La crónica Abigael — letraese letra ese

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La crónica Abigael


Tal vez sea Abigael Bohórquez el poeta mexicano más injustamente menospreciado de su generación, aquella que floreció por los años sesenta del siglo pasado y contó con figuras como Eraclio Zepeda, Jaime Labastida o Juan Bañuelos, impulsores de la revista literaria La espiga amotinada. Es poco lo que se conoce y difunde de su vigorosa producción poética, y posiblemente a ese desconocimiento contribuye el perfil muy bajo, de escritor solitario y austero, que siempre mantuvo el poeta sonorense nacido en Caborca en 1936 y desaparecido en 1996. Ha sido necesario el paso de largos años y el esfuerzo de viejos colaboradores y amigos, para que finalmente se le rinda justicia reuniendo su trabajo en grabaciones de sus poemas, un video sobre su vida y obra, y en Poesía reunida e inédita, un grueso volumen publicado por el Instituto Sonorense de Cultura en 2016 y prologado y editado por Gerardo Bustamante Bermúdez.

Los alimentos terrestres
Abigael Bohórquez abandona Sonora a los 18 años para instalarse en la Ciudad de México, donde muy pronto comienza a escribir poesía y a relacionarse con los círculos intelectuales más prominentes del momento. Escribe bajo el seudónimo de Marzo Vidal y practica lo mismo el verso libre que el soneto, redacta textos largos y poesías cortas. Bustamante Hernández señala la tradición literaria que comparte con los escritores que frecuenta y entre quienes figuran Amado Nervo, López Velarde y Rubén Darío, aun cuando el sonorense siente una clara predilección por los versos de García Lorca. Su primer reconocimiento lo obtiene en 1957, a los 19 años, por parte del gobierno de su estado natal por su volumen Poesía y teatro. A partir de ese momento, su actividad como promotor cultural se intensifica y el poeta multiplica los viajes entre la capital y Sonora. En este último lugar trabaja para la radio XECB conduciendo el programa “Momentos poéticos” y alterna su labor como profesor y director de la Escuela de Arte Dramático con una producción poética que aparece en numerosos diarios locales. Finalmente decide en 1962 instalarse de modo permanente en la Ciudad de México donde vivirá los siguientes treinta años. Su mentor será ahí el escritor Jaime Torres Bodet, quien le consigue un primer trabajo en el Departamento de Difusión del INBA. Más tarde llegará a ser Jefe del Departamento de Literatura para un organismo de difusión cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores, puesto que le pondrá en contacto con personalidades de la talla de Salvador Novo León Felipe y Efraín Huerta y José Carlos Becerrra, figuras decisivas para su formación juvenil. Con el tiempo Bohórquez habrá de evocar ese largo tiempo dedicado a la función pública con lucidez y un toque de ironía: “Logré pasar 26 años en las cavernas Estatales”.

Las etapas creadoras
En su organización del corpus poético de Abigael Bohórquez,  Bustamante Bermúdez reconoce cuatro etapas en el desarrollo estilístico y temático del autor. Hay primero un fuerte interés en los sucesos históricos mundiales del momento (1957-1967), mismo que se acompaña de una preocupación por las cuestiones indígenas en México. En los volúmenes Fe de bautismo y Acta de confirmación existen referencias claras al impacto e indignación que le provoca el auge del totalitarismo político en América Latina, los golpes militares y las dictaduras de Somoza en Nicaragua, Pinochet en Chile o Videla en Argentina, apoyadas por la CIA. Se trata de un periodo donde su poesía coincide con las preocupaciones sociales de figuras como Pablo Neruda, Ernesto Cardenal o Nicolás Guillén. Pero la vista también está puesta en lo que sucede en su Caborca natal o en las contradicciones de un indigenismo folclorizante que ignora los problemas de las poblaciones autóctonas, la explotación del desposeído o su abandono al alcoholismo. Inclusive escribe algún poema notable sobre un tema en apariencia baladí como en “Llanto por la muerte de un perro”, que le permite señalar la crueldad de un ser humano hacia su prójimo o hacia los seres que considera  inferiores. Es la época también de su poemario Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles. El compromiso social y humano del poeta es ya irrenunciable. Y consecuentemente afirma: “Mientras no tenga el lápiz/ curvatura de hoz para segar el trigo/ rumor de cascos para horadar la mina/ devoción de machetes para abrir carreteras/ no me sirve”.

En un segundo momento de su creación poética, Abigael acude a otras fuentes primigenias, la poesía de Petrarca y la novela pastoril. Es la época de Las amarras terrestres (1969), libro donde el tema del amor se conjuga con el asombro que aún le  despierta la Ciudad de México- Más adelante, en una tercera etapa (1970-1990), la lírica pastoril de Bohórquez lleva la huella del Virgilio de la Segunda Égloga y el contenido homoerótico es muy vigoroso. Es el amor contrariado que hace sufrir al pastor Coridón el esquivo Alexis. Bustamante Bermúdez cita un poema elocuente: “El día como yo, desnudo/ gime y se masturba;/ busco desde mis manos tu blancura/ tu cálida prolongación/ tu arquitectura” (Las amarras terrestres). La insistencia en el tema del amor entre varones inspira también otras obras emblemáticas, como el poema “Crónica de Emmanuel”, o el poemario Digo lo que amo (1976) donde el sarcasmo y la parodia festejan la afirmación sexual libertaria por encima de las simulaciones del amor viril platónico. Las influencias discernibles son esta vez Oscar Wilde y el Luis Cernuda de Los placeres prohibidos (1931).

Las apetencias perdurables
La última etapa del poeta (1980-1996) señala el retorno a sus orígenes, a sus primeras lealtades afectivas: el terruño sonorense, la genealogía familiar realzada por el recuerdo, y la figura omnipresente de la madre, El libro de poemas Desierto mayor (1980) resume bien esa elegía memoriosa del hijo pródigo desencantado. Lo que sigue es una exaltación de la palabra poética en rebeldía, el recurso a neologismos y parodias que configuran de manera novedosa las provocaciones del placer sexual (“Dicen que tenías algo que darme/ pero te dio por rematarlo/ en el esfínter más guango del ejido;/ por lo pronto / tu amor/ desaforadamente me lo invento/ por donde solo vive/ mi más encabronada soledad”). Al gozoso libro Navegación en Yoremito (referencia al sobrenombre de su amante) le sigue Poesida, libro polémico y de denuncia de las burocracias y homofobias institucionales. Según Bustamante Bermúdez, es el “texto-testimonio” del “primer poeta que llevó al espacio de la escritura el tema serológico”. El libro es un homenaje, que el autor no alcanzó a ver publicado, a todos sus amigos desaparecidos: Lesbia Roberto, Pájara Gustavo, Daniel L’Amour, Braulio Ayeres, entre otros. La poesía de Abigael Bohórquez, enorme escritor sonorense, habrá de ser, para un número creciente de lectores, una revelación tan estimulante como inesperada.

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