Cuando el olvido se vuelve demencia
Olvidar el lugar donde se dejó el celular, el nombre de las personas, dejar las llaves en la cerradura o desorientarse en la zona donde se vive, suelen verse como situaciones “normales” de personas mayores, no obstante, podrían ser síntomas de un deterioro cognitivo e intelectual irreversible llamado demencia, el cual imposibilita a la persona para desarrollar actividades cotidianas, volviéndola dependiente de otros.
La demencia, comúnmente conocida como demencia senil, se caracteriza por la pérdida o muerte de neuronas, incluso cuando las células del cerebro no pueden comunicarse entre sí, lo cual podría ser causado por tumores cerebrales, trauma craneoencefálico, consumo de drogas y/o alcohol, depresión, hipotiroidismo, infarto cerebral, la edad (a partir de los 60 años y aumenta el riesgo a mayor edad) o el alzhéimer. Esta última una afección tiende a ser confundida con la demencia.
Hay diversos tipos de demencia que se definen según el lugar donde se dañó el cerebro, y el alzhéimer es parte de esos tipos. La diferencia es que el alzhéimer no tiene cura, las causas son desconocidas y puede provocar la muerte, mientras que la demencia, aunque tampoco tiene cura, es tratable y quien la padece no necesariamente fallece por su causa.
La organización Alzheimer’s Association estimó que la demencia senil afectará a nivel mundial a 76 millones de personas en 2030, por lo que expertos en el tema recomiendan ejercitar la mente con juegos de memoria, escribir, leer, practicar algún ejercicio y una alimentación rica en cereales, frutas, pescado, verduras y reducida en carnes rojas.
Para diagnosticar la demencia senil se puede consultar a un neurólogo, psicólogo o un geriatra, quienes podrían realizar estudios de laboratorio, evaluaciones neurológicas (evaluación de la memoria, habla, reflejos, equilibrio, etc.) o exploraciones del cerebro (tomografías).