Adolescentes frente al VIH
Miguel se acaba de enterar que vive con VIH. Sin aún terminar el bachillerato, piensa lo difícil que sería revelar a su familia la noticia. Nadie en su casa sabe que ha tenido varias parejas de su mismo sexo. A sus 17 años y sin seguridad social, la única manera que tiene para comenzar a tomar un tratamiento es que su madre o padre acudan al centro de salud y lo den de alta en el Seguro Popular para recibir servicio médico.
Con casi dos años de trabajo de investigación en cohortes con adolescentes en las dos sedes de la Clínica Especializada Condesa, Alicia Piñeirúa-Menéndez e investigadores de diferentes instituciones académicas del país y de Estados Unidos han identificado que este sector de la población que vive con VIH tiene algunas necesidades especiales en cuanto a la incorporación a los servicios de salud y la retención en los mismos, en comparación con integrantes de otros grupos de edad.
Reflejo de lo anterior es que en ambas clínicas donde se realiza la cohorte, 25 por ciento de quienes son detectados VIH positivos no vuelven y no cuentan con otro servicio de salud.
En entrevista con 2, la especialista en infectología, en conjunto con Mónica Hernández Leyva, integrante del equipo de investigación, explicaron que para poder ser atendidos, los jóvenes deben afiliarse al Seguro Popular, pero por su condición de menores de edad, son sus madres o padres quienes deben inscribirlo, y en muchas ocasiones no quieren que ellos se enteren de su estado seropositivo, optando por alejarse de los servicios médicos.
Parte de esta información será integrada al diagnóstico que elabora un grupo de más de 10 investigadores que analiza los datos obtenidos a partir de entrevistas a adolescentes que asisten a ambas sedes de la Clínica Condesa para realizarse una prueba de detección de VIH y cuya finalidad es comprender las razones por las que adquieren o no la infección, sus desenlaces clínicos, sus hábitos sexuales, su nivel de estudios, su relación familiar, entre otro tipo de información que podrían ayudar a establecer modelos de atención específicos para este grupo etario, ya que, actualmente, se les incorpora a un régimen de atención para adultos.
La epidemia joven
En el marco de la 10 Conferencia Internacional Científica sobre el VIH y el sida (IAS 2019), celebrada en la Ciudad de México del 21 al 24 de julio pasados, el equipo encabezado por Piñerúa-Menéndez presentó los primeros resultados del estudio en el que se analizan las características sociodemográficas y el comportamiento sexual de adolescentes VIH positivos y VIH negativos.
Participaron 395 adolescentes que acudieron a la Clínica Especializada Condesa o a la Clínica Especializada Condesa Iztapalapa, de los cuales, 172 eran VIH positivos y 223 VIH negativos.
En el caso de las personas adolescentes VIH positivas, se observó que 90 por ciento eran hombres; tres por ciento, mujeres trans y debajo del 1 por ciento, mujeres, por lo que el comportamiento de la epidemia es similar al de otros grupos poblacionales, refirieron las investigadoras.
De manera comparativa se mostró que de aquellos adolescentes VIH positivos, 51.7 por ciento había tenido su primera relación sexual antes de los 15 años y la cifra no cambió mucho en los VIH negativos, de los cuales se reportó un 48.2 por ciento.
El binomio de adolescencia y VIH alrededor de 60 por ciento de los adolescentes VIH positivos tuvieron alguna pareja sexual mayor a ellos por 20 años, mientras que la cifra se redujo a 40 por ciento en el caso de quienes no tienen VIH.
En cuanto al número de parejas sexuales, en aquellos con estatus seropositivo se observó que más de 64 por ciento había tenido entre cinco y 10 parejas sexuales, mientras que aquellos seronegativos tuvieron en promedio cinco.
Con respecto a la diferencia de edad con sus parejas sexuales, alrededor de 60 por ciento de los adolescentes VIH positivos tuvieron alguna pareja sexual mayor a ellos por 20 años, mientras que la cifra se redujo a 40 por ciento en el caso de quienes no tienen VIH.
En cuanto al uso del condón durante su primera sexual, en ambos grupos, el promedio fue de 50 por ciento.
Las investigadoras consideraron que en el grupo de adolescentes positivos, se hallaron como factores de vulnerabilidad una mayor proporción de abandono escolar, ingresos familiares más bajos, ser hijos de madres adolescentes, registros de otras infecciones de transmisión sexual y prácticas sexuales de riesgo.
Otro de los trabajos presentados en IAS 2019 fue el tutelado por Theresa Bailey, de la Escuela de Salud Pública Rollins de la Universidad de Emory, quien en conjunto con el equipo de la Clínica Especializada Condesa, identificó ciertos patrones en la construcción de la identidad masculina de adolescentes jóvenes de entre 15 y 19 años, que representan factores de riesgo para la adquisición del VIH.
Entre ellos se encontró que la familia es la principal fuente de adquisición de conocimientos sobre masculinidad y hombría, y la existencia de la creencia de un fuerte vínculo entre la heterosexualidad y la masculinidad.
Para Piñeirúa y Hernández, este tipo de estudios son necesarios porque a diferencia de África, donde el mayor número de nuevas infecciones se registra en mujeres, en nuestro contexto, la mayoría se da en hombres en edad joven. Estos casos presentan la característica de tener desenlaces que llegan a la muerte, por lo que un reto es mejorar la mortalidad asociada al VIH y en el continuo de atención.
VIH perinatal o adquirido
Para las investigadoras es necesario diferenciar que en la población adolescente que vive con VIH hay dos grandes sectores, uno es quienes lo adquirieron por la vía perinatal, es decir, adquirieron el virus al momento de nacer, y el otro lo forman quienes se infectaron por la vía de la transmisión sexual.
En el caso de los adolescentes que han crecido con el VIH, tienen un cúmulo de conocimientos sobre el vivir con el virus y eso casi no se ha aprovechado. En conjunto con sus experiencias, estos jóvenes puedan convertirse en pares para apoyar a otros adolescentes en su trayectoria con el virus.
Sin embargo, enfrentan dificultades como que son chicos y chicas que llevan más de 10 años tomando medicamentos y pasan de un contexto de atención infantil a uno de adultos, donde se les da otro tipo de acompañamiento. Uno de los cambios más radicales, explican las investigadoras, es que pasan a ser responsables de todo el proceso de atención, una situación a la que no estaba acostumbrados.
En México hay un registro histórico de cuatro mil 610 casos de VIH en personas de 15 a 19 años, más de 70 por ciento adquiridos por la vía sexual. De estos, dos mil 800 son hombres y mil 200, mujeres. Si se toma en cuenta al grupo poblacional de entre 15 y 24 años, hay 3 mil nuevos casos al año.
Además, a esta población nunca se le ha preguntado sobre efectos adversos de los medicamentos o qué otras estrategias están implementando para construir su proceso de vida.
En el caso del grupo de adolescentes que adquirieron el VIH por la vía de la transmisión sexual se ha observado que no haya una percepción del riesgo, sino más bien existen otras concepciones sobre la vida y la sexualidad, entre ellas, una mayor apertura a esta última. Incluso, varios de ellos sí han tenido información sobre lo que es vivir con VIH o sobre los tratamientos antirretrovirales.
Retos específicos
Hablar de adolescentes implica tomar en cuenta que es un grupo heterogéneo. Por esa razón, uno de los aspectos que se está problematizando es si la vulnerabilidad a una infección de VIH es o no de una cuestión específica del tema de la edad. Además, se indaga cómo los contextos en lo que se están desenvolviendo los jóvenes influyen en el proceso de atención y de adquisición del virus.
Ejemplo de lo anterior es el caso de las y los adolescentes que se vinculan con parejas de mayor edad. Para poder determinar las causas, se tienen que tomar en cuenta los contextos de desigualdad, si es o no una estrategia de estatus económico, la implicación de relaciones hegemónicas y relaciones de poder, el desconocimiento de algunas prácticas sexual y la experimentación de las mismas.
Para el grupo de investigación, el mayor reto es involucrar a los propios adolescentes en los procesos de atención y de detección. A la par, se deben establecer estrategias para aquellos que no son detectados VIH positivos, pero sí presentan otras infecciones de transmisión sexual, y para lograr la misma eficacia que en la población en cuanto a adherencia al tratamiento y llevar la infección a niveles indetectables.
Uno de los pasos siguientes será elaborar un documento específico para la atención del VIH en personas adolescentes, expandir la cohorte de investigación a otros estados de la república mexicana y estimular al cambio y adaptación de los modelos de atención.