Sífilis, la gran simuladora — letraese letra ese

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Sífilis, la gran simuladora


Cuando escuchamos hablar de sífilis evocamos, casi de manera inmediata, la referencia a la conducta sexual a la cual otorgamos un valor simbólico que indica que se tiene vida sexual, pero dicha huella de guerra hedónica a la vez es asociada con el descuido. Desde la moral se considera producto de comportamientos desvergonzados, libertinos, pecaminosos y hasta castigo divino que compromete la estabilidad social. En el ámbito médico y legal se buscan las formas de controlarla y contenerla a través de medidas de higiene y salud, pero a la par se han generado prácticas eugenésicas, de reglamentación de pruebas serológicas prematrimoniales, persecución y hasta criminalización.

En América, y en particular en la Nueva España, se sabe de su presencia por las crónicas de emisarios españoles, algunos códices antiguos, evidencias materiales y restos óseos que con el tiempo se retoman como referencia de su probable existencia. Por ejemplo, Fray Bernardino de Sahagún, en la Historia general de las cosas de la Nueva España, menciona a un ser mítico conocido por los mexicas como Nanahuatzin, quien se sacrificó y llego a ser el quinto sol, y del que no se ha identificado su padecimiento. “…Y el buboso, que se llamaba Nanauatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atados de tres en tres, todos ellos llegaban a nueve; y ofrecía bolas de heno y espinas de maguey, y ensangrentábalas con su misma sangre; y en lugar de copal ofrecía las postillas de las bubas”. También describe una enfermedad que, posteriores análisis históricos, consideran que se podría asociar con la de nuestro interés: “son muy sucias y otras de menor pesadumbre. Lastiman mucho con dolores, tullen manos y pies y están arraigadas en los huesos… carne esponjosa... sobrehuesos… de gran monstruosidad”.

En la época virreinal, este padecimiento requirió atención, por lo que se erigió el Hospital Amor de Dios en la ahora Ciudad de México, que se dedicaba a la atención de enfermos del “mal de bubas” desde el siglo XVII. Aunque existían otros hospitales, era difícil que admitieran a estos enfermos. En esta época a las personas que presentaban la condición se les daba de beber infusiones, se les realizaba una purgación con baños calientes, se les ponía a sudar y aplicaban fricciones de hierbas y emplastos en las llagas; les hacían sangrías mediante cortes en brazos o muñecas. Finalmente se administraba mercurio a través de tinturas para las bubas o por inoculación, tratamiento más utilizado hasta principios del siglo XX.

Cuando se descubre la bacteria Treponema pallidum causante de la enfermedad (1905) se desarrollan nuevos tratamientos, algunos con base en arsénico (1909), bismuto (1921) y penicilina (1943). A finales del siglo XIX y principios del XX se desarrollaron programas de salud para control y vigilancia de la sífilis en población que ejercía el comercio del cuerpo.

La sífilis venérea (ssp pallidum) es uno de los tipos de treponematosis provocados por la bacteria Treponema pallidum. Aqueja a la especie humana, es la única que se transmite por vía sexual y a través de la placenta; en menor escala, aparece cuando el recién nacido tiene contacto con las lesiones genitales durante el parto, por transfusión de sangre contaminada e inoculación accidental.

 

Se han planteado tres hipótesis sobre el origen de la sifilis: una es que surgió en el Nuevo Mundo y llegó a Europa durante el siglo XV; otra, que se originó en el Viejo Mundo y llegó a las Américas en la colonización, y una más que dice que existía en ambos continentes y, en el contacto de las civilizaciones, se generó una nueva mutación muy infecciosa, que se dispersó.

 

Los síntomas y signos pueden confundirse con otras enfermedades, de ahí que se le considere “la gran simuladora”, además de que son diferenciales entre la sífilis adquirida como ITS y la congénita. Para el primer caso, se habla de cuatro fases: la primaria (en la que se produce una llaga o chancro en tejido membranoso y suele no ser dolorosa), la secundaria (en la que aparece salpullido en el cuerpo y membranas mucosas, y hay fiebre, inflamación linfática, dolor de cabeza, garganta, pérdida de peso y pelo, y fatiga), latente (en la que desaparecen la mayoría de los signos y síntomas) y la avanzada (en la que se compromete el sistema nervioso, se dañan órganos internos, se deforman las articulaciones y huesos, se puede presentar ceguera y trastorno mental o demencia).

La congénita o por transmisión vertical no se evidencia en bebés menores de tres meses, después comienzan a aparecer problemas de rinitis y se desarrollan lesiones en los huesos, particularmente tibia y articulaciones; en algunos casos hay afectaciones en paladar y tabique nasal.
Hoy ya no se considera una enfermedad aguda y mortal, ya que existen avances en prevención, diagnóstico y tratamiento que posibilitan su control con antibióticos en etapas tempranas, aunque no se logre revertir los daños. La complejidad de su manifestación nos lleva a cuestionar: ¿por qué sigue activa y en aumento?, ¿por qué ha perdido relevancia entre las personas?, y tal vez lo más grave, ¿por qué ha vuelto al mundo de lo privado, íntimo y secreto? La sífilis venérea adquirida y congénita siguen siendo un problema de salud pública y a nivel cultural se ha internalizado como un riesgo admisible para quien tiene vida sexual activa.

Siguiendo el rastro
Existen investigaciones que se han dedicado a rastrear la trayectoria evolutiva y la historia natural de la treponematosis, así como de sus cambios epidemiológicos en poblaciones pasadas y contemporáneas, que han argumentado y debatido su origen y procedencia para dar respuesta a la interrogante: si la sífilis existía en el Nuevo Mundo o en el Viejo Mundo, ¿se potencializó una nueva subespecie en el contacto? Para ello se ha echado mano particularmente de la biología, medicina e historia, y de disciplinas antropológicas como la arqueología y la antropología física para hacer hablar a los restos óseos antiguos a través de análisis biocuturales.

Se han planteado tres hipótesis básicas: se originó en el Nuevo Mundo y llegó a Europa durante el siglo XV; se originó en el Viejo Mundo y llegó a las Américas en la colonización, o su origen es multirregional e indicaría la existencia de treponemas en ambos continentes y, en el contacto de las civilizaciones, se generó una nueva mutación muy infecciosa, que se dispersó ocasionando las epidemias conocidas.

 

La complejidad de las manifestaciones de sífilis nos lleva a cuestionar: ¿por qué sigue activa y en aumento?, ¿por qué ha perdido relevancia entre las personas?, y tal vez lo más grave, ¿por qué ha vuelto al mundo de lo privado, íntimo y secreto?

 

En México hay evidencias de poblaciones pasadas que muestran la presencia de diferentes tipos de Treponema pallidum, algunos de las cuales dejaron huella en los huesos. Entre las patologías se observa la cares sicca (destrucción y pérdida de material óseo, en especial en el cráneo), hiperostosis porótica (inflamación de tejido óseo), gomas (tumoraciones) y tibia en forma de espada (deformación ósea). Este tipo de daños causados por treponemas los encontramos en evidencias osteológicas de Tehuacán, Puebla, de una antigüedad aproximada a 6000 años a.n.e.; en restos óseos anteriores a la conquista y los más antiguos datan de 1000 años a.n.e., como los de Coahuila y Sonoram y de época virreinal los de Churubusco, Coahuila, Hidalgo, Tlatelolco y Yucatán.

En dicho periodo se han encontrado restos óseos con evidencias en la Ciudad de México: en el Hospital de San José de los Naturales, el Pedregal de San Ángel y la Iglesia de la Soledad. Esta información genera nuevas preguntas, entre ellas: ¿las huellas dejadas por los treponemas en el hueso son suficientes para establecer la existencia de sífilis venérea en el México precolonial y colonial? Sin duda el trabajo antropofísico de análisis de evidencias osteopatológicas basado en el diagnóstico diferencial, junto con otros procedimientos, se refuerza con otros campos de conocimiento como el genético.

Al respecto, un estudio reciente en México hizo un análisis de genomas históricos de la época colonial reconstruidos a partir de restos óseos recuperados del Convento de Santa Isabel en la Ciudad de México, cuyos resultados indican la presencia de dos tipos de treponematosis, la ssp pallidium (sífilis venérea adquirida y congénita) y la ssp pertenue (yaws). Plantean la existencia de una probable y constante recombinación debido a coinfecciones entre estas subespecies de treponemas y lanza la hipótesis de la presencia de una probable infección congénita por yaws. El mayor interés se centra en contar con un método que permite recuperar genomas de Treponema pallidum a partir de restos óseos antiguos y evaluar su conexión con diferentes tipos de treponemas, lo que permitió corroborar la existencia de sífilis venérea en la época virreinal. Enhorabuena a nuestros compañeros mexicanos que participaron en la investigación. Cada vez estamos más cerca de responder una última interrogante: ¿cuándo aparece la sífilis como enfermedad de transmisión sexual? Una tarea pendiente por descubrir.

*Investigadora del INAH.

Bibliografía
Bernardino de Sahagún (2000), Historia General de las Cosas de la Nueva España. México, Conaculta, vol. II, Libro séptimo, capítulo II, Pp.694-696.
Márquez Morfín, Lourdes y Meza Manzanilla Margarita (2015) “Sífilis en la Ciudad de México: análisis osteopatológico” en Cuicuilco vol.22 no.63 México mayo/agosto. Pp. 89-126.
Muriel, Josefina (1990), Hospitales de la Nueva España, Tomo I, México, UNAM.
Schuenemann VJ, Kumar Lankapalli A, Barquera R, Nelson EA, Iraíz Hernández D, Acuña Alonso V, Bos K, Márquez Morfín LA y Krause J (2018). “Historic Treponema pallidum genomes from
Colonial Mexico retrieved from archaeological remains”. PLOS Neglected Tropical Diseases 12(6):
e0006447. https://doi.org/10.1371/journal.pntd.0006447
Volcy, Charles (2004). Lo bueno y lo malo de los microbios, Colombia, Universidad Nacional de Colombia.

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