Trump y la resistencia queer — letraese letra ese

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Trump y la resistencia queer


#Resist se ha convertido en un hashtag de elección para muchas personas, en las consecuencias de lo que fue, para las comunidades y poblaciones de la disidencia sexual, un horrible ciclo de elecciones con un cataclismo que terminó en el ascenso de Donald J. Trump como el 45° presidente de Estados Unidos de América. A pesar de que la resistencia ha sido por décadas un pilar retórico de la población queer y otros movimientos sociales minoritarios, deseamos involucrarnos en conversaciones actualmente en desarrollo acerca de la resistencia con miras a regresar a esas discusiones tan urgentes en este momento, incluso cuando esa urgencia estuvo siempre implícita en la precariedad cotidiana que vivíamos como sujetos queer antes de la elección.

En 1990, la resistencia se convirtió en un una expresión en boga para la academia cuando James C. Scott desarrolló el uso teórico de ese término en su libro Domination and the Arts of Resistance (Dominación y las artes de la resistencia). Scott presenta el concepto de las “transcripciones ocultas”, por medio de las cuales los grupos marginados confeccionan la resistencia ideológica a aquellos que tienen el poder, a través del despliegue de estéticas ambiguas que rompen con los pensamientos normativos del entendimiento o conocimiento normativo de la alta y baja cultura para aprovechar el chisme, el teatro, el folklore, los chistes y muchas otras formas de responderle al poder.

El énfasis en la resistencia como una forma de subvertir las normas dominantes, sin embargo, también ha sido profusamente criticado por antropólogos como Lila Abu-Lughod, quien afirma que el término ha sido altamente romantizado y que no presta atención a las formas en las que los grupos subordinados trabajan tanto con como contra el poder, las instituciones de poder y la gente en general. En lugar de esto, la autora recomienda aplicar la resistencia como un diagnóstico del poder. En la misma línea que Foucault, esta autora presenta una noción de resistencia como una manera de comprender el poder como no siempre o no esencialmente represivo, sino como un medio para cultivar el placer, las formas alternativas de conocimiento y otras formas de estar en el mundo. “La resistencia”, como ilustremente escribió Foucault, “no está nunca en una posición de exterioridad en relación con el poder” y, por lo tanto, para Abu-Lughod, es nuestro deber invertir la proposición para leerla también de esta forma: “donde  hay resistencia, hay poder”.

 

La investigadora Jennifer Tyburczy forma parte de un esfuerzo por reflexionar sobre el lugar que deben ocupar las minorías sexuales en la era Trump.
Desde la revista QED, ella y otros investigadores se plantean la resistencia políticamente incorrecta, como una respuesta a un régimen abiertamente discriminatorio.

 

Luz desde el pensamiento diverso
Los académicos y pensadores queer también han hecho importantes intervenciones en la historia de los estudios de la resistencia que trascienden el presunto emparejamiento de lo queer y la resistencia. Janet Jakobsen muestra como “lo queer es frecuentemente definido, precisamente, como resistencia a las normas y la normatividad”, pero nos exhorta a movernos más allá dela mera invocación, ya sea del término o de una comprensión de un término como sinónimo del otro, y poner más atención a la materialización y la oposición situados dentro de un entendimiento contextualizado de las normas y la normatividad.

Jasbir Puar advierte acerca de la combinación entre resistencia y agencia, argumentando en su libro Terrorist Assemblages (Reuniones terroristas) que la relación de los estudios queer con la resistencia como un acto de oposición bloquea las muchas maneras en las que lo queer puede, simpáticamente, confabular con el militarismo, el neoliberalismo y la guerra. En un artículo que precede a la publicación de Terrorist Assemblages, pero donde refutaba tanto la patologización como la romantización de la resistencia, Cathy Cohen se aboca no a lo queer como resistencia, sino a la “desviación como resistencia”. Cohen se enfoca en la potencialidad del “impacto acumulativo de las decisiones desviadas individuales”, y lo hace de maneras que remueven el sexo y la sexualidad de su posición como el nodo único o primario para movilizar las aproximaciones académicas y activistas hacia lo queer. Nuestro deseo, inspirado por Cohen, es que “a través de la repetición de prácticas desviadas por múltiples individuos se creen nuevas identidades, comunidades y políticas, y surja un espacio donde el comportamiento visiblemente desviado y sin conexión pueda evolucionar en actos conscientes de resistencia que sirvan como base de una movilización de la política de la desviación”. La revista QED: A Journal in GLBTQ Worldmaking es nuestra humilde oferta colectiva de resistencia queer y de hacer trabajo desviado en tiempos de crisis.

Este espacio conjunta artistas, activistas y académicos para, colectivamente, comentar la elección presidencial de 2016 al proveer un análisis concreto y contextual de cómo desarrollar modos queer de resistencia y construcción del mundo. Nuestro objetivo primario es ofrecer a los lectores de QED una serie de tácticas para la disidencia queer, la desobediencia civil, el arte, el cabildeo, y la academia, no en respuesta al enarbolamiento del poder de la nueva administración, sino en rechazo a la normalización de sus términos. El espacio también apunta a proveer un espacio para las comunidades que trabajan en el arte, el activismo y la academia, para proponer una representación colaborativa y revitalizada de lo que es la resistencia queer y cómo se ve y se siente en el siglo XXI.

Kemi Adeyemi, profesora de Estudios de Género, Mujer y Sexualidad de la Universidad de Washington, abrió ese espacio con una provocadora pregunta: ¿Qué pasaría si les dijera que Donald Trump es el hombre perfecto para el trabajo? El artículo cuenta la historia de un taller con estudiantes de la Universidad de Washington quienes se adentraron en sus intensos sentimientos acerca de esta afirmación con el fin de deconstruir la fundación de la presidencia de Estados Unidos, considerando que siempre ha estado basada en regímenes blancos heteropatriarcales.
Por su parte, Karma R. Chávez, profesora de Artes de la Comunicación y Estudios Chicanos y Latinos en la Universidad de Wisconsin-Madison, provee una muy necesaria historia del término “santuario”, argumentando que el uso que se le da actualmente en relación con algunas escuelas moviliza a la política queer inspirada por el trabajo con las minorías universitarias y comprometida con prácticas de fugitividad, a través de la cual los sujetos se coluden con los criminalizados para forjar modelos insurgentes de apoyo.

 

El arte queer, el activismo y la academia deben adaptarse, reinventarse y reimaginarse para el momento geopolítico actual.

 

Después, Clare Croft, Efren Cruz Cortez, Jennifer Harge y Leyya Tawil, nos ofrecen una “provocación hacia el movimiento”, una verdadera danza llevada por la colisión colectiva de los cuerpos de estos participantes, pues consideran cómo el bailar juntos puede ser una práctica de libertad. Mientras estos autores nos incitan a movernos juntos, Xandra Ibarra nos enseña cómo entrenar para el cansancio en un performance donde los participantes están invitados a considerar la fatiga como un modo primario de estar en nuestro momento actual.

Alexandra Rodríguez de Ruiz brinda una perspectiva hemisférica de lo queer/trans en el momento político actual, al subrayar las tácticas de acción directa empleadas por mujeres y personas LGBTQIA en la Ciudad de México y la posibilidad de una colaboración queer, disidente y transnacional a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. Benny LeMaster ofrece herramientas para forjar lazos y mundos queer, y acuña el término trans-relacionalidad para explorar la tensión dialéctica entre lo individual y lo institucional. Y en “Un manifiesto indígena queer”, Aimee Carrillo Rowe nos reta a todos nosotros a reflexionar sobre la conciencia colonizadora que puede influir en ciertas nociones de resistencia queer, y argumenta que la decolonización es indispensable para una respuesta sostenida y acumulativa al régimen de odio de Trump.

Pavithra Prasad y Oli Rodríguez completan el espacio mandándonos hasta la órbita. Posicionando al extranjero queer como un correctivo al binario inmigrante/ciudadano, Pasad se refiere a su propia subjetividad como una desi queer y desde esa posición rehúye conceptos como la pertenencia y el hogar, y los cambia por órbitas y constelaciones de disenso. De forma complementaria al compromiso de Chávez con la fugitividad como una postura política queer, Prasad argumenta en contra de una forma de ciudadanía queer. Rodríguez ofrece una perspectiva estética al usar la apropiación y la reinserción para imaginar prácticas tanto de retrato como de mapeo global sin amos ni conquistadores. Como el título de su trabajo lo sugiere, “La seducción fatal” tienta al espectador y, de forma seductora, traiciona las formas en las que el arte y la geografía han estado organizados históricamente.

Juntos, estos artículos proveen varias formas de resistencia queer que abordan las maneras en las que las reglas han cambiado bajo el régimen del 45° presidente de Estados Unidos y muestran cómo el arte queer, el activismo y la academia deben adaptarse, reinventarse y reimaginarse para el momento geopolítico actual.



Texto completo (en inglés): © 2017 Michigan State University. El artículo se publicó originalmente en QED: A Journal in GLBTQ Worldmaking, Vol. 4, No. 2, 2017, pp. 51-55.

* Jennifer Tyburczy es profesora asociada de Estudios Feministas de la Universidad de California, Santa Bárbara. Su primer libro, Sex Museums: The Politics and Performance of Display (University of Chicago, 2016) fue ganador del 29° Lambda Literary Award for LGBT Studies. Con base en su investigación para Sex Museums, fue curadora de la exposición ganadora del Allan Bérubé Prize, Irreverent: A Celebration of Censorship, para el Leslie-Lohman Museum of Gay and Lesbian Art de Nueva York. Tyburczy actualmente trabaja en un segundo libro, Sex After NAFTA: Crossing Borders, Erotic Investments, and the Economy of Intimacy, en el que emplea una metodología interdisciplinaria para rastrear la influencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en las prácticas cotidianas de intimidad en Canadá, México y Estados Unidos.

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