes en la zona norte del Congo en el último trimestre de 1976. Sin embargo, no fue el único lugar del planeta donde hubo casos de ébola, como se denominó al virus debido a la cercanía de la misión de Yambuku con el río Ébola.
Sin tanta atención mediática, desde junio de 1976 se habían presentado casos similares entre los trabajadores de fábricas de algodón del sur de Sudán y el personal de salud que los atendía. En esas fábricas vivían murciélagos, por lo que se sospechaba que el contacto con ellos había provocado la infección.

El virus letal
Una primera línea de investigación planteaba que el brote de ébola en Yambuku provenía de Sudán. La evidencia científica reveló que el virus tenía variantes. Incluso su letalidad variaba: en Sudán murió el 53 por ciento de quienes habían resultado infectados, mientras que en el Congo, la tasa fue de 83 por ciento.

Con más de 40 años de estudio, hoy en día se sabe que el ébola es integrante de la familia de los filovirus, al que también pertenecen el virus de Marburgo y el de Cueva, los cuales también provocan fuertes hemorragias. Hasta el momento se han identificado cinco diferentes tipos de ébola: Bundibugyo, Zaire, Reston, Sudán y Taï Forest. De estos, el Bundibugyo, Zaire y Sudán son lo que han provocado los brotes en el continente africano. El Reston es el único hallado fuera de África, pues fue ubicado en Filipinas y China en primates, sin que haya reportes de transmisión al ser humano.

Su mecanismo de transmisión es de persona a persona, a través del contacto directo con órganos, sangre, secreciones, u otros líquidos corporales de personas infectadas, o por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos. Por lo tanto, se considera que también puede transmitirse por la vía sexual o de madre a hijo durante el embarazo o el periodo de lactancia.

Una vez adquirido el virus, su período de incubación es de entre dos y 21 días. Mientras el virus incuba no es contagioso, pero una vez que la persona muestra síntomas como aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y de garganta, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y hemorragias internas y externas, es muy probable que si alguien entra en contacto con los fluidos, se infecte.

En las últimas décadas se han buscado terapias farmacológicas para la atención de la enfermedad causada por el ébola, pero hasta el momento aún continúan en experimentación, al igual que las vacunas. Muchos de los casos en los que las personas infectadas con el virus no han muerto se deben a la variante y la letalidad del mismo. Además de la cura terapéutica y las herramientas para la prevención, otro gran pendiente consiste en saber si las personas guardan reservas del virus en su organismo.

Reaparición, más letal
La calma del poblado de Guéckédou, Guinea, se rompió en diciembre de 2013 cuando se supo que Emile, un niño de dos años, murió como consecuencia de una fiebre hemorrágica, un suceso inusual en la nación cercana al océano Atlántico. Ese mismo mes murieron la hermana de tres años, la madre y la abuela de Emile, y más de 10 integrantes de la comunidad, la cual comenzó a ser tachada como “dañina” por sus vecinos.

Pasaron más de cuatro meses para que las autoridades sanitarias guineanas confirmaran que los casos en Guéckédou eran de ébola. Los registros indicaban alrededor de 59 muertes en cuatro meses. Sin embargo, en mayo de 2014, el virus ya había traspasado fronteras: una joven de Kenema, Sierra Leona, llegó al hospital de la localidad y fue detectada con ébola. Inmediatamente fue aislada y pudo recuperarse.

La muchacha contó que asistió al funeral de una conocida curandera en abril, al cual habían acudido muchas personas, debido a su popularidad. Presumiblemente, había muerto a causa del ébola y mucha gente tuvo contacto con su cuerpo antes de ser sepultado. El mayor problema era que las personas asistentes eran de Sierra Leona, pero también de Guinea y de Liberia, pues el poblado está ubicado muy cerca de ambas fronteras. Posteriormente se supo que de este evento pudieron haber derivado 365 casos.

Para ese momento ya se habían registrado 800 muertes por ébola entre población y trabajadores de la salud. Además, el virus ya había llegado a la costa, pues en la capital de Liberia, Freetown, ya se habían presentado algunos casos, una situación de extremo peligro debido a que las condiciones de hacinamiento representaban un espacio propicio para la diseminación del virus.

 

Cuando la OMS declaró a la zona de la costa del Atlántico africano como libre de ébola, el distintivo fue puesto en duda debido a que Liberia fue declarado
como tal cuatro veces, y siempre se habían presentado más casos.

 

Las autoridades nacionales e internacionales tenían conocimiento de la situación, pero no tomaron muchas medidas al respecto hasta que se supo de la presencia del virus cerca de Lagos, la capital de Nigeria, donde habitan 21 millones de personas y la presencia del virus podría ser muy letal.

¿Libre de ébola?
Desde 1976, se tenían registros de casos de ébola en varios países de África. En algunos momentos, como en 1995 y 2007, en la RDC; en 2001 y 2008 en Uganda, las cifras habían rebasado las dos centenas de casos, siendo los brotes más significativos desde que fue identificado el virus. Lo que estaba ocurriendo en África Occidental era inaudito.

Asociaciones como Médicos Sin Fronteras cuestionaban el actuar de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que frente a sus ojos, estaba el mayor brote de ébola en la historia de la humanidad y no se tomaban muchas medidas al respecto, ni se hacía un llamado a la comunidad internacional para hacer frente a la epidemia.

Entre 2013 y 2016 se registraron 28 mil 646 casos de ébola  y 11 mil 323 muertes por esta causa en Guinea, Liberia, Mali, Nigeria, Senegal y Sierra Leona, países donde nunca antes se había presentado un caso de ébola. Antes de eso, solamente se habían localizado en Sudán, RDC y Congo a lo largo de tres décadas.

De igual manera, por primera vez, se detectaron casos en Europa y Estados Unidos, de personas que habían estado en las zonas de la epidemia y habían regresado a su país con el virus.
Tras tres años de trabajo, la OMS declaró a la zona de la costa del Atlántico africano como libre de ébola, un distintivo que había sido puesto en duda debido a que Liberia fue declarado como tal cuatro veces, y siempre se habían presentado más casos. Además, la declaratoria se hizo tras no reportarse casos en 42 días, un período de tiempo que para muchos epidemiólogos es muy corto para determinar si se erradicó o no una epidemia.

Entre tanto, desde 2017, en RDC y Uganda se han vuelto a presentar casos, los cuales se incrementaron de manera sustancial, pues de 54 a mediados de 2018, la cifra aumentó a tres mil 367 entre agosto de 2018 y de 2019, con más de dos mil muertes, un número que ni sumando el histórico de datos desde aquel lejano 1976 hasta julio de 2018 se había registrado.

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