Masajes y final feliz — letraese letra ese

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Masajes y final feliz


”Cuando aparecen estos síntomas, nos parece necesario masajear los genitales con un dedo dentro [...] empleando aceite de azucenas o algo parecido. Galeno y Avicena recomiendan esta clase de estimulación para las viudas, para las que llevan una vida de castidad y para las religiosas; con menos frecuencia, para mujeres muy jóvenes, públicas o casadas, para quienes es mejor remedio la cópula con sus parejas”, escribió un didáctico Pieter van Foreest en su compendio médico, que data de 1653.

La “enfermedad” que se buscaba aliviar con este procedimiento era la histeria, y sus molestos síntomas eran reportados, casi siempre, por los esposos de las mujeres casadas; rara vez una soltera se presentaba por su propia cuenta a buscar ayuda profesional en este asunto. En concreto, la lista de síntomas iba desde el insomnio, la irritabilidad, el nerviosismo y la retención de líquidos, hasta fantasías eróticas, lubricación vaginal, “sensaciones voluptuosas”, contracción de la vagina y “pérdida de control”.

Así lo describe Rachel P. Maines, historiadora especializada en ciencia y tecnología de la antigüedad, en su libro La tecnología del orgasmo, en el que explica cómo la negación del deseo sexual femenino dio pie a que se acuñara el concepto de histeria como un padecimiento que había que sanar, lo cual generó un enorme mercado que medicalizaba la satisfacción femenina y que estaba enteramente en manos de los médicos (por lo tanto, de los hombres).

Los masajes vulvares manuales tomaban hasta una hora en producir un “paroxismo”, por lo que se hizo evidente que menos masajes al día significaban menos dinero. Esto abrió de par en par la puerta a la utilización de la vibración mecánica. El resto es historia.

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