Masturbación y vegetarianismo
Sylvester Graham fue un ciudadano estadunidense que dedicó su vida a dos áreas muy disímiles: el ministerio religioso y la nutrición. Vivió en las primeras décadas del siglo XIX y es conocido por haber diseñado las harina y las galletas que llevan su apellido (las hoy famosas Graham crackers) a partir de harina integral.
Pero no sólo tenía una postura firme sobre la alimentación (apostaba por la vegetariana), sino también sobre la sexualidad. Su Conferencia sobre castidad para hombres jóvenes aconsejaba a los espectadores a seguir algunas “leyes de la salud y la vida dictadas por Dios”. Básicamente, estas leyes consistían en contener sus apetitos tanto por la comida como por el sexo. Creía que la indulgencia conducía a la sobreestimulación, que era la fuente de todas las enfermedades.
Al sostener este argumento, echaba por tierra la idea de que los cuerpos masculinos necesitaban una “liberación periódica”. La historiadora Aplil Haynes describe esta última idea como “un modelo hidráulico” de la sexualidad, donde la retención de semen era tóxica y causaba enfermedades o incluso un comportamiento peligroso.
A pesar de que Graham promovía, desde su perspectiva religiosa, la abstinencia, las buenas conciencias de la época lo condenaron públicamente. ¿Por qué? Porque hacía las mismas recomendaciones a las mujeres que a los hombres. A ellas también les pedía que se “contuvieran” para no masturbarse, lo cual, implícitamente, aceptaba que ellas también tenían un impulso sexual. La conferencia en la que hablaba de esto, llamada Conferencia para las madres, no fue publicada (a diferencia de la anterior), pues, para los editores, exponía a las “esposas e hijas” a la obscenidad.