Un despertar comunitario — letraese letra ese

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Un despertar comunitario


Existen términos, al principio desconcertantes, que con el paso del tiempo y de su utilización masiva ganan claridad. Es el caso de la voz anglosajona “woke” (pretérito del verbo to wake/despertar), que suele también presentarse como “woking”, cuyo uso en Norteamérica y algunos países europeos alude a la toma de conciencia de una comunidad predominantemente juvenil ante situaciones sociales que considera injustas y frente a las cuales adopta una postura crítica. La vehemencia con la que algunos “wokistas” condenan públicamente las injusticias de género, la discriminación racista, la degradación de los ecosistemas o diversos agravios históricos, ha provocado vivas reacciones por parte de quienes consideran que dichas protestas reflejan un grado de intolerancia moral semejante al del propio sistema opresivo que pretenden denunciar.

Orígenes y significado

El surgimiento del término “woke” o “woking” y su popularización como movimiento contestatario espontáneo, se sitúa a principios de la década pasada en algunos campus universitarios estadunidenses, semilleros de ideas y posiciones progresistas.

A partir de 2014 y a raíz de las movilizaciones antirracistas en la ciudad de Ferguson (Misuri) en protesta por la brutalidad policiaca que cobró la vida del joven afroamericano Michael Brown, de 18 años, la palabra woke adquiere un relieve inusitado. Las agresiones extrajudiciales se multiplican en Estados Unidos y cada año aumenta el número de víctimas mortales en la comunidad afroamericana. El caso más emblemático y con mayor impacto en las redes sociales y los medios ha sido el sometimiento del ciudadano de raza negra George Floyd por parte del agente Derek Chauvin, quien provocó su muerte por asfixia el 25 de mayo de 2020. La sucesión de agravios desata en esa década una ola de protestas, en ocasiones violentas, cuyo lema central, Black Lives Matter, proclama que ya no es posible ignorar o subestimar una discriminación racial, endémica en Estados Unidos, que perpetúa la impunidad de los abusos policiacos.

El activismo renovado de la comunidad afroamericana, cohesionada por la sucesión de ejecuciones selectivas de que es objeto, crea una conciencia aguda no sólo del lugar que el ciudadano negro ocupa en un país con derivas racistas cada vez más evidentes, sino del vínculo estrecho que existe entre su opresión y la que padecen otros sectores minoritarios de la población norteamericana.

El asunto no es nuevo. Desde 1965, el líder negro Martin Luther King había incitado a la comunidad afroamericana a defender sus derechos civiles y a reafirmar su identidad y la originalidad de su combate político mediante su llamado público en Ohio a mantenerse despierto y alerta frente a un clima de hostigamiento continuo. Let’s keep awake. Se trataba de una proclama que tenía un origen más lejano aún en las luchas antiesclavistas de mediados del siglo diecinueve, momento en que el término despertar/awake había sido ya utilizado con propósitos parecidos. La novedad ahora, en un mundo más globalizado, es que la protesta antirracista convoca ya la intervención solidaria de muchos otros protagonistas políticos. .

Una proliferación de protestas

Un aspecto importante de la cultura woke es su apego a la “interseccionalidad”, una noción que alude a los vasos comunicantes que existen entre diversas minorías (raciales o sexuales), mismos que una vez reconocidos y aceptados por los propios militantes, permiten crear un frente común de resistencia combativa.

De esta manera, los agravios que sufre una comunidad negra tienen resonancias en las injusticias que padecen comunidades como la homosexual y la transexual, pero también en las personas con discapacidad física o los migrantes indocumentados, o las víctimas de feminicidios o de violencia doméstica. Un agravio individual conduce así a una respuesta colectiva, y la multiplicación de resistencias abre espacios nuevos para una cultura comunitaria, hecha de diversidades, que se contrapone a la visión idealizada de una sociedad liberal monolítica y perfectamente cohesionada.

A la protesta antirracista y a sus movilizaciones urbanas les acompañará después toda una serie de reclamos feministas, crecientemente radicalizados, cuyo detonador son los múltiples casos de abuso sexual en el mundo de la política y los espectáculos. Algunas celebridades femeninas rompen así el silencio y con una franqueza inédita denuncian las conductas sexistas de sus colegas de trabajo o compañeros sentimentales. La cultura woke revela entonces una vertiente poderosa, mediáticamente omnipresente, de alertas de género que exponen a la luz los abusos y prejuicios sexistas en todos los ámbitos de la vida social.

A partir del caso de Harvey Weinstein, productor de cine acusado de acosos y agresiones sexuales en 2017, las protestas feministas cunden globalmente y se cohesionan en un movimiento social cuyo enlace identitario es el hashtag #MeToo. Otra variante de este movimiento contestatario feminista es la “marea verde”, una protesta masiva iniciada en Argentina en favor de la despenalización del aborto y que rápidamente se extiende a otros países. Los colectivos LGBT+, por su parte, ejercen presiones en las calles y en los parlamentos para legalizar el matrimonio igualitario y denuncian el clima de homofobia institucional y los crímenes de odio que aún persisten en varias naciones, en particular en el continente africano y en países del este europeo.

También la llamada cultura de la cancelación (Cancel Culture), cercana al wokismo, promueve boicots contra actos culturales considerados ofensivos o discriminatorios al tiempo que derriba estatuas o símbolos de opresión en diversas ciudades del mundo. Esta serie de despertares comunitarios incluyen la conciencia ambientalista, los derechos de personas con discapacidades, la protección de inmigrantes y refugiados, y la defensa legal de animales.

Las indignaciones puritanas

A pesar de que la reivindicación de estas causas sociales refleja una conciencia y una postura moralmente inobjetable para cualquier sector progresista, la cultura woke ha sido objeto de duras críticas por parte de la derecha tradicional y de la ultraizquierda política, las cuales le reprochan un puritanismo ideológico comúnmente expresado a través de la noción de lo políticamente correcto.

A muchos activistas woke se les acusa de ejercer la censura contra quienes no comulgan con sus nociones de inclusión identitaria (presentes en el uso de un lenguaje incluyente que difumina las distinciones de género para favorecer el recurso igualitario a lo neutro), una postura militante que, a juicio de la derecha, constituye una amenaza para la libertad de expresión.

De modo revelador, Donald Trump se manifiesta como un enemigo acérrimo de la corrección política. Progresista para unos, moralmente retrógrada para otros, la cultura woke sigue suscitando fuertes debates en el seno de una sociedad irreversiblemente globalizada.

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