Vida humana y tecnología
Realidades virtuales; diagnóstico genético preimplantacional; ingeniería genética; medicamentos que mejoran la memoria, la concentración, la vigilancia y el humor; drogas mejoradoras del rendimiento; cirugías estéticas muy detalladas; medicina antiedad; interfaces humano-computadora; la posibilidad de la explotación de las moléculas mediante la nanotecnología, cuyos avances, se esperaba, podrían contribuir a detener el envejecimiento, y la criogenia, son parte de las tecnologías soñadas o que ya son reales y podrían estar disponibles en un breve lapso para la sociedad en general.
O más complejo aún, la “subida”, esa propuesta de transferir lo que hay en una mente humana a una computadora, tratando de reconstruir su red neuronal y combinándola con modelos computacionales hasta desarrollar una supercomputadora. Esta propuesta refiere que el proceso debería ser llevado a cabo con las autorizaciones correspondientes por parte de la persona. O un programa para eliminar el sufrimiento, tanto en ejemplares humanos como en no-humanos, por medio de la neurotecnología avanzada, con la que seres sintientes serían rediseñados para permitir a todos experimentar niveles de bienestar sin precedentes.
En los últimos años se ha difundido la idea de que nuestras sociedades suelen estar acechadas constantemente por diversos peligros, desde nuevas enfermedades y desastres naturales hasta periodos de escasez alimentaria, violencia exacerbada, inseguridad, entre otros. Por eso, han sido definidas como “sociedades de riesgo” en las que uno de los pocos puntos de anclaje es la ciencia y la tecnología, pensadas como esos nichos en los que se busca el bienestar de todas las personas con apoyo del conocimiento. Por lo tanto, hay un optimismo científico progresista en el que se aplauden los mecanismos de inteligencia artificial, la incorporación de robots en actividades de la vida cotidiana y la digitalización del mundo.
El transhumanismo es una corriente filosófica que busca mejorar a la humanidad basándose en la tecnología. Ese es su fin: que el ser humano logre superar sus límites biológicos por medio de la técnica.
Pero esa benevolencia no sólo consiste en una revolución de las comunicaciones y las relaciones interpersonales. También se ha planteado con miras al mejoramiento del ser humano con apoyo de la tecnología, uno de los grandes deseos de ciertos sectores políticos y científicos desde hace muchos años. La posibilidad de construir mecanismos de hibridación corporales para potencializar las funciones del cuerpo humano es un objeto del deseo y de la tentación a fin de perpetuar ese discurso de superioridad humana.
Ante esta postura, desde la filosofía, se ha propuesto el concepto de transhumanismo, con el objetivo de fomentar el uso libre de la tecnología para el mejoramiento del ser humano, en sus capacidades físicas, mentales, emocionales y morales, superando todos los límites actuales. Uno de los principales argumentos del transhumanismo es que con la ayuda de la tecnología se puede acabar con el sufrimiento, las limitaciones biológicas, e incluso sortear el envejecimiento y a la muerte. Como lo explica Antonio Dieguez, el humanismo confiaba en los refinamientos culturales y educativos para hacer mejor a la humanidad; en contraparte, el transhumanismo busca otro modo de hacerlo, basándose en la tecnología. Ese es su fin: que el ser humano logre superar sus límites biológicos por medio de la técnica.
Antes del futuro
El siglo XXI siempre había sido pensado como un futuro tecnologizado. En algunas obras literarias o cinematográficas se describían a seres humanos con ciertos implantes tecnológicos para agudizar sus sentidos o a robots humanizados, difíciles de distinguir con respecto a los seres humanos.
Desde hace cien años, autores como John Burdon Sanderson Haldane planteaban los beneficios de los que podría gozar la humanidad si tenía el control de su genética y aplicaba la ciencia a su favor. Muchas obras de ciencia ficción comenzaron a retomar la temática, siendo una de las más representativas la de Aldous Huxley, quien en Nuevo mundo valiente plantea la manipulación de seres humanos para ser socialmente superiores o inferiores.
A la par, su hermano Julian Huxley, primer director de la UNESCO, propuso por primera vez el término transhumanismo al señalar que “la especie humana puede, si lo desea, trascenderse a sí misma –no sólo esporádicamente, un individuo aquí de cierta manera, un individuo ahí de otra sino en su totalidad, como humanidad”. Dicho concepto se refiere a la posibilidad de “transcender mediante la realización de nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”.
De la postulación teórica, se pasó a la realidad a lo largo del siglo XX con el desarrollo de procesadores de información cada vez más potentes a tal grado que se llegó a afirmar que habría máquinas ultrainteligentes capaces de superar las actividades intelectuales de cualquier ser humano. Esta idea fue reforzada hacia la década de los noventa, cuando comenzaba el uso masivo del internet, con el postulado de Vernor Vinge, de predecir que en tres décadas existiría la capacidad de crear inteligencia suprahumana y la era de la humanidad podría ponerse en entredicho. A esta postura se le ha dominado singularidad tecnológica, propiciando un gran debate sobre la posibilidad de su cumplimiento.
Un poco antes, en la década de los setenta, se publicó el libro El hombre en superhombre para debatir sobre el número de mejoras tecnológicas concebibles del organismo humano. Casi a la par, el filósofo Fereidoun Esfandiary formó el grupo de los “ascensionistas”, que veían a los científicos como los revolucionarios de nuestra época y definía a lo transhumano como un ser “humano de transición”, alguien que, en virtud de su uso de la tecnología, sus valores culturales y su modo de vida constituye un enlace evolutivo
El siguiente término propuesto fue el de extropía, de Max More, quien definiría a la transhumanidad como la predominancia de los principios de la “expansión sin límites”, la “auto-transformación”, el “optimismo dinámico”, la “tecnología inteligente” y el “orden espontáneo”.
Actualmente, el transhumanismo discute temas como la superlongevidad humana y la medicina exponencial, consistente en el desarrollo de teorías médicas que detienen el envejecimiento e incrementan la esperanza de vida mediante el análisis a profundidad de las causas de las enfermedades.
El orden
Filosóficamente, en la víspera de la nueva centuria, la propuesta de Nick Bostrom, pensador sueco, y otros colegas, fue conformar una Asociación Mundial Transhumanista, para aterrizar todos los debates sobre mejoramiento humano a la discusión académica y ordenar las diferentes posturas políticas sobre temas como la extensión de la vida, la inteligencia artificial o las implicaciones legales de las tecnologías convergentes, las nano-bio-info-neuro tecnologías, además de “promover el uso ético de la tecnología para ampliar las capacidades humanas”.
Bajo el mote de H+, el grupo actualmente discute temas como la superlongevidad humana y la medicina exponencial, consistente en el desarrollo de teorías médicas que detienen el envejecimiento e incrementan la esperanza de vida mediante el análisis a profundidad de las causas de las enfermedades, utilizando la evidencia y los datos, desarrollar nuevas rutas para mejorar la salud a través de crear comunidades conscientes y responsables para modificar sus hábitos y modelos de vida. También las posibilidades de vida humana en otros planetas y el cumplimiento de la promesa de una futura vida mejor para todas las personas.
Además, se debe procurar el bienestar de todo sentiente, incluidos los humanos, los animales no humanos, y cualesquiera intelectos artificiales futuros, formas de vida modificadas u otras inteligencias a las que el avance tecnológico y científico pueda dar lugar.
Dilemas éticos
¿Qué aspectos físicos de los seres humanos se deben preservar o mejorar y cuáles no? Es una de las primeras preguntas surgidas ante estos planteamientos transhumanistas. ¿O de qué forma deben llevarse a cabo esas posibilidades de mejoramiento humano? ¿Deberían estar disponibles para todas las personas o sólo para ciertos grupos sociales? ¿Sólo están justificados en caso de fines terapéuticos? ¿Qué aspectos se deben regular? ¿Debemos o no aprovechar los beneficios alcanzados por la tecnología? ¿Se debe renunciar a los avances tecnológicos?.
La complejidad de los cuestionamientos ha derivado en múltiples respuestas. Para el bioeticista Peter Singer, debe existir un “principio preventivo” en el que se eviten las modificaciones a las condiciones humanas de manera premeditada, asumiendo que dichos cambios no son benéficos para quienes los sufren, pero sí para las personas de su alrededor. Por el contrario, se deben respetar las condiciones de origen de la persona, más aún si éstas la ponen en condiciones de igualdad.
Para Julian Savulescu, debe ser un “principio de beneficencia”, cuyo eje es la presunción de que no todas las vidas puedan ser situadas en un ranking definido con respecto a su bienestar y siempre hay la posibilidad de que los avances tecnológicos pongan en entredicho la justicia distributiva.
Sobre las ventajas que podría traer el uso de la tecnología en el cuerpo humano, el filósofo Nick Bostrom considera que hay ventajas posicionales, que son ventajas sólo en tanto que otros carecen de ellas, y ventajas positivas, que proporcionan beneficios intrínsecos, tales como un mejor sistema inmunitario o mejor funcionamiento cognitivo.
De igual manera, considera necesario el desarrollo de medios para explorar las múltiples posibilidades de ser ofertadas por la tecnología, actualmente inaccesibles y limitadas por cuestiones biológicas y la urgencia de pensar en la dignidad post humana. Y a la noción de riesgo existencial, consistente en algún resultado adverso o la aniquilación de la vida inteligente originada en la Tierra o la disminución de su potencial. La respuesta ha sido el bioconservadurismo, abiertamente opuesto al uso de la tecnología para expandir las capacidades humanas o para modificar aspectos de nuestra naturaleza biológica, y que llama la atención sobre la posibilidad de que los valores humanos puedan resultar erosionados por los avances tecnológicos.
Sin embargo, más allá de las posturas extremas, el reto es entender y encontrar formas de reducir los riesgos existenciales derivados del uso de la tecnología para el mejoramiento humano bajo una perspectiva ética en la que el bienestar de las personas no sea puesto en riesgo ni los avances tecnológicos representen una amenaza al florecimiento humano. Más bien, se debe otorgar a los individuos una amplia elección personal en torno a cómo a realizar sus vidas y mejorarlas con los avances tecnológicas de una manera responsable.