KAVAFIS: poeta de alejandría — letraese letra ese

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KAVAFIS: poeta de alejandría


Entre las múltiples paradojas que muestra la biografía de Constantino Kavafis (1863-1933), destacan dos muy prominentes: el poeta más celebrado del Egipto moderno es al mismo tiempo la mayor gloria literaria de una Grecia en la cual no nació y que sólo visitó en contadas ocasiones. Tampoco se forjó su oficio de poeta en los cenáculos artísticos de Alejandría, su ciudad natal, sino en el más insospechado de todos los lugares, las oficinas del sistema de riego egipcio donde trabajó como burócrata durante treinta largos años. En el día fue mercader y oficinista; por las noches, buscador de encuentros sexuales fortuitos con jóvenes proletarios que en sus poemas alcanzaron estaturas mitológicas. El poeta de Alejandría cultivó una poesía profana dedicada al culto del cuerpo masculino y sus placeres, y otra poesía docta interesada en revivir los valores y prestigios de las culturas clásicas del Mediterráneo.

Un atisbo biográfico

La descripción que hace el escritor británico E.M. Forster de su amigo y colega literario Constantino Kavafis es memorable: “Un caballero griego con sombrero de paja, de pie y totalmente inmóvil con una ligera inclinación de cara al universo”. Un poeta melancólico y secreto que durante mucho tiempo se negó a publicar sus escritos de otra forma que no fuera en hojas sueltas distribuidas entre un círculo selecto de admiradores y amigos. Renuente a guardar registro de sus actos y tareas literarias en forma de un diario, de la vida de Kavafis se conoce lo que diversos biógrafos han podido pergeñar en las confidencias de familiares y compañeros de tertulias. Hijo de una familia de mercaderes textiles, la infancia del poeta está marcada por su apego incondicional a Hariclía, una madre joven y elegante que a la muerte de su esposo en 1870 deberá ocuparse de sus siete hijos y abandonar Alejandría para instalarse primero en Liverpool, luego en Londres, por lo que desde los siete años de edad Kavafis habrá de impregnarse de una cultura anglosajona que será decisiva en su primera formación literaria. En 1877, y en medio de penurias económicas, la familia se ve obligada a regresar a Alejandría, lugar de donde deberá partir de nuevo, en 1882, esta vez a Constantinopla, debido a las revueltas provocadas por la presencia colonial inglesa. Para el joven Constantino, de 19 años, cada migración forzada es motivo de una inocultable alegría. Ya en Inglaterra había comenzado a disfrutar el futuro poeta de un clima de libertad que le hacía ver a su ciudad natal como un reducto irredimible de provincianismo y atraso cultural. Esa sensación será más intensa en un segundo exilio a Constantinopla, sitio en el que de manera vacilante Kavafis despierta a la sexualidad presumiblemente en compañía de un primo suyo, Yorgos Psilíaris. Cuando finalmente regresa la familia a Alejandría en 1885, Constantino tiene ya decidida su primera vocación de periodista y también su orientación homosexual. La relación con sus familiares es por momentos muy tensa, pero las crispaciones relacionadas con su disidencia erótica se aminoran mucho con las muertes sucesivas de algunos de sus hermanos, con la grave enfermedad de su madre, y con el exilio voluntario a Inglaterra de otro hermano suyo, figura importante en su vida adolescente.

Esperando a los bárbaros

Según T. Malanos, biógrafo contemporáneo del poeta griego, a los pocos años de haber regresado a Alejandría, “una inadmisible pasión domina a la vez su existencia y paraliza su voluntad”. Más tarde añadirá su biógrafo anglosajón Robert Liddell, “Personas de un bajo mundo infamante se han mezclado secretamente en su vida y pueden influir en ella (…). Y entretanto no logra dominarse. Pasa noches enteras lejos de su casa, en los barrios bajos, a escondidas, y tiene para ello que sobornar a criados que le chantajean a cambio de su complicidad”. Esa manera clandestina de vivir su sexualidad y mantener en su poesía, en una clave puramente alusiva, la identidad y el género de sus encuentros eróticos se explica muy bien en una cultura como la egipcia, mayoritariamente musulmana, donde impera el recelo hacia el mundo occidental y sus valores, cuando no una xenofobia abierta, y en una época en la que los ecos de los procesos al escritor británico Oscar Wilde y su condena por prácticas inmorales, obligan a muchos artistas homosexuales a mantener un perfil muy bajo con respecto a sus preferencias eróticas, tomando sobre todo en cuenta la pertenencia del poeta Kavafis a una comunidad griega afincada en Alejandría y deseosa de mantener incólumes su honorabilidad moral y su prestigio cultural. En ese contexto es comprensible la ambigüedad que maneja el poeta al referirse a la sexualidad y a sus practicantes, y en especial a su propia conducta, eligiendo para su poesía un estilo neorromántico y elegíaco un tanto desfasado en relación con las innovaciones estilísticas abiertamente modernistas que proponen los jóvenes poetas alejandrinos de su entorno. Es posible, sin embargo, encontrar ecos elocuentes de la preferencia sexual del escritor y de su opción por la simulación, y de los reclamos de la carne en el poema titulado Jura y en el cual se impone el recurso a la tercera persona del singular: “Jura cada tanto tiempo/ comenzar una vida mejor // Mas cuando llega la noche/ con sus propios consejos // con sus compromisos /y con sus promesas// mas cuando llega la noche / con su propia fuerza // del cuerpo que necesita y pide, hacia el mismo placer fatal, perdido, va de nuevo”.

Recuerda, cuerpo

El talento mayor de Constantino Kavafis fue transformar su quehacer poético en un ritual de tránsito de una época a otra, de la antigüedad helénica que él conocía a la perfección, con sus guerreros y semidioses, sus poetas y sus videntes sabios, a los tiempos modernos en los que la barbarie de la colonización obligaba a reivindicar el patrimonio humanista. El poeta de Alejandría tiene plantados los pies de coloso en cada extremo del Mediterráneo, en el territorio cultural helénico y también en su natal egipcio. Canta enamorado a la misma ciudad que de joven desdeñaba, y que hoy lo convierte en su bardo favorito por haber hecho de su Alejandría lo que James Joyce hizo de Dublín o Franz Kafka de Praga. Kavafis escribe sobre todo para develar a sus jóvenes lectores los misterios del amor callado, del sufrimiento y de la muerte, también de los intensos goces terrenales, y en especial del cuerpo. Uno de sus poemas más célebres, Recuerda, cuerpo, lo expresa claramente: “Recuerda, cuerpo, no solamente cuánto has sido amado/ no solamente los lechos en que has yacido/ sino también aquellos deseos que por ti/ brillaban en los ojos claramente/ y temblaban en la voz –y que algún/ accidente casual redujo a vanos./ Ahora que todo ello es ya pasado/ parece como si también a aquellos/ deseos te hubieras rendido –cómo brillaban,/ recuerda, en los ojos que te miraban;/ cómo temblaban en la voz por ti, recuerda, cuerpo”.

 

Bibliografía esencial en español: Constantino Kavafis: Poesía completa (editorial Pre-textos) y Robert Liddell: Kavafis, una biografía (Paidós Testimonios).

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