Ataque cerebral: el valor del tiempo
El lunes por la mañana, Tania y Carlos se reunieron en una cafetería antes de iniciar su jornada laboral. En el lugar, él comenzó a tener problemas al hablar, simultáneamente ella notó que la cara de su novio parecía desviada. Asustada llamó a una ambulancia, lo cual evitó una discapacidad motora como el no poder de controlar la mitad del cuerpo (hemiplejia), ceguera súbita de un ojo, alteraciones del lenguaje (afasia) o hasta la muerte.
Luego de una tomografía y una resonancia mangética, entre otros estudios, se diagnosticó accidente cerebrovascular isquémico (ACV), que es diferente del hemorrágico. El primero es el resultado, ya sea de una obstrucción o estrechamiento de una arteria (estenosis) o de la disminución del flujo de sangre al cerebro, a consecuencia de un coágulo, de manera que algunas células nerviosas, al no recibir oxígeno y los nutrientes que necesitan, mueren inmediatamente y otras, según su pronta atención, pueden salvarse. El segundo consiste en la ruptura de la arteria, invadiendo el tejido cerebral.
El ACV, también conocido como derrame cerebral, ataque cerebral o stroke, es tratable dentro de las primeras cuatro horas, de ahí la importancia de una pronta hospitalización al detectar uno o varios síntomas –dificultad para mover la mitad del cuerpo, problemas para hablar, trastornos visuales, falta de equilibrio– a fin no sólo de evitar discapacidades irreversibles sino la muerte.
Los accidentes cerebrovasculares se han identificado como la tercera causa de muerte en México, de acuerdo con datos del Servicio de Neurología del Hospital de la Universidad Autónoma de Nuevo León.