La militancia intelectual — letraese letra ese

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La militancia intelectual


Este mes de junio se conmemoran cuarenta años de la desaparición del filósofo Michel Foucault; en dos años más, será el turno de los cien años de su nacimiento. Entre los aspectos que cabe evocar, para el descubrimiento o relectura de su obra, figuran algunos esenciales: su inmensa capacidad de trabajo, la reputación de ser considerado a los 58 años el mayor pensador francés moderno del siglo, digno sucesor de Jean-Paul Sartre, y su condición de militante político congruente siempre con sus ideas y crítico mordaz de los mecanismos del poder. Antiguo defensor del partido comunista francés, pronto se desligó de él para denunciar las atrocidades del estado policiaco que fue la Polonia estalinista.

Lejos de volverse después un anticomunista furibundo, el filósofo siguió militando en el campo de la izquierda en favor de los inmigrantes sin papeles y los prisioneros sin derechos, y en contra de formas de exclusión social ligadas al racismo y la homofobia. A continuación, una breve descripción de los contenidos de su obra y de cómo supo el escritor conjugarlos con aspectos de su propia vida.

Un pensador heterodoxo

“Nuestra amistad fue un éxito fácil. Al desaparecer, Michel Foucault me ha privado no sólo de los ornatos de la vida, sino de su propia sustancia”. Así se expresó el historiador francés de religiones Georges Dumézil, mentor y cómplice intelectual del autor de Las palabras y las cosas, en un artículo escrito por la muerte del filósofo en 1984. No sorprende que en dicho texto Dumézil destaque más la calidad moral del amigo, discípulo aventajado, que la valoración puntual de su obra muy prolija.

Posiblemente no era necesario insistir en el impacto de las investigaciones eruditas de Foucault sobre el poder y la sexualidad, o la voluntad represora y de control de la sociedad moderna, pues sus ideas circulaban a tal punto entre los jóvenes estudiantes y sus maestros que ya eran un socorrido lugar común y el pasto de múltiples artículos, debates filosóficos y posicionamientos políticos en Francia y en países que él visitó con frecuencia y donde dictó cátedras y conferencias con auditorios siempre llenos. Dumézil prefirió evocar la generosidad del compañero que supo mantener amistades firmes por largo tiempo y el compromiso con las causas que más le importaban.

Dueño desde muy joven de una curiosidad intelectual infatigable, Foucault fue impulsor, agitador también, de ideas novedosas con las que sacudía las certidumbres de una intelectualidad francesa dominada en la Francia de la posguerra por las ideas existencialistas de Jean Paul Sartre, Paul Nizan o Merleau-Ponty, y de modo especial por el vínculo de esa clase intelectual con un pensamiento marxista que tiempo después, hacia los años setenta, perdería la brújula al manifestar una adhesión peculiar y poco crítica al pensamiento maoísta.

Foucault había pasado por varias facetas del izquierdismo radical, incluida una corta militancia en el Partido Comunista Francés, para luego rechazar toda ortodoxia partidista. Incluso la revuelta estudiantil francesa de 1968, Foucault la contempló y analizó de lejos, desde una de sus diversas estancias como representante cultural en institutos franceses en el extranjero, iniciada en la Universidad de Upsaala, en Suecia, luego en Varsovia y finalmente en Túnez.

Las obras esenciales

Michel Foucault, el brillante académico francés, descendiente de una familia liberal bien acomodada, que había primero flirteado con el marxismo para después adoptar la postura de un dandy viajero cosmopolita, entregado al estudio de Nietzsche, Hegel y Husserl por incitación de otro mentor suyo, el filósofo Jean Hyppolite, comenzaría a explorar los vínculos entre flosofía e historia, a partir de una noción dialéctica del análisis del poder para desde ahí construir un edificio ideológico propio. Lo notable es que esa búsqueda filosófica la inicia con el punto de partida, casi psicoanalítico, de algunas de sus experiencias personales. Desde muy joven su relación con sus compañeros de clase había sido en efecto complicada. Se le consideraba un personaje excéntrico y caprichoso, con un toque macabro en su afición por la provocación y la violencia. Educado en las escuelas más prestigiosas de Francia, en epecial en la muy elitista Escuela Normal Superior, Foucault pronto se distinguió como un alumno sobresaliente, a pesar de su conducta a menudo errática. Tanto así que algunos de sus colegas lo consideraron un tanto loco y propenso a la depresión. Posiblemente haya sido su continua visita a los consultorios médicos, el fermento de su interés por el estudio de la locura y su manejo en hospitales psiquiátricos particularmente opresivos.

De esas vivencias surgirá el tema de su célebre tesis, transformada luego en un éxito editorial: Historia de la locura en la época clásica (1960), libro que sería una influencia capital en el movimiento de la anti-psiquiatría que cobró un impulso aún mayor con los escritos del psiquiatra escocés Ronald D. Laing. En 1966 Foucault publicará otro libro esencial: Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas, obra que marca su ruptura definitiva con la corriente existencialista dominante. En ella propone tomar al hombre, el Sujeto, como un objeto de exploración y conocimiento analizable de modos muy distintos de una época a otra. Más que un enfoque epistemiológico monolítico y tradicional, lo que el filósofo propone aquí es un análisis estructural del conocimiento, óptica que pronto le hará coincidir con los trabajos de otros intelectuales como Claude Lévi Strauss, Jacques Lacan y Roland Barthes, con quienes integra una opción muy exitosa a las tesis ya cuestionadas del existencialismo de Sartre y De Beauvoir.

La crítica del poder

Paulatinamente el escritor habrá de tomar distancias con la moda estructuralista para orientarse con mayor fuerza a la militancia política, defendiendo abiertamente las causas de algunas minorías sociales. Ese compromiso militante estará ligado a la génesis de sus trabajos siguientes: Vigilar y castigar (1975), un agudo estudio historiográfico del sistema penitenciario moderno partiendo, “arqueológicamente”, de la época de los castigos corporales severos y la pena de muerte hasta llegar a las formas más sofisticadas de reclusión y maltrato psicológico.

A través del estudio de la clínica psiquiátrica y el sometimiento de los pacientes a la tiranía de una práctica psicoanalítica reguladora y opresiva, y del sistema de cárceles como estrategia deliberada de degradación de las voluntades humanas, el filósofo elabora un ambicioso corpus teórico enfocado en el análisis del poder (político, científico e ideológico) y sus repercusiones sobre la vida de los individuos, mismo que culminará con la publicación de su proyecto mayor, Historia de la sexualidad (1976-1984), estudio en tres volúmenes que se verá interrumpido por el fallecimiento del escritor por causas relacionadas con el sida. Su pareja sentimental de largos años, el activista LGBT+ Daniel Defert, fundó después de su muerte la asociación francesa AIDES de lucha contra el sida.

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