Terapias tóxicas — letraese letra ese

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Terapias tóxicas


“Sí me llegué a sentir culpable por ser lo que soy”, afirma Jazz, mujer transexual de 27 años, originaria del puerto de Veracruz, quien hace 10 años acudió a clases de Biblia a la Iglesia Evangélica Pentecostal El Buen Pastor, donde en las charlas le hablaban de Dios y del amor. Ella estaba en la búsqueda de una guía que le permitiera tener tranquilidad y esperanza, pues sentía un vacío espiritual en su vida.

Por un año, acudió semanalmente, de manera gustosa, hasta que le hablaron de la necesidad de cambiar algunos “hábitos” para que el Señor viera que no vivía en el pecado.
El comentario le extrañó, pues ella no ocultaba su identidad de género, y nunca la había puesto en duda. Sin embargo, cuando ascendió al círculo bíblico, mientras rezaba, le colocaron una mano en la frente para que “se saliera el demonio de ella”, es decir la homosexualidad, y se alejara del pecado y la perdición. “Para mí eso era una tortura psicológica”, afirma la también defensora de derechos humanos.

Ella consideraba que lo espiritual era importante en su vida, por lo que salió de la iglesia pentecostal e ingresó a un grupo donde trabajaban con la metodología de cuarto y quinto paso, y hacían retiros espirituales. El objetivo de acudir al grupo era realizar un inventario moral para encontrar una vida gobernable. Sobre los días del retiro, recuerda que la llevaron a una zona rural, alejada de la ciudad porteña. Llegando le pidieron que firmara un documento para no hacerlos responsables de lo que ahí ocurriera.

El inventario moral se realizaba en dos días y una noche sin dormir. Desde que llegaban les hacían una serie de preguntas para contestarse dentro de las siguientes treinta horas; no podían dormir ni descansar.

A manera de ejemplo, les mostraban testimoniales de jóvenes víctimas de violaciones y otras cosas. Uno de los testimonios decía que un joven fue abusado sexualmente durante su adolescencia y por eso se había vuelto homosexual, pero ahora ya no tenía “el problema” después de haber hecho su inventario moral.

Jazz recuerda que tras varias horas de escritura, pedían a la gente dar a conocer su caso de manera pública. Después formaban un círculo, hacían cánticos y decían: “renuncia a la homosexualidad”, “renuncia a la Coca Cola”, “renuncia a la infidelidad”, “renuncia a volver a abortar”.

 

Países europeos como Reino Unido y España han comenzado a trabajar en medidas para prohibir la implementación de terapias de conversión en sus territorios.
En España, el Consejo General de la Psicología ha exhortado a los profesionales de la salud mental a dejar de ofrecer terapias de este corte.

 

A cada quien le decían lo que tenía y no tenía que hacer. En su caso, le dijeron que a partir de ese momento ya no tendría que tener relaciones con hombres porque lo correcto es que solo las haya entre hombres y mujeres, que era lo natural. Jazz recuerda que después de eso querían obligarla a hincarse mientras le aseguraban que si volvía a tener relaciones con hombres, se iba a morir de sida.

Jazz cuestionó lo que decían y les expuso que ella estaba allí porque se sentía deprimida y mal. Le dijeron que la causa de ese sentimiento era su manera de ser.

Tras el círculo de oración, le asignaron “un padrino”, una especie de guía espiritual para aconsejarla. Éste le presentó a otra joven trans, quien afirmaba haber cambiado su vida, retomando su fisonomía masculina y renunciado “a todo eso”. Le preguntaron si deseaba seguir sufriendo o prefería dejar su vida y curarse. Jazz se sintió presionada y asintió ante la pregunta de si iba a dejar de ser homosexual.

Daños irreversibles
“Crecí en una familia disfuncional, donde había una madre sobreprotectora y un padre ausente, y me crié en un ambiente de mujeres, por lo que en la escuela me etiquetaban como ‘el niño afeminado’. Lo creí, y como a los 11 años me pinté y me vestí como mujer. En la secundaria comencé a sentir atracción por otros chicos pero yo no me sentía homosexual.

“Ingresé al seminario a los 15 años y esta parte permaneció dormida, pero volvió a despertar allá dentro cuando se encontró con hombres ‘bien desarrollados’ y le dije a Dios que me lo quitara porque me sentía sucio y pecador. Cada vez que lo sentía acudía a la oración, pero decidí salirme del seminario para solucionar mi problema.

“Fui al psicólogo, donde me hicieron darme cuenta que el problema era que sólo le daba importancia al sentimiento de la homosexualidad, pero no se nace con eso, que debes descubrir el síntoma y darte cuenta de las carencias que tienes desde la infancia y de traumas que debes sanar. Una vez que terminas de conocerte a ti mismo, te das cuenta de que la homosexualidad desaparece, que era una falsa felicidad repleta de vicios y adicciones”.

Este testimonio es parte de la publicidad utilizada por Clínica Venser, con sede en Jalisco, a cargo del psicólogo Everardo Martínez, quien afirma tener el método eficaz para hacer que las personas homosexuales regresen a la heterosexualidad. Incluso, ha publicado un libro, disponible en varias librerías virtuales, llamado Heterosexualidad. Historias reales, en el que se reúnen testimonios de personas que afirman haber dejado de sentir atracción homosexual.

Esta clínica en Jalisco no es la única. Por varios países de América Latina ha deambulado Richard Cohen, quien se presenta como un hombre curado de la homosexualidad y pregona que nadie nace gay, por lo que el cambio es posible, vendiendo centenas de ejemplares del título Comprender y sanar la homosexualidad y charlas en diversos espacios para aquellas personas que quieren dejar de ser homosexuales.

De igual manera, existe Courage Latino, “un Apostolado que brinda atención espiritual a hombres y mujeres que viven la condición de Atracción al Mismo Sexo (AMS), y que buscan vivir conforme las enseñanzas de la Iglesia Católica en el tema de la homosexualidad”. Cuenta con varias sedes en diferentes estados, incluida la Ciudad de México.

Sus líderes afirman contar con el respaldo del Pontificio Consejo para la Familia de la Santa Sede y la Conferencia del Episcopado Mexicano para ayudar a las personas con atracción hacia otras de su mismo sexo a tener un despertar espiritual y dejar que Dios los libere de sus defectos.

Repercusiones
En 2009, tras revisar más de 80 estudios, la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), la organización más influyente en la materia,  concluyó que las terapias reparadoras de la homosexualidad no logran cambiar la orientación sexual de una persona y, en cambio, sí provocan daños potenciales como depresión y tendencias suicidas.

Un año más tarde, un estudio publicado en la revista Columbia Social Work Review mostró cómo en la ciudad de Nueva York, los servicios de salud mental y consejería reportaron que aquellas personas de las poblaciones LGBTI con acercamientos a este tipo de terapias presentaban crisis de identidad, depresión, ansiedad, desesperanza, disfunciones sexuales y síntomas de estrés postraumático.

La Organización de las Naciones Unidas, a través de su relator especial para los derechos de lesbianas, gay, bisexuales y transgénero, Víctor Madrigal-Borloz, afirmó que los métodos que se utilizan como terapia correctiva son tratos crueles, degradantes e inhumanos, y en algunos casos, equivalen a un acto de tortura, pues, a veces se recurre a los golpes, los electrochoques, los insultos y acciones degradantes, además de que la mayoría de las personas acude de manera forzada, en edad adolescente, como lo mostró un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles.


En Estados Unidos, Curtis Galloway, un adolescente que fue enviado a este tipo de terapias, ha comenzado un movimiento para erradicarlas. Él denunció 
que se les insistía en que debían rezar todos los días para ser más masculinos, se les hacía ver fotografías de mujeres para definir cuál es el estilo que les gustará,
y en caso de sentir atracción hacia un hombre, debían desviar sus pensamientos hacia una mujer.

 

Freno legal
Recién inaugurado el período legislativo actual, las senadoras Minerva Citlalli Hernández Mora, Alejandra Lagunes Soto Ruiz y Patricia Mercado Castro presentaron una iniciativa para sancionar los “esfuerzos para corregir la orientación sexual e identidad de género”, consistentes en terapias “de conversión” o “reparativas”.

La propuesta adiciona el artículo 149 Quáter al Código Penal Federal para sancionar con uno a tres años de prisión y de 150 a 300 días de trabajo comunitario a quien “promueva, imparta, aplique, obligue o financie cualquier tipo de tratamiento, terapia, servicio o práctica, con o sin fines de lucro con el objetivo de obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar, anular o modificar la orientación sexual, identidad o expresión de género de una persona”. Además, se busca modificar el artículo 465 Bis a la Ley General de Salud, que establece una sanción de uno a tres años de suspensión a los profesionales, técnicos o auxiliares de las disciplinas para la salud que promuevan, impartan o financien este tipo de terapias, y una suspensión definitiva, en caso de reincidencia.

Una medida similar fue tomada en la Cámara legislativa de la Ciudad de México, donde Temístocles Villanueva presentó una iniciativa para modificar el artículo 2016 bis del Código Penal capitalino y sancionar con uno a tres años de prisión a “el padre, madre, tutor (o parientes por consanguineidad hasta de segundo grado), profesional de la salud o ministro de culto instigue, autorice o inflija en menores de 18 años de edad dolores físicos o mentales a través de servicios destinados a modificar la orientación sexual o la identidad de género de las personas LGBT”.
El 17 de mayo pasado, en el marco del Día Internacional de Lucha contra la Homofobia, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México selalaron públicamente a los esfuerzos para corregir la orientación sexual y la identidad de género como prácticas fraudulentas que atentan contra la dignidad, salud física, emocional y desarrollo libre de la personalidad, y vida libre de violencia y discriminación de las personas de la diversidad sexual.

Tanto la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas como la Comisión Nacional de Derechos Humanos han afirmado que estas terapias menoscaban los derechos de las personas a las que se les somete a los tratamientos.

La experiencia que Jazz vivió provocó que dejara de tener relaciones afectivas por más de un año. Por varios meses la invitaron a otros foros a que expusiera su caso y sirviera como muestra del éxito de la metodología del inventario moral, pues ya nada más le faltaba dejar de vestirse como mujer. Ella se sentía enferma y con muchas culpas, nada había mejorado.
Cuando se acercó a otras personas de la comunidad trans y empezó a trabajar con ellas en la defensa de sus derechos humanos, comenzó a sentirse mejor y se alejó de todo lo espiritual, concluyendo que eran ellos quienes estaban mal por no aceptarse como eran.
Ahora valora que, incluso su familia, la ha apoyado y no le ha cuestionado su identidad, sino por el contrario, la ha ayudado a que la viva, al grado de que su padre le ha regalado pelucas y ropa de mujer.

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